ANECDOTAS BIBLICAS

ANECDOTAS BIBLICAS


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ILUSTRACIONES Y ANECDOTAS CRISTIANAS
-DESDE LA  1-200

1. “COMO SERPIENTE MORDERA”
Prov. 23:32.
El perforador de pozos Andre Poultier, de Rouen, Francia, apostó ante un grupo de amigos en un restaurante, que se bebería treinta y nueve vasos de vermut en diez minutos.
Ganó la apuesta: y cayó muerto.

2. LA RANA OPTIMISTA
Ecl. 9:10; Rom. 12:11; 13:11; Ef. 5:14.
Dos ranas, una optimista y otra pesimista, cayeron al mismo tiempo en dos vasijas que contenían leche. La rana pesimista dice: “No puedo salir de este cacharro, porque las paredes son muy lisas. No puedo respirar en la leche, voy a asfixiarme, estoy perdida.” Y, en efecto, se asfixia y muere.
La rana optimista no sabe tampoco qué hacer; pero como es optimista trata de hacer algo y se agita en todos sentidos. Como se está moviendo continuamente, bate la leche con tanto vigor que ésta se transforma en mantequilla. La rana entonces se sienta sobre la mantequilla y puede respirar libremente.
Esto prueba que quien posee un carácter optimista hace siempre algo, aun cuando no sepa qué hacer para salir en una situación difícil; pero sigue luchando y confiando en Dios y él es poderoso para hacernos “más que vencedores.”— El Embajador.

3. LA HISTORIA ABATE AL ALTIVO URBANO VIII
Ex. 1:8–22; 1 Sam. 14:24–45; 18:6–29; 22:6–19; 1 Rey. 5:13–18; 12:1–20; 2 Crón. 2:2, 17, 18; Mat. 14:1–12; Mar. 6:14–29; Luc. 9:7–10.
En el año de 1633 el Papa Urbano VIII, quien pretendía ser el sapientísimo e infalible vicario de Cristo, haciendo alarde de su “sabiduría” mandó encarcelar a Galileo porque éste enseñaba que la tierra giraba sobre sí misma y a la vez alrededor del sol. Al gran Galileo, para salvarle la vida después de haber sufrido durante muchos, muchos meses en los calabozos de la Inquisición, se le hizo salir, con la creencia de los inquisidores, de que la prisión había quebrantado la fe de él en las “herejías” que había estado enseñando. Pero como se viera que Galileo aún conservaba las ideas que antes había expuesto, el Papa lo mandó a la cámara del tormento, donde el pobre anciano sufrió muchas veces, con estoicismo, el suplicio de la cuerda. Al fin, quebrantado y vencido por los sufrimientos físicos y morales, fue obligado a abjurar en esta forma: “Yo, Galileo, a los setenta años de edad, arrodillado ante sus eminencias y teniendo ante mis ojos los Santos Evangelios que toco con mis propias manos, abjuro, detesto y maldigo el error y la herejía del movimiento de la tierra.”
La justicia divina y la sabiduría que Dios ha transmitido a los hombres, han exaltado a Galileo colocándolo, entre los sabios más ilustres que el mundo ha conocido, y han humillado al altivo Papa Urbano VIII colocándolo entre los hombres más presuntuosos e ignorantes de la tierra.— Exp. Bíbl.

4. LA CAIDA DE LA SOBERBIA
Sal. 1; Sal. 49:6; Prov. 2:14; Is. 24:8; Mar. 10:23–25; Luc. 12:19; Rom. 1:30; 3:23, 27; 11:18; 1 Cor. 5:6; 13:6; 1 Tim. 6:17–19.
Con frecuencia hemos visto a un niño que anda contoneándose para lucir, ante quienes lo ven, su ropa nueva; y al tropezar y caer llora lo más fuerte que puede al ver su vestido sucio por la tierra o por el lodo del piso.
De parecida manera, Dios ha puesto en ti muchas gracias, muchas cualidades o virtudes y te ha concedido muchos dones. Puede ser que al pensar en estas cosas te jactes por ellas y desdeñes a quienes no las tienen, como lo hicieron Roboam y Nabucodonosor al pensar en su respectiva grandeza, y como ellos cayeron así también tú caigas. Y puede ser que cuando estés caído, en lugar de hacer alarde de lo que tenías y en lugar de jactarte por ello, te pongas a llorar como aquel niño imprudente: porque tu traje de muchos colores se ha ensuciado y se ha manchado en la caída.— Cawday, adaptación.

5. AMOR MAS VALIOSO QUE EL ARTE Y LOS HONORES
Gén. 24:15–27:46; Rut. 1–4; Prov. 12:4a; 18:22; 19:14; 31:10–31; Jn. 15:13; 1 Cor. 13; Ex. 34:7; Ez. 18:27, 28, 30–32; 1 Sam. 15:24; Sal. 103:3; Mat. 6:12; Luc. 15:11–32; Jn. 8:21; Rom. 8:24.
Jorge Romney fue un famoso pintor inglés (1734–1802). Desde su niñez demostró que tenía un sentido artístico excepcional, y se dedicó a pintar cuadros históricos, de la naturaleza, y mayormente retratos. En su juventud anduvo de villa en villa y de ciudad en ciudad pintando retratos y vendiéndolos por unas cuantas monedas. Se enamoró de una señorita, y se casó con ella. Entonces uno de los admiradores de Jorge dijo que era una lástima que se hubiera casado porque se dedicaría más a su esposa que a su arte, y que por esto fracasaría artísticamente. Al saber esto Romney se separó de su joven esposa, y se dedicó a la pintura. Viajó por Francia, por Italia, y regresó a Londres. Poco a poco había adquirido experiencia, habilidad y prestigio. Unos de sus más famosos cuadros son “La Muerte del General Wolfe”, “Guillermo Bedford”, “Miss Vernon como Hebe”, “Casandro”, “El Naufragio”, ‘Sir Jorge y Lady Warren”, “Las Hijas del Párroco”, y “Lady Hamilton como Dafne”. Este último cuadro está en el Museo Metropolitano de Nueva York. Se dice que admiraba tanto a Lady Hamilton que la consideró como su modelo favorito y la llamó “la dama divina”. Fue tan solicitado para pintar retratos de personajes célebres de Londres, que no tuvo tiempo para dedicarse a otro género de pintura. Todo eso le dio fama y dinero. Pasaron los años, y Jorge Romney envejeció y enfermó, juntó las cosas que podía llevar consigo, y se encaminó hacia el norte del país, donde había quedado su esposa, y se reunió con ella: amorosamente lo recibió, y lo cuidó con ternura hasta que murió. Después alguien dijo que el corazón y el amor de la esposa de Jorge Romney eran mucho más valiosos que todos los cuadros que Jorge Romney pintó.— A. L.

6. VISION DEL AMOR DE DIOS
Isa. 55:7.
Christmas Evans nos dice en su diario que un domingo por la tarde mientras iba viajando por un camino muy solitario para asistir a una cita se convenció de que su corazón era muy indiferente. Dice: “Amarré mi caballo y me fui a un lugar muy apartado en donde anduve sin rumbo fijo, en agonía, repasando mi vida. Esperé tres horas ante Dios, quebrantado por la tristeza, hasta que percibí la magnanimidad de su amor para perdonar, y recibí de Dios un nuevo bautismo del Espíritu Santo. Cuando el sol se estaba ocultando, volví al camino, encontré mi caballo, monté en él y me fui a la cita. Al siguiente día prediqué con un poder tan nuevo a un vasto concurso de personas reunidas a un lado de una colina, que se inició un avivamiento que se extendió por todo Gales.”—Hastings.
7. AMOR ES AYUDAR A OTROS
Mat. 5:46–48; Jn. 13:3–17.
Una maestra de párvulos trataba de explicar a los niñitos de su clase lo que es el amor; pero no podía, y por saber lo que decían sus pequeños alumnos, les preguntó qué es el amor. Entonces una niñita de seis años de edad se levantó de su silla y fue hasta la maestra, la abrazó, la besó y le declaró: “Esto es amor.” En seguida la maestra dijo: “Está bien; pero el amor es algo más. ¿Qué es ese algo?” La misma niña, después de un rato de estar pensando, se levantó y comenzó a poner en orden las sillitas que estaban fuera del lugar que les correspondía, limpió bien el pizarrón, levantó unos papeles que estaban en el suelo, arregló los libros que estaban en desorden sobre una mesa; y en seguida, con aire de satisfacción, dijo a su maestra: “Amor es ayudar a otros.” La niñita tenía razón.—Expositor Bíblico.

8. PARABOLA
Heb. 13:1.
Un alfiler y una aguja encontrándose en una cesta de labores y no teniendo nada qué hacer, empezaron a reñir, como suele suceder entre gentes ociosas, entablándose la siguiente disputa:
—¿De qué utilidad eres tú? —dijo el alfiler a la aguja—; y ¿cómo piensas pasar la vida sin cabeza?
—Y a ti —respondió la aguja en tono agudo—, ¿de qué te sirve la cabeza si no tienes ojo?
—¿Y de qué te sirve un ojo si siempre tienes algo en él?
—Pues yo, con algo en mi ojo, puedo hacer mucho más que tú.
—Sí; pero tu vida será muy corta, pues depende de tu hilo.
Mientras hablaban así el alfiler y la aguja, entró una niña deseando coser, tomó la aguja y echó mano a la obra por algunos momentos; pero tuvo la mala suerte de que se rompiera el ojo de la aguja. Después cogió el alfiler, y atándole el hilo a la cabeza procuró acabar su labor; pero tal fue la fuerza empleada que le arrancó la cabeza y disgustada lo echó con la aguja en la cesta y se fue.
—Conque aquí estamos de nuevo —se dijeron—, parece que el infortunio nos ha hecho comprender nuestra pequeñez; no tenemos ya motivo para reñir.
—¡Cómo nos asemejamos a los seres humanos que disputan acerca de sus dones y aptitudes hasta que los pierden, y luego … echados en el polvo, como nosotros, descubren que son hermanos!—El Embajador, Poth, Tex.

9. AMOR PARA LAS BESTIAS Y NO PARA LOS NIÑOS
Deut. 6:5; Job 34:20; Sal. 27:10; Is. 1:17, 23; 4:15; Jer. 5:28; Os. 4:6; 6:6; Miq. 6:6–8; Zac. 7:10; Mat. 7:12; 10:42; 18:3; 19:13–15; 25:34–40; Mar. 10:13–16; 12:30, 31; Luc. 6:31; 10:27; 10:29–37; 18:15–17; Stg. 1:22, 27.
Entre los paganos no se toman ningunas precauciones para proteger a los pobres y a los necesitados. “En un lugar de la India había un indio fanático que en su taller tenía colgada una caja, en la cual estaban escritas, en su dialecto, unas palabras que, traducidas, decían esto: ‘Fondo para Alimentar a las Vacas.’ El dinero reunido allí se usaba para alimentar a las vacas que por estar demasiado débiles no podían trabajar, o a las que habían sido compradas de los carniceros mahometanos. Se le preguntó a ese indio cómo eran atendidos sus niños huérfanos, a lo cual él respondió: ‘¿Por qué hemos de alimentarlos y sostenerlos? Deben de haber hecho alguna cosa muy mala en su vida anterior.’ ”
¿Verdad que mucha gente necesita el evangelio?—J. S. A.

10. ENEMIGOS DESTRUIDOS
Ex. 20:13; Mat. 5:21–26, 38–45; Mat. 18:11–14; Jn. 3:15; Stg. 4:1–3.
Se cuenta que cierto emperador chino, cuando le avisaron que en una de las provincias de su imperio había una insurrección, dijo a los ministros de su gobierno y a los jefes militares que lo rodeaban: “Vamos. Seguidme. Pronto destruiré a mis enemigos.” Cuando el emperador y sus tropas llegaron a donde estaban los rebeldes, él trató afablemente a éstos, quienes, por gratitud, se sometieron a él de nuevo. Todos los que formaban el séquito del emperador pensaron que él ordenaría la inmediata ejecución de todos aquellos que se habían sublevado contra él; pero se sorprendieron en gran manera al ver que el emperador trataba humanitariamente y hasta con cariño a quienes habían sido rebeldes. Entonces el primer ministro preguntó con enojo al emperador:
“¿De esta manera cumple vuestra Excelencia su promesa? Dijisteis que veníamos a destruir a vuestros enemigos. Los habéis perdonado a todos, y a muchos hasta con cariño los habéis tratado.
Entonces el emperador, con actitud generosa, dijo:
—Os prometí destruir a mis enemigos; y todos vosotros veis que ya nadie es enemigo mío: a todos los he hecho mis amigos.”—Expositor Bíblico.

11. PRACTICANDO EL SERMON DEL MONTE
Deut. 6:6–9; 11:18–21; Sal. 19:7–11; 37:30, 31; 119:9, 11, 105; Prov. 3:3, 4; 6:20–23; 7:1–3; Mat. 7:24–27; Luc. 6:47–49; Rom. 2:13; Stg. 1:22–25.
Un cristiano de la península de Corea visitó a uno de los misioneros que allí estaban, y le dijo que había aprendido el Sermón del Monte y deseaba repetirlo delante de él. En seguida aquel cristiano repitió, palabra por palabra, sin que le faltara una sola, los tres capítulos que componen el mencionado sermón. Cuando terminó, el misionero dijo a ese cristiano que era necesario poner por obra las enseñanzas del sermón; a lo que aquel creyente replicó: “Así lo aprendí: Procuraba yo aprenderlo, todo de una vez, y las palabras se me iban. Entonces aprendí de memoria un versículo, salí en busca de alguno de mis vecinos y en él practiqué las enseñanzas de ese versículo; y se me quedaron bien las palabras. Entonces procuré aprender de esa manera todo el sermón, y así lo aprendí.”—Expositor Bíblico.

12. DESCUBRIMIENTOS ARQUEOLOGICOS
Mat. 25:35.
El señor Schmaryu Gutman descubrió casualmente las ruinas del antiguo palacio del rey Herodes, en las vecindades del Mar Muerto. Este hallazgo es de gran importancia, porque los investigadores creían que el palacio había sido completamente destruido, pues sólo se conocían algunas ruinas del muro que circundaba al Masada, la poderosa fortaleza en que Herodes se refugió al huir de Jerusalén.—Heraldo Bautista.

13. NO MAS “GUERRAS SANTAS”
Rom. 12:18.
El Primer Ministro de Pakistán, señor Noon, de religión mahometana, había viajado mucho en los Estados Unidos de la América del Norte y el Canadá; por lo mismo había visto cómo unos países vecinos en este continente pueden vivir en paz y resolver sus problemas comunes sin el uso de la fuerza: le impresionaron profundamente las largas fronteras que hay sin fortificar entre el Canadá, los Estados Unidos de la América del Norte y México.
Como había habido muchas desavenencias entre Pakistán y la India por causa de las fronteras, los musulmanes de Pakistán habían estado expresando sus deseos de hacer una “guerra santa” en contra de la India. Cuando el señor Noon regresó a Pakistán publicó un decisivo edicto, cuya parte esencial declaraba que los musulmanes debían desechar todo pensamiento que tuvieran a favor de tener una “guerra santa” contra la India. En seguida él fue a la India para tener una conferencia con el Primer Ministro de este país, señor Nehru: cuando terminaron las pláticas, estos dos señores declararon a sus respectivos países que habían logrado tener un acuerdo amistoso, que habían resuelto las dificultades correspondientes a ocho de los quince asuntos referentes a disputas fronterizas. Más tarde tuvieron otro acuerdo: que no se usaría la fuerza para resolver o finalizar los otros siete problemas relacionados con las fronteras. Estos dos directores de pueblos han seguido los procedimientos verdaderamente cristianos para solucionar las dificultades personales e internacionales: y este procedimiento lo están usando ya muchos directores de pueblos.—Arnold.

14. LA TORRE DEL ARREPENTIMIENTO
Lucas 3:3–14.
En las cercanías de Hoddam Castle, Dumfrieshire (Escocia), había una torre llamada “La Torre del Arrepentimiento”. Se refiere que en cierta ocasión un barón inglés, al caminar cerca de ese castillo, vio a un pastorcito que estaba tendido sobre el césped y leyendo atentamente la Biblia.
—¿Qué estás leyendo, muchacho? —preguntó el transeúnte.
—La Biblia, señor —respondió el niño.
—¡La Biblia! Tú debes ser más sabio que el cura párroco. ¿Puedes decirme cuál es el camino para ir al cielo?
En seguida el pastorcito, sin desconcertarse por el tono burlón de aquel hombre, repuso:
—Sí señor, puedo: usted debe tomar el camino hacia aquella torre.
El barón se dio cuenta de que el niño había aprendido muy bien la lección de su Libro, y después de pronunciar una insolencia siguió su camino en silencio.
Lector: ¿Ya has estado en “La Torre del Arrepentimiento”? Si no … pues ya sabes: debes entrar en ella …—N. T. Anecd.

15. COSAS DE VALOR QUE NO SE VEN
Rom. 12:18.
Se dice que un joven le decía a un ministro evangélico que él creería en Dios cuando pudiera verlo. El ministro le preguntó: —¿Joven, usted cree que su madre lo ama? El joven respondió: —Yo no solamente creo, sino que yo sé que me ama. Entonces el ministro le preguntó si él podía ver el amor de su madre, si podía pesarlo, o medirlo. El joven contestó: —Yo no puedo ver, ni pesar, ni medir el amor de mi madre; pero yo sé que me ama. Entonces el ministro poniendo su mano amorosa sobre el hombro izquierdo del joven, le dijo: —Joven, Dios es amor.
Así como es el amor, hay muchas otras cosas que no se ven; pero son tan reales o más reales que las cosas que se ven. Todos sabemos que todas las cosas que los hombres han hecho son producto de lo que no se ve, o sean las ideas o pensamientos de los hombres: la imprenta, antes que los hombres la vieran, estuvo en la mente de su inventor. Lo mismo podemos decir de la luz eléctrica, del telégrafo, del aeroplano, de la radio, de la televisión, etcétera. Un edificio, antes de ser construido, está en la mente de alguna persona o personas; después el arquitecto o los arquitectos ponen esas ideas en papel, hacen los planos, y más tarde construyen el edificio. No olvidemos, pues, que todo lo que nos rodea, que ha hecho el hombre, es producto de lo que no se ve: de la mente humana.—Leobardo Estrada C.

16. LA NARANJA Y EL ATEO
Sal. 53:1a.
Un ateo dictaba una conferencia ante un gran auditorio, y después de haber finalizado su discurso, invitó a cualquiera que tuviese preguntas a que subiera a la plataforma. Después de unos momentos un hombre que había sido bien conocido en la localidad por su afición a las bebidas embriagantes, pero que había sido salvo recientemente, aceptó la invitación, y sacando una naranja del bolsillo comenzó a pelarla lentamente.
El conferencista le pidió que hiciera la pregunta; pero el hombre continuó imperturbable pelando la naranja, al término de lo cual, se la comió. Cuando terminó de comérsela se volvió al conferencista y le preguntó:
—¿Estaba dulce o agria?
—No me pregunte tonterías— respondió el orador con señales evidentes de enojo—. ¿Cómo puedo saber el gusto si no la he probado?
El borracho convertido respondió entonces:
—Y ¿cómo puede usted saber algo de Cristo si nunca lo ha probado?—El Exégeta.

17. EL MUNDO
Sal. 10:4; 14:1; 53:1.
Hay personas que ven el mundo en que vivimos y creen que se hizo solo. Esta manera de pensar no es lógica. Sabemos que todo efecto tiene su causa. Este mundo en que vivimos es un efecto, y debe tener su causa. Muy bien se ha dicho que sería más fácil pensar que al arrojar desde un edificio alto miles de notas musicales, pautas, etcétera, y que al caer al suelo se arreglaran ellas solas para formar una sinfonía; y que sería más fácil creer que al arrojar desde un alto edificio miles de letras de cada una de las letras del abecedario, al caer al suelo pudieran solas arreglarse de tal manera que fueran formando sílabas, palabras, frases, oraciones, párrafos, ideas y que, como resultado final, tuviéramos un drama o una novela escritos. Esto sería más fácil y no que el mundo se haya hecho solo.—Leobardo Estrada C.

18. GRANDEZA, PODER, RESPONSABILIDAD
Lev. 19:15; Deut. 1:16; 16:19, 20; 1 Rey. 4–11; Sal. 33:12; Prov. 14:34; 28:15; 29:2; 31:4, 5, 9; Rom. 13:1–6; 1 Tim. 2:1, 2; Tito 3:1; 1 Ped. 2:13–17.
Personas bien informadas acerca de las responsabilidades, de la grandeza y del poder del Presidente de los Estados Unidos de la América del Norte, dicen que son mucho mayores que las de Salomón; que son partes de un trabajo imposible de desempeñar por una sola persona. Se requiere que sea Jefe de Estado, Jefe del Poder Ejecutivo, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, constitucionalmente responsable de la política extranjera de su país, y jefe del partido político a que pertenece. Generalmente comienza sus actividades en su oficina de la Casa Blanca a las ocho horas: estudia un sumario de los informes referentes a las condiciones en que está el mundo, lee la correspondencia, conferencia con sus principales ayudantes, con los oficiales del gobierno, con hombres de negocios, y con los miembros de su Gabinete: principalmente con el Secretario de Estado. Las sesiones con su Gabinete las tiene generalmente los viernes a las nueve horas, y siempre comienzan con una oración en silencio.—Adaptado de Arnold.-A. L.

19. FEDERICO EL GRANDE Y EL MOLINERO
1 Rey. 21:5–10, 16–20.
En el reinado de Federico, rey de Prusia, había un molino cerca de Potsdam, el cual interceptaba la vista de las ventanas de Sans Souci. Enfadado por este estorbo para él en su residencia favorita, el rey mandó preguntar al propietario el precio por el cual vendería su molino. “Por ningún precio”, fue la respuesta del resuelto prusiano, y en un momento de enojo, Federico dio orden de que el molino fuera demolido. “El rey puede hacer esto”, dijo el molinero cruzando reposadamente los brazos, “pero hay leyes en Prusia”. Y desde luego procedió legalmente contra el monarca, y el resultado del proceso fue que la corte sentenció a Federico a reconstruir el molino y a pagar además una gran suma de dinero como compensación por el mal que había hecho. El rey se molestó; pero tuvo la magnanimidad de decir, dirigiéndose a sus cortesanos: “Estoy complacido de encontrar que existen en mi reino leyes justas y jueces rectos.” Hace algunos años que el jefe de la honesta familia del molinero, que había heredado legalmente la posesión de este pequeño bien, se encontró en invencibles dificultades pecuniarias con motivo de las pérdidas sufridas a consecuencia de la guerra, y escribió al rey de Prusia recordándole la negativa dada por sus ascendientes a Federico el Grande y preguntando si su majestad abrigaba el mismo deseo de entrar en posesión de la propiedad, dadas las condiciones embarazosas en que él como propietario se encontraba. El rey escribió inmediatamente, con su propio puño, la siguiente respuesta: “Mi querido vecino: No puedo permitir que venda usted el molino; éste debe permanecer en su posesión tanto tiempo como exista algún miembro de su familia, porque pertenece a la historia de Prusia. Lamento, sin embargo que esté usted en malas circunstancias económicas, y le envío seis mil marcos para que arregle sus asuntos, esperando que esta suma sea suficiente para rehacer su negocio. Considéreme siempre como su afectísimo vecino, Federico Guillermo.”— Este molino trabaja todavía en la localidad.—Jacox.

20. EL HOMBRE AVARO NUNCA SATISFECHO
1 Rey. 21:5–10, 16–20.
Un buque puede ser cargado de oro hasta que se hunda y sin embargo, haber dejado espacio para poner diez tantos de la carga. Así el hombre avaro, aunque tenga lo suficiente para hundirse, no tiene nunca lo suficiente para estar satisfecho.—Trapp.

21. EL LIBRO PARA UN MORIBUNDO, O SIR WALTER SCOTT Y “EL LIBRO”
Sal. 23:4; 119:105; Jer. 2:6.
Cuando Sir Walter Scott estaba para morir, pidió “El Libro”. Uno de los miembros de su familia, pensando que el moribundo se refería a alguno de los muchos volúmenes que había escrito y que guardaba en su biblioteca, preguntó: —¿Cuál libro? Entonces Sir Walter Scott dijo: —No hay sino un Libro para un momento como este: Ese Libro es la Biblia.

22. LEER LA BIBLIA NO ES TAREA, ES PLACER
(Doblemente Sediento, por la Lectura de la Biblia Mitigó su Sed)
Ex. 17:1–7; Núm. 20:1–11; Sal. 75:15, 20; Prov. 21:25; Is. 55:1; Mat. 25:35, 40; Jn. 4:5–15; 7:37–39; Rom. 12:20; 1 Cor. 10:4; Apoc. 21:6; 22:17.
Cuéntase que recorriendo los caminos del país de Gales iba un ateo, el señor Hone; iba a pie y al caer la tarde sintióse cansado y sediento. Se detuvo a la puerta de una choza donde una niña estaba sentada leyendo un libro. Le pidió el viajero agua; la niña le contestó que si gustaba pasar su madre le daría también un vaso de leche. Entró el señor Hone en aquel humilde hogar donde descansó un rato y satisfizo su sed. Al salir vio que la niña había reasumido la lectura, y le preguntó:
—¿Estas preparando tu tarea, pequeña?
—No señor —contestó la niña—, estoy leyendo la Biblia.
—Bueno, ¿te impusieron de tarea que leyeras unos capítulos?
—Señor, para mí no es tarea leer la Biblia, es un placer.
Esta breve plática tuvo tal efecto en el ánimo del Señor Hone, que se propuso leer él también la Biblia, convirtiéndose en uno de los más ardientes defensores de las sublimes verdades que ella enseña.—El Faro.

23. LA BIBLIA COMO ESPADA DE DOS FILOS
(Convertidos por Leer la Biblia)
Heb. 4:12.
Guillermo Wilberforce era un brillante joven de veinticuatro años cuando fue elegido miembro del Parlamento inglés. Era muy despreocupado en asuntos de religión. Pero una vez durante un viaje, por invitación de su amigo el Rev. Isaac Milner, leyeron todo el Nuevo Testamento en griego, idioma que ambos amigos conocían perfectamente, y esa simple y sola lectura revolucionó la vida de Wilberforce: fue un hombre nuevo, un digno senador cristiano y el abogado decidido de la abolición de la esclavitud.
Sucedió en Inglaterra también que, para combatir a Pedro Mártir que daba unas conferencias en la Universidad de Oxford, conferencias de esencia netamente antipapista, el clero se alarmó y designó a Bernardo Gilpin para que lo combatiera. Preparándose para la lucha leyó las Escrituras, los escritos de los padres y … después de todo, renunció a la iglesia del papa.—El Faro.

24. CON BASTANTE SAL
2 Tim. 2:15.
Un predicador que había sido invitado para predicar en una iglesia rural, escogió como su texto clave aquel pasaje del Sermón del Monte que dice: “Vosotros sois la sal de la tierra.” A medida que predicaba se iba llenando de entusiasmo, siendo una de sus frases más brillantes: Amado hermano mío, jamás olvides las palabras de nuestro Señor, de que somos sal y sal fuerte; pero si te descuidas no podrás ser como Dios dijo a Abraham: “sal de tu tierra y de tu parentela”.
La congregación escuchaba en silencio pensando: ¡Cuánto sabe de Biblia este hermano! ¿Sabe tanto usted como el predicador o como la congregación?

25. LO QUE EL EVANGELIO DE LUCAS SIGNIFICO PARA EL
Lucas 1:1–4.
En la población de Yu Yang, en la China Occidental, un joven compró un ejemplar del Evangelio Según San Lucas, en su dialecto chino. Cuando llegó a su hogar, durante tres días consecutivos estuvo leyendo ese Evangelio sin ayuda de ningún predicador u otra persona cristiana. Lucas se posesionó de su vida de tal manera que el joven chino hizo a un lado todo lo que le estorbaba para estudiarlo; y entretanto estuvo esperando alguna indicación de Dios para saber qué debía hacer. En eso llegó un misionero a la villa y el joven chino descubrió con gusto que las gentes de otros países también sabían algo de Jesús. Después, cuando el misionero Hsu Ming-Chih encontró al joven chino descubrió que éste había aprendido de memoria el Evangelio de Lucas; y, lo mejor de todo, lo había aprendido de corazón, pues estaba practicándolo. Esto demuestra lo que puede hacer un solo ejemplar del evangelio. Cada vez que doy un evangelio creo que producirá un buen resultado.—W. E. Schubert.

26. BURLANDOSE DEL MORIBUNDO
1 Cor. 1:18a.
Cierta vez, cuando yo estaba en la China, entré en una ciudad, y una gran muchedumbre me cerraba el paso. Miré para ver lo que acontecía y vi que estaban apedreando a un hombre; como no podía pasar, tuve que presenciar aquella escena. Estaban matando a un hombre arrojándole piedras en la cabeza, en el pecho y las piernas, y despedazaban aquel cuerpo arrancándole la carne. Mientras mataban a ese hombre mucha gente miraba y las mujeres se reían.
Esto quebrantó mi corazón; yo nunca había visto tal cosa.
Algunos decían que el apedreado era un ladrón; pero ninguno sabía si era cierto. Y mientras corría sangre humana la gente se reía.
Eso es lo que hicieron al pie de la cruz: cuando el glorioso Príncipe del cielo estaba muriendo, los seres humanos reían. ¿Y el mundo ha cambiado? ¡No! Los hombres, el mundo, están burlándose y todavía escupen y escarnecen el sacrificio de Cristo, burlándose de su sangre preciosa. Cristo estaba colgado en la cruz y el mundo reía al pie de ella.—Lester Sumrall, en El Embajador.

27. CON ALGUNAS MANCHAS
Prov. 22:6; Ecl. 11:8; 12:1; 1 Cor. 16:10, 11; 1 Tim. 4:12.
Dos estudiantes caminaban cierto día por una calle de Londres. De pronto uno de ellos se detuvo frente a una casa de empeños, y señalando un traje con anuncios que decían, “Con algunas manchas, gran reducción del precio”, exclamó: “¡Qué texto más espléndido para un sermón para los jóvenes!”
Y añadió: “Nosotros los jóvenes nos manchamos, quizás muy poco, viendo una representación vulgar en el teatro, o leyendo un libro inconveniente, o permitiendo pensamientos deshonestos o desordenados. Y así nos manchamos, y cuando llegamos a hombres y se nos valora, quedamos “reducidos en el precio”. Nuestro atractivo, nuestra fortaleza, habrá desaparecido. La consagración de la juventud se habrá esfumado. Y pasamos a formar parte inseparable de los “rezagos” o sobrantes que llevan esta marca: “Con algunas manchas: reducidas de precio.”

28. EL VALOR DE UNA BUENA ILUSTRACION
Deut. 8:5; 13:3; 2 Sam. 7:14; 12:1–23; Job 5:17; Sal. 6:9; 11:5; 89:30–37; Prov. 3:11, 12; 19:18; 17:3; Jer. 10:24; Dan. 5:4; 1 Cor. 3:13; 2 Cor. 8:2; Heb. 12:5–11; Stg. 1:3; 1 Ped. 1:7; 4:12, 13.
Una vez estuve dirigiendo cultos de avivamiento en elcampo, en un lugar del Estado de Misurí, EE. UU. de A. Un domingo hubo una congregación muy grande porque se había anunciado que se serviría una comida bajo los árboles que había alrededor del templo. Mucha gente vino trayendo su comida y había muchas cosas que distraían la atención de toda la gente y no hacían caso de la predicación de aquella mañana. Me sentí chasqueado y resolví retirarme de aquel lugar a un bosque que no estaba muy lejos del templo. Me fui sin comer nada. Por la tarde íbamos a tener otro culto, y durante una hora o dos me quedé orando. Cuando tuve que regresar para predicar pasé muy cerca de donde estaba un ganado, y vi un borrego que había metido los cuernos entre las mallas del cercado de alambre y no podía libertarse. Me acerqué para libertarlo: para el efecto tuve que agarrarlo por los cuernos, torcer su pescuezo y moverle la cabeza hacia un lado y hacia otro. El pobre animal estaba asustado, seguramente sufría algunos dolores, y hacía por libertarse de mí; pues, naturalmente, no entendía que yo era su libertador, su benefactor. Suspendí un poco mi trabajo porque ya estaba yo un poco cansado; pero principalmente por lo testarudo del animal. Reanudé mi tarea y al fin logré libertar al borrego. Me fui al templo pensando en esto, y me sentí impulsado a emplear en la predicación este incidente. Así lo hice. Todo el mundo estuvo atento, y pude predicar de una manera eficaz que dio buen resultado. Empleé la parábola del borrego, hice algunas aplicaciones, y estoy seguro de que hasta el día de hoy muchos recuerdan esa parábola.—J. E. Davis.

29. LOS HOMBRES QUE TIENEN VISIONES
Is. 6:8; Jer. 23:21, 22; Joel 2:28; Hech. 9:6.
Los hombres que hacen grandes cosas por el mundo son los hombres que, como Isaías, tienen grandes visiones. Saulo de Tarso, en el camino de Damasco, vio a Jesucristo; y de aquella visión vino un poder de espíritu que se ha manifestado de una manera benéfica a través de veinte siglos. Lutero, en su celda de monje, tuvo una visión de lo espiritual, y de allí vino la Reforma Protestante con todas sus fuerzas de libertad y de progreso. El éxito del General Booth con el Ejército de Salvación, una organización que en menos de una generación ha circundado a la tierra, es simplemente la realización de lo que él vio.—Rev. Roberto F. Coyle, D. D.

30. ¿A CUAL REINO?
Gén. 1:26, 27; 5:1; 9:6b; 1 Cor. 11:7a; Ef. 4:24; Col. 3:10; Stg. 3:9.
Cuéntase que el rey de Prusia, al visitar una escuela rural, cuando los niños habían dicho que toda cosa pertenece a uno de los tres reinos: mineral, vegetal o animal, les preguntó:
—Y yo, ¿a cuál reino pertenezco?
Los niños no hallaban cómo contestar a esta pregunta; pero una graciosa niña resolvió la dificultad contestando:
—Vos pertenecéis al reino de Dios.
El rey quedó muy contento con la viveza de la niña y profundamente emocionado por la verdad que ella había expresado.

31. LA DECISION DE BILLY GRAHAM Y DE OTROS
Rom. 1:16.
En la revista United States News and World Report, del 27 de diciembre de 1957, Billy Graham dice: “Cuando acepté a Cristo hace veinte años, en una cruzada muy parecida a esta que estamos dirigiendo, pasé al frente con otras cuatrocientas personas. El día siguiente un columnista de uno de los periódicos dijo que eso era el resultado de una agitación emocional y que nadie perseveraría. Sin embargo, yo sé que en este momento once ministros están predicando el evangelio, y que ellos fueron convertidos aquella noche. Ellos eran exactamente como yo era —muchachos alocados— y ahora son predicadores, y consideran ese acontecimiento como su crisis, precisamente como yo lo considero.
“En la ciudad de Nueva York he encontrado muchos caballeros que ahora son directores de actividades religiosas en dicha ciudad, los cuales fueron convertidos hace cuarenta años mediante la predicación de Billy Sunday. Uno de los personajes más notables de ese acontecimiento es el doctor Henry Van Dusen, quien es el Presidente del “Union Theological Seminary”.—Arnold’s Commentary.

32. JUAN Y COMPAÑIA
“El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.”—2 Cor. 9:6.
—¿Puedo depositar dinero en este Banco?
Un joven de quince años, pobremente vestido se paró frente a la ventanilla del cajero del banco en el pequeño pueblo de Barwick, del estado de Georgia, EE. UU. de A. Todo su aspecto de miseria y pobreza indicaba que sería hijo de un mediero de alguna de las pequeñas granjas de la región, gente que por diversas razones generalmente se encuentra en mala situación económica. Tres hojas de cartón, metidas dentro de sus zapatos completamente gastados, reemplazaban la suela que ya casi había desaparecido.
—¿Cuánto quieres depositar, Juan? —preguntó el cajero.
—Cuatro dólares —contestó el muchacho.
—¿A qué nombre quieres que se abra la cuenta? —La voz del hombre fue bondadosa, pues conocía al joven como un fiel alumno de la escuela dominical de la Iglesia Metodista.
—Juan W. Yates y Compañía —respondió el muchacho con la mayor seriedad.
El cajero miró a través de la rejilla con cierto aire de perplejidad. —¿Quién es la Compañía? —preguntó.
—Dios —contestó el joven solemnemente—. Hoy he recibido el sueldo del primer mes de trabajo, y estoy empezando una cuenta del diezmo. Este es dinero de Dios.
La historia de la vida de Juan W. Yates suena algo como una novela. Fue contador, cajero, gerente, y después jefe de la sección de abastecimiento del ejército, donde se pagaban cheques que llevaban su firma hasta por la suma de diez millones de dólares. Dos destacados pastores han descrito a este hombre como “uno de los laicos más valiosos en toda la Iglesia Metodista”.
Su madre, Eliana de Yates, había entrado a una nueva etapa en su vida espiritual en una serie de reuniones de avivamiento, y en medio de su profunda pobreza y de la lucha por vivir, había empezado a dedicar la décima parte de todos los ingresos al Señor. Juan W. Yates guardó siempre el libro de contabilidad del diezmo de su madre, en un cajón de su lujoso escritorio, al lado de su Nuevo Testamento, y lo mostraba a decenas de miles de personas en las concurridas reuniones donde él predicó la doctrina de la mayordomía. Dice al respecto: “Puede ser que este libro no merezca la aprobación de un contador profesional; pero estoy seguro de que nuestro Padre celestial considera esta contabilidad como muy buena.” Este activo obrero en la iglesia y en la escuela dominical dice que se lo debe todo al hecho de que su madre practicaba el diezmo; su devoción a esa norma marcó el rumbo para su propia vida.—Mensajero Pentecostés.

33. LA OFRENDA DE LA VIUDA
Gén. 4:3–5; 14:20; 22:2; 28:22; Ex. 23:19a; 34:26a; 35:4–29; Lev. 27:30–33; 2 Sam. 6:17, 18; 24:18–24; 1 Rey. 8:5, 62, 63; Mar. 12:41–44; Luc. 21:1–4; 2 Cor. 9:7; Heb. 11:4.
Una joven filipina quedó viuda con seis niños que sostener. Vivía con muchas privaciones y afanes: se levantaba a las cuatro de la mañana todos los días, cocinaba, lavaba, planchaba, preparaba la comida que los niños llevaban a la escuela, y a los más pequeños los atendía en todas sus necesidades. Después se iba a trabajar al campo a fin de ganar suficiente arroz y maíz para alimentar a su familia. Muchas veces, mientras los niños dormían por la noche, ella pensaba en la forma en que podría lograr que el dinero le alcanzara para pagar la colegiatura de alguno de sus niños, o para suplir alguna otra necesidad.
Un día, el pastor de la iglesia pidió que todos los miembros de ésta diezmaran. Parecía imposible que la viuda pudiera hacerlo; y, sin embargo, ella fue la primera en llevar su ofrenda de ocho dólares, que era más de la mitad de lo que había ofrecido el miembro más rico de la iglesia.

34. INACEPTABLE OFRENDA PARA CONSTRUIR UN TEMPLO
Exodo 35:20–29.
Una vez, en una grande ciudad del sur de los Estados Unidos de la América del Norte, un pequeño grupo de cristianos organizó una iglesia bautista en un barrio que estaba creciendo rápidamente, en las orillas de la ciudad. Al principio tenían los cultos en un salón que había servido de bodega, por el cual pagaban alquiler; durante el verano los tenían en una tienda de campaña. Discutieron, hicieron planes, y trabajaron para reunir dinero con el cual construir el templo que deseaban. Una persona rica que vivía en ese barrio, interesada en la cultura general, pero sin pertenecer a ninguna iglesia, ofreció dar 100,000.00 (cien mil dólares) para la construcción del templo: con la condición de que a ella se le permitiese hacer los planos y vigilar la construcción del templo para que se hiciera como ella pensaba que debía ser construido. La iglesia, cortésmente, rechazó la cuantiosa pero sospechosa oferta. Esa iglesia, después de algunos años de orar, contribuir, trabajar y sacrificarse, ha construido un hermoso templo y lo ha equipado con un moblaje conveniente.
Los templos tienen más que ladrillos, mezcla, yeso, ventanas y bancas: tienen lágrimas, corazón y sacrificios de las iglesias que los construyen.—Broadman.

35. EL BAJO COSTO DE OFRENDAR
Gén. 4:3–5.
“Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
La queja más común es contra el alto costo de la vida, y muchas personas se valen de esta excusa para no ofrendar. Pero el hecho es que cuesta más vivir si no ofrendamos. El gobierno espera que seamos liberales en nuestras ofrendas para causas nobles, y de esta manera las contribuciones son menores. No damos para recibir, pero así sucede en la vida: “Echa tu pan sobre las aguas.”
La historia de Ananías y Safira es un ejemplo del alto costo de no ofrendar. (Hechos 5:1–12).
Ellos vendieron una posesión y podían haber ofrendado; pero “sustrajeron parte de su valor” y se pusieron de acuerdo para ser egoístas con sus amigos necesitados. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazónpara que mintieses …?” Ananías y Safira no fueron honrados para con Dios.
“Al oir Ananías estas palabras, cayó y expiró.” ¿Cuánto costó a esta pareja el no ser buenos mayordomos?
1.     Los privó del gozo de ser amigos liberales.
2.     Los privó de su integridad delante de Dios.
3.     Perdieron el lugar que ocupaban entre sus amigos cristianos.
4.     Les costó su propia vida.
Es mucho más barato dar, ¿verdad?—Fred T. Laughton, Jr.

36. PARA MISIONES
2 Cor. 8:1–4.
Sus manos temblaban al poner dentro de mi bolsillo el arrugado billete. “Es para misiones”, me dijo casi al oído. Recordé que aquel anciano sólo recibía mensualmente 18, 00 dólares como pensión, y de eso él ya había dado el diezmo.
—Lo siento, pero no puedo tomar este dinero —le dije—, yo sé que usted tiene muy poco para sus propios gastos. Sus ojos me miraron con fijeza y con severidad cuando me dijo:
—Pastor ¿sólo porque soy pobre va usted a negarme el privilegio de dar para una causa que amo tanto?—W. E. Grindstaff.
37. COMO OBRA DIOS
Ex. 3:2–6; 9:18–35; 14:21–30; Jos. 10:10–13; 1 Rey. 9:9–18.
Dios hace la mayor parte de su obra en la naturaleza por medio de fuerzas ocultas y silenciosas. La gravitación trabaja en silencio conservando al océano en su lugar y sosteniendo a las estrellas en sus órbitas. Los efectos ruidosos de la gravitación no son sino la parte más insignificante de su obra. Los rayos del sol, invisible y silenciosamente, levantan tres billones de toneladas de agua cada minuto y proveen el agua de todos los ríos del mundo. El ruido de las cataratas no representa sino una parte infinitesimal de su fuerza. El relámpago es una pequeñísima parte de la obra de Dios por medio de la electricidad. El terremoto es una pequeña porción de la obra geológica de Dios. El torbellino es sólo una parte insignificante de lo que el aire hace en el mundo.—P.

38. ¿QUE HACES AQUI, ELIAS?
Gén. 3:9; 1 Rey. 19:9, 13.
Un cartel con la inscripción: “¿Qué haces aquí, Elías?” cayó en manos de cierto ministro alemán en el estado de Maryland. Estaba tan contento con él que se resolvió a traducirlo al alemán, para el bien de una parte de su congregación. Apenas había comenzado la traducción, cuando le llamaron a salir. Cierto señor Elías que vino a ver al ministro durante su ausencia, viendo el cartel y sintiéndose impresionado por el título, se lo llevó. Cuando volvió el ministro, su esposa le dijo lo que había sucedido, y fue luego en busca del señor Elías, porque deseaba terminar su traducción. Al pasar por cierta casa, por la ventana vio a este individuo, ocupado con algunos amigos incrédulos, jugando. El ministro, metiendo la mano por la ventana, tocó al señor Elías en el hombro, diciendo a la vez: “¿Qué haces aquí, Elías?” Fue una palabra oportuna y que lo llamó del camino tortuoso del pecado y la insensatez al angosto camino que conduce a la Nueva Jerusalén.—El Expositor Bíblico.

39. NOSOTROS: LIBROS ABIERTOS
Una mujer china que acababa de aprender a leer, oró, diciendo: “Señor, vamos a trabajar entre muchas personas que no saben leer. Señor, haz que nuestras vidas sean Biblias abiertas, para que aquellos que no pueden leer el Libro, puedan leerlo en nosotras.”—The Homiletic Digest.

40. UN PADRE VA A LA CARCEL PARA DAR BUEN EJEMPLO A SU HIJO
Prov. 6:20a.
Uno de los periódicos de Louisville, Kentucky, en 1956 publicó la noticia de que un padre de familia había violado las leyes de tránsito y, reconociendo su culpa, la confesó, y no procuró desconocer sus responsabilidades; además, en lugar de pagar una multa prefirió la pena máxima: la de ser encarcelado. Ese padre de familia explicó su determinación, diciendo: “Creo que de esta manera enseño a mi hijo que no debemos menospreciar las leyes.”—Broadman.

41. EL CHINO LEPROSO, PERO SABIO
Lev. 13; 14; Job 2:7; Mat. 8:2–4; 9:1–9; 27:31; Mar. 1:40–45; Luc. 5:27–32.
—¡Señor, te bendigo porque me permitiste ser un leproso!
La enfermera, extrañada, le protestó:
—Pero … ¿ cómo podéis dar gracias a Dios por desgracia tal?
—Porque por ella vine al hospital de la Misión y hallé a mi Salvador, y voy al cielo a vivir con el que tanto nos amó.—Dic. Anécd. Ilust.
42. CARLOS G. FINNEY TRES GRANDES SIERVOS DE DIOS
Heb. 11:32.
Nació Carlos G. Finney, en Warren, estado de Connecticut, Estados Unidos, en el año 1792. Sus padres, poco religiosos, no influyeron ventajosamente en la vida espiritual de su hijo. Estudió para la abogacía en una aldea de Nueva York, donde el Rdo. Jorge Gale se interesó en la conversión del joven abogado de veintiseis años. Cada lunes el ministro le hacía una visita y sus conversaciones versaban sobre las cosas del Espíritu. El señor Finney se interesó en las cuestiones teológicas y no sólo comenzó a asistir a los cultos dominicales sino también a los cultos de oración social. El joven abogado empezó a hacer investigaciones en su Biblia y luego reconoció que era inconverso. Un domingo, en el otoño de 1821, determinó hacer la paz con Dios; pero pasaron varios días antes de hacer su rendición incondicional. Cuando Finney supo que sus pecados habían sido perdonados, se sintió tan gozoso que tuvo que ir a las calles para decírselo a otros. Abandonó luego la abogacía y se preparó para el ministerio, recibiendo licencia de una iglesia presbiteriana para predicar en el año 1824. Por unos diez años se dedicó a la obra de evangelista con éxito extraordinario.
El Rdo. Finney sirvió como pastor de la Iglesia “Tabernáculo de Broadway” (congregacional) de Nueva York, por dos años; y en 1837 aceptó el pastorado de la Iglesia Congregacional de Oberlin, y fue catedrático de teología de la Universidad de Oberlin hasta 1851 cuando le hicieron presidente de dicho plantel. Dos veces visitó a Inglaterra para dirigir campañas de evangelización. Fundó la revista “The Oberlin Evangelist” en 1839 y la editó hasta el año de 1863. El alma del gran evangelista pasó a mejor mundo en 1875.—El Faro.

43. JUAN WESLEY
Jn. 1:6.
Juan Wesley, el Padre del Metodismo, nació en 1703, fue uno de los quince hijos del Rdo. Samuel Wesley, quien era clérigo de la Iglesia Anglicana que no se apegó estrictamente a las prácticas de esa secta. Juan entró en el colegio de Christ Church, de la Universidad de Oxford en el año 1720. Allí permaneció hasta su ordenación en 1725. Durante los primeros años en la escuela, como él mismo confiesa, no tenía “la menor idea de santidad interior, y cometía habitualmente el pecado y aun frecuentemente con gusto”. Mas Juan y Carlos, su hermano menor, con unos trece alumnos más, formaron entre sí una asociación para el fomento de la piedad. Los demás jóvenes por escarnio les llamaban “el club de los santos”, y les dieron el apodo de “metodistas” con motivo de la regularidad con que cumplieron sus deberes religiosos.
Juan Wesley acompañó al General Oglethorpe a la Colonia de Georgia como misionero. “Fui a América”, dice Wesley en su diario, “a convertir a los indios, mas ¿quién me convertiría a mí?” Poco a poco, por el estudio concienzudo de las Escrituras, y por conversaciones con los moravos, no sólo en la Colonia sino después con Zinzendorf mismo y otros caudillos del movimiento moravo, Wesley aceptó la idea de la salvación y la justificación por la fe y la predicó con todo su corazón.
En 1739, el año siguiente a su conversión, Wesley oyó al Rdo. Whitefield predicar al aire libre en Bristol, Inglaterra, e imitó su ejemplo con gran éxito. Con motivo de los muchos conversos que le seguían, se vio obligado a abrir la Capilla de la Fundación en Londres. A los cinco años Wesley ya contaba con 45 predicadores y 2.000 miembros celosos. Predicaba de dos a cuatro veces diariamente, y viajaba a caballo unos 6.000 kilómetros al año predicando el evangelio. Para el año de su muerte, ocurrida el año 1790, Juan Wesley era el director de 511 predicadores y 120.000 miembros. Puedo decirse de él, que probablemente ningún otro hombre en el siglo XVIII influyó sobre tantas mentes y corazones en toda Inglaterra.

44. REUBEN ARCHER TORREY
Hch. 6:5b.
Reuben Archer Torrey nació en Hoboken, Nueva Jersey, Estados Unidos de N. A., en el año de 1856. Recibió su preparación para el ministerio en la Universidad de Yale, donde se le concedió el título de bachiller en artes, en 1875, y el título de bachiller en divinidades, en 1878. Al graduarse en la universidad en 1878 el señor Torrey fue ordenado al ministerio y fue misionero de las iglesias congregacionales por algunos años en Minneapolis, estado de Minnesota. Los años 1882–83 el hermano Torrey los pasó en Alemania, estudiando en la Universidad de Leipzig y en Erlangen.
De 1889 a 1908 el doctor Torrey fue superintendente del Instituto Bíblico Moody en Chicago. Durante este tiempo especialmente, el señor Torrey dirigió campañas de evangelización en varias partes del mundo; sus sermones fueron usados poderosamente por el Señor en Japón, China, Australia, Tasmania, Nueva Zelandia, India, Inglaterra y Escocia. Cuando por medio de un intérprete uno de sus sermones fue predicado en Japón, ochenta y siete japoneses profesaron públicamente su fe en Cristo como el único Salvador. Volvió el doctor Torrey a Inglaterra otra vez en el año de 1911 y dirigió otra serie de campañas de evangelización en la Gran Bretaña.
El doctor Torrey escribió un buen número de libros, varios de los cuales se han vertido al castellano, como por ejemplo: Cómo Orar, Supuestos Errores de la Biblia, y La Persona y la Obra del Espíritu Santo. Dos libros en inglés que han influido mucho sobre los alumnos en seminarios e institutos bíblicos son: Cómo Traer a los Hombres a Cristo, y Cómo Promover y Dirigir Campañas de Evangelización.—El Faro.

45. EL EXITO DE LAS MISIONES
Gén. 12:1–3; Sal. 51:13; Is. 45:22–24; 49:6; 52:7–10; 56:1–5; Nah. 1:15; Mat. 28:18–20; Mar. 16:15, 16; Hch. 1:8; 11:19–26; 13:1–3; Rom. 10:13–16; 1 Cor. 9:16; Heb. 11:8–12.
Carey y sus acompañantes, los primeros misioneros bautistas que fueron a trabajar entre los indostanos, tuvieron que hacerlo con todo rigor por el término de siete años antes de que el primer converso fuera bautizado. Cuando las iglesias que sostenían a esos misioneros se dieron cuenta de que después de tantos años de trabajo no se tenía el fruto que se deseaba, se desanimaron e intentaron retirarles la ayuda pecuniaria. Entonces Judson escribió a estas mismas iglesias y les dijo lo siquiente: “Suplico a las iglesias que me sostienen, que tengan un poco de paciencia.”
Esta misión se principió en el año de 1814; y en el año de 1870 había más de cien mil convertidos.—El Expositor Bíblico.

46. EL PODER DE UN CENTAVO
Gén. 12:1–3; Sal. 51:13; Is. 45:22–24; 49:6; 52:7–10; 56:1–5; Nah. 1:15; Mat. 28:18–20; Mar. 16:15, 16; Hch. 1:8; 11:19–26; 13:1–3; Rom. 10:13–16; 1 Cor. 9:16; Heb. 11:8–12.
Se dice que una señora se encontraba preparando un paquete que iba a enviar para la India. En ese momento se presentó un niñito de la familia, el cual tenía un centavo que quería obsequiar al pueblo de ese país. Con el centavo compró un folleto evangélico y lo puso en el interior del paquete. Este folleto llegó a las manos de uno de los jefes de Birmania, que por medio de su lectura se convirtió al evangelio. Más tarde ese jefe, después de haber experimentado lo que la religión de Jesús hace en el corazón del hombre, contó esto a sus amigos: con el resultado de que varios de ellos se convirtieron también. Más tarde se organizó una iglesia, la cual pidió que un misionero fuera enviado, y quince mil convertidos fueron el fruto de la pequeña semilla.—El Expositor Bíblico.

47. DANDOSE PRIMERO A SI MISMA
Gén. 12:1–4; Is. 6:1–8; Mat. 28:18–20; Mar. 16:15, 16; Luc. 24:46–48; Hch. 1:8; 4:31, 33; 9:1–6; 26:9–20; Heb. 11:8.
Se dice que la primera persona que se ofreció para la obra misionera en la Iglesia Metodista del Sur, fue una señora, maestra de escuela del Estado de Misisipí. Oyó un sermón sobre las misiones y, sintiéndose constreñida, colocó en la canastita de la colecta una tarjeta con las palabras escritas: “Yo misma me doy, y doy también cinco pesos, para la obra misionera.” Más tarde se casó con un misionero y lo acompañó a China. Su hijo llegó a ser el obispo Lambeth, uno de los más notables de los misioneros modernos.—El Expositor Bíblico.

48. AVIVAMIENTOS
Hch. 9:31.
Juan y Carlos Wesley dirigieron un avivamiento cuando la gente de Inglaterra había olvidado a Dios. En el año 1859 hubo un avivamiento en Irlanda que cambió la ciudad de Belfast en “una ciudad de Dios”. En los albores nacionales de EE. UU. de N. A., hubo un gran avivamiento dirigido por Jonatán Edwards.
En todos estos avivamientos el espíritu de Dios se manifestó a través de un hombre quien amaba a Dios y quien quería que todas las gentes le amasen y le sirviesen. Las personas se reunían para escuchar la lectura de las leyes divinas al igual que antiguamente escuchaban la lectura que hacía el rey Josías del Libro de la ley.—The Junior Leader.

49. BILLY GRAHAM
1 Cor. 15:10a.
Billy Graham nació en un hogar cristiano en Charlotte, Carolina del Norte, EE. UU. de N. A., en el año 1918. Le gustaban los deportes y soñaba con llegar a ser un jugador profesional de baseball.
Cuando contaba diecisiete años, concurrió en compañía de un amigo, a una reunión de evangelización en la cual predicó Mordecai Ham. Aquella noche se dio cuenta de que algo faltaba en su vida.
A la siguiente noche regresó al lugar donde se estaba celebrando esta serie de reuniones pero esta vez se sentó con el coro, pensando de esta manera esconderse detrás del predicador. No pudo esconderse de Dios. Dios le llamó aquella noche para que rindiese su corazón y vida a él. Los versículos a los cuales dio lectura el doctor Ham son los versículos favoritos del doctor Graham. ¿Te gustaría leer Romanos 10:9, 10?
Billy Graham ha dirigido series de evangelización en muchas de las principales ciudades del mundo. Probablemente ningún individuo a lo largo de la historia ha predicado a tantas personas o ha guiado a tantas a los pies de Cristo. Antes de dirigirse al lugar donde se celebrará la serie de reuniones, miles de personas por todo el mundo piden que Dios hable por boca de Billy Graham.
La mayor parte del tiempo, el doctor Graham está lejos de su hogar y de los suyos. El siente, al igual que el rey Josías de antaño, que las gentes necesitan oir las leyes de Dios. Al predicar, tiene entre sus manos la Biblia a la cual hace referencia con frecuencia. La Biblia es su guía e inspiración. Una vez dijo refiriéndose a la Biblia: “En sus páginas se hallan las respuestas a las necesidades humanas más profundas.”
Estando en Escocia dirigiendo una campaña, un reportero le hizo la siguiente pregunta: “¿A qué atribuye su éxito?”
“La única explicación que yo puedo dar”, contestó Billy Graham, “es a Dios”.
Billy Graham ha hecho aquellas cosas que expresa Josué 1:7, 8.—The Junior Leader.

50. SIRVIENDO A CRISTO EN EL EMPLEO
Col. 3:23, 24.
El doctor Roberto Andrés Hingson es un ejemplo de cómo se puede ser un fiel creyente en cualquier vocación que uno escoja. Es un médico cristiano, inventor, y profesor de medicina.
El doctor Hingson está realizando una ambición que tuvo sus albores cuando contaba cinco años de edad. Como niño sentía gran respeto por el médico que atendía a su familia. Solía acompañarlo al hacer visitas y tenerle la brida al caballo mientras el médico prestaba sus servicios al paciente.
Nació en Anniston, estado de Alabama, EE. UU. de N. A. Al terminar sus estudios secundarios y con la ayuda de una beca, pudo matricularse en la Universidad de Alabama. A pesar de trabajar como camarero y secretario para sufragar sus gastos, Bob prestó sus servicios como presidente de la agrupación estudiantil bautista. Terminó brillantemente sus estudios en 1935.
Cursando estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad Emory, sufragó sus gastos trabajando como ordenanza, técnico de rayos X, y asistente dietético.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, el doctor Hingson prestó sus servicios al Departamento de Salubridad Pública de los EE. UU. En 1942 cursó estudios especiales de anestesia en la Clínica Mayo. Desde esa fecha ha hecho muchas contribuciones a la ciencia médica. Al presente es profesor de anestesia en la Universidad Western Reserve, Cleveland, Ohio, EE. UU. de N. A.
El doctor Hingson y su familia son miembros activos de la Primera Iglesia Bautista de su ciudad. Tanto él como la señora de Hingson trabajan entre los jóvenes. Su pastor dice de él: “Quien ocupa lugar tan prominente en su profesión frecuentemente cuenta con escaso tiempo para el trabajo de la iglesia o las cosas del espíritu. Esto no se aplica a Roberto Hingson.”
Quizás el secreto de su dinámica vida cristiana está revelado por el pastor que tuviera Bob Hingson durante sus días estudiantiles. La gran decisión que hiciera Bob tuvo por escenario el despacho de este pastor. Cierto día, después de haber orado juntos, Bob dijo: “Dios ha revelado su voluntad para mi vida de manera muy clara. Hoy dedico mi vida, mi profesión, mi tiempo, mis talentos al Señor Jesucristo, a fin de hacer más livianas las agobiantes cargas y mitigar el sufrimiento y la angustia de la humanidad.”—The Junior Leader.

51. HOMBRE DE NEGOCIOS EVANGELISTA
Hch. 9:6.
Un orador perito, miembro de un equipo de tenis, de gran prestigio entre sus compañeros de estudio, y presidente del cuerpo estudiantil, eso era Howard E. Butt. De haber visto a Howard E. Butt aquel año escolar en Del Mar Junior College, Corpus Christi, Texas, EE. UU. de N. A., usted hubiera creído que era uno de los jóvenes más felices del mundo. Pero había una cosa que le quitaba la tranquilidad. Era un creyente nominal pero frecuentemente era acosado por dudas acerca de su fe. Esto ocurría durante la Segunda Guerra Mundial.
Cierta noche, un marino que estaba presente en los servicios invitó a Howard para que asistiera a una reunión de oración. No queriendo rechazar la invitación e impresionado por la sinceridad del marinero, Howard lo acompañó. Este amigo, Juan Broger, tuvo una larga conversación con Howard. Una noche le dijo: “¿Cuándo te darás cuenta de que el Señor no quiere tu talento, ni tu dinero, ni tu tiempo? El Señor te quiere a ti.”
Cuando Howard, Butt tenía diecisiete años de edad hizo pública su decisión de seguir a Cristo. Se dio cuenta entonces de la necesidad que el mundo tenía de Cristo. Comenzó a predicar en reuniones de jóvenes, clínicas médicas, misiones, en una cruzada evangelizadora de Billy Graham en Boston, en todo lugar hacia donde se sentía guiado.
Buscando sinceramente la voluntad divina, sabía con certeza, después de haber cursado estudios universitarios y un año de seminario, que Dios no lo necesitaba como pastor. Dios quería que predicase como hombre de negocios.
Al presente, Howard Butt es vicepresidente de la compañía de su padre, una cadena de más de sesenta tiendas. Una tercera parte de su tiempo lo invierte predicando en reuniones de evangelización, siempre sufragando sus propios gastos. Estos gastos montan a unos 14.000 dólares anuales.—The Junior Leader.

52. TUVO QUE IRSE
Is. 6:8.
En un tranquilo y cómodo hogar de Nueva Inglaterra, allá por el año 1812, vivía una jovencita llamada Melinda Rankin. Desde que aceptara a Cristo, no se hallaba satisfecha en la alegría de este hogar. La embargaba el deseo de hablarles a otros acerca de Jesús.
No fue sino hasta que Melinda contaba veintiocho años que tuvo la oportunidad de salir de su hogar, rumbo al valle del Misisipí como misionera. Era tiempo de guerra y la vida era difícil.
Cuando terminó la guerra con México, los soldados que regresaban contaban de las personas ignorantes dominadas por los sacerdotes. La señorita Rankin se preocupó mucho. Escribió artículos para periódicos y de esta y otras maneras intentó interesar a las iglesias y sociedades misioneras. Nadie parecía estar listo para ir al campo. Por fin ella dijo: “Iré yo misma.”
Pero México era entonces un estado sin leyes. La señorita Rankin no podía ir allí. En cambio, se estableció cerca de Brownsville, Texas, sobre el río Grande, justamente en la ribera opuesta de Matamoros, México.
No pudo hallar casa. Otras mujeres se hubieran desalentado, pero no así Melinda Rankin. Al fin encontró dos habitaciones que alquiló, una como vivienda personal, la otra para su escuelita.
Fue admirable que, muchas niñas mexicanas asistieran a la escuelita de la señorita Rankin el primer día do clase. Cierto día una señora vino pidiendo cambiar un santo por una Biblia. La señorita Rankin le dio dos Biblias, una de las cuales había de llevar para una amiga de México. Esta fue la primera Biblia que pudo hacer cruzar la frontera. Con la ayuda de la Sociedad Bíblica Americana, pudo enviar centenares de ejemplares a México. Muchos mexicanos llamaban a su puerta, suplicando que les diese un ejemplar del Libro de Dios.
Cuando estalló la guerra civil en EE. UU. de N. A., la señorita Rankin se vio obligada a salir de Texas e ir a México, donde había querido trabajar. Se le rechazó de casa en casa pero con todo pudo establecer la primera misión protestante. El número de convertidos se multiplicó y estos nuevos creyentes iban de casa en casa ansiosos por contarles a otros la historia.
Durante los muchos disturbios y batallas de 1871 ella no sufrió heridas. Cuando se retiró, la iglesia que ella organizó contaba con ciento setenta miembros mexicanos.
Ella fue quien dijo: “La palabra ‘desaliento’ no se encuentra en el diccionario del reino de los cielos.”
Como Ester, Melinda Rankin estaba dispuesta a sacrificar sus placeres a fin de poder ayudar a otros.—The Junior Leader.
53. UNA NUEVA LUZ
Apoc. 2:10d.
Quiero contarles acerca de Nobuyoshy Togami. Llamémosle Togami San puesto que así le dicen en el Japón. San es un título empleado muy a menudo salvo para aquellos que tienen títulos especiales como el de “maestro”. Togami San oyó hablar acerca de Jesús por primera vez cosa de dos años después de la Segunda Guerra Mundial. Los japoneses eran muy pobres; pero, más que eso, ahora que sabían que el emperador no era dios, no tenían en quién creer. Además, el padre de Togami San había muerto hacía sólo cuatro años. Por supuesto, Togami San no sabía qué hacer.
Después de oir el sermón del doctor Garrott, comenzó a asistir a la iglesia todos los domingos. No había templo pues había sido destruido en la guerra. Los creyentes se reunían en un pequeño hospital cuyo dueño era cristiano. El grupo que conoció Togami San parecía tener esperanza y gozo, los cuales Togami San no había hallado en ninguna otra parte. Todos se llamaban unos a otros “hermana” y “hermano”. Después de dos años confesó a Cristo como Salvador. Por el gozo que tenía, las personas comenzaron a decir: “Has cambiado desde que comenzaste a asistir al templo.”
No era fácil vivir una vida cristiana. Su familia se quedaba acostada los domingos por la mañana, sin desayunarse hasta las nueve de la mañana. No querían que fuese al templo ni que fuese cristiano. Pero después de aceptar a Cristo, Togami San continuó siendo fiel. Los domingos por la mañana se levantaba más temprano que de costumbre, cumplía con sus responsabilidades hogareñas, y salía de casa a las ocho de la mañana sin desayunarse. Cuando tomó la resolución de dedicar su vida al servicio del Maestro, su familia le suspendió inmediatamente la ayuda económica que le daba para asistir a la escuela. Tuvo que comenzar a trabajar para costearse los estudios.
Por último, la familia de Togami San dijo terminantemente que no se oponían a que trabajase en la iglesia pero que sí se oponía a que asistiera al seminario. Entonces decidió no asistir al seminario a fin de vivir en paz con su familia. Pero Dios le ayudó a Togami San en la tarea de guiar a cuatro muchachos más a los pies de Cristo. Después de esta experiencia, se convenció de que debía ir al seminario para prepararse para la obra del Señor. Aunque su familia se enojó mucho, fue al seminario. La beca que obtuvo fue sufragada por una iglesia en los EE. UU. de N. A.
Cierto día Togami San se encontraba tan descorazonado con sus estudios en el seminario que le dijo a su familia que estaba tentado a abandonarlos. Entonces fue su madre quien dijo: “¿Qué ha pasado con la firme resolución que adoptaste aun ante la fuerte oposición de tu familia? Tú escogiste este camino; ahora no puedes desistir. Aunque yo también me opuse, ahora trataré de ayudarte a fin de que llegues a ser un buen pastor.” Todavía no es creyente pero con todo, siempre alienta a su hijo. La hermana menor de Togami San se convirtió en 1953 y Togami San continúa orando para que toda su familia llegue a depositar su fe en Cristo Jesús. — The Junior Leader.

54. “¿LO SIENTE USTED?”
Rom. 1:15; 1 Cor. 1:23, 24; 1 Cor. 3:9a; 9:16; 2 Cor. 6:1.
La familia del doctor y pastor don Eduardo Besson tenía una vieja cocinera en Neuchatel, Suiza.
Su hijo Pablo, una vez ordenado pastor, cierto día, predicó uno de sus sermones que fue escuchado por la vieja cocinera. Esta, al volver a su casa y haciendo referencia al mismo sermón, le preguntó: “¿Lo siente usted?”.
Don Pablo, como comúnmente lo llamábamos, el campeón del evangelio de las Repúblicas del Plata, dejó sin respuesta la pregunta que le hiciera la cocinera, se puso de rodillas, y dijo al Señor: “¡Qué razón tenía la cocinera!”
A Don Pablo, como predicador del evangelio, la pregunta “¿Lo siente usted?” le fue como una luz que le sirvió eficazmente en la exposición de sus fogosos y penetrantes mensajes.
“¿Lo siente usted?” Esta pregunta debe resonar continuamente en el fuero íntimo de cada predicador del evangelio, y ocupar un lugar prominente en el corazón y en la mente de cada pastor.—Orestes Marotta.

55. LA “ARMADA INVENCIBLE” VENCIDA
Sal. 119:89; Is. 11:9; 40:8; Hab. 2:14; Mat. 5:18; 16:18b; 24:35; 28:18–20; Mar. 13:31; Luc. 21:33; Jn. 12:34; Hch. 1:8; 1 Ped. 1:25.
Felipe II (1527–1598) era rey de España y de Portugal, y puede decirse que también llegó a ser dictador y dueño de Milán, de una parte de Francia, de los Países Bajos, de todo México y Perú; y decía que en sus dominios no se ponía el sol. “Utilizó a la Inquisición como instrumento de gobierno para evitar la extensión de la herejía en sus estados, y lo logró en España.” (Dic. Enc. Abrev. Espasa-Calpe). Quería exterminar el protestantismo en Europa; pero se dio cuenta de que esto le costaría mucho dinero, y despreciando los procedimientos legales despojó de muchos tesoros a sus colonias citadas. El papa permitió a ese rey que atacara a Inglaterra y se apoderara de ella si podía, a fin de evitar el extendimiento del protestantismo por las tierras que Inglaterra estaba colonizando en la América del Norte. Entonces dicho rey hizo construir la Armada Invencible, la que puso bajo el mando del Duque de Medina, y se lanzó al ataque … Pero la marina inglesa, que en ese tiempo era menos numerosa que la española, y estaba capitaneada por Howard Drake, se defendió con valentía y, ayudada por una tempestad que seguramente Dios envió, destrozó a la jactanciosa Armada Invencible a fines de agosto de 1588. Así pues, de manera providencial no fue detenido el progreso del evangelio en Europa ni su marcha a las Américas.—A. L.

56. UNA CARICATURA
Deut. 4:2; 12:32; 2 Cor. 4:2; 2 Cor. 11:4; Gál. 1:6; Apoc. 22:19.
La nariz de un hombre constituye uno de sus rasgos más prominentes y así, cuando se hace de él un retrato, es posible agrandarla de tal modo que los ojos, la boca y todo lo demás quedan reducidos a algo insignificante. El retrato, entonces deja de serlo, y se convierte en una caricatura.
En forma parecida, es posible proclamar ciertas doctrinas importantes del evangelio con tanta intensidad, que las demás de ellas quedan relegadas a la sombra, y la predicación ya no es el anuncio del evangelio en su belleza natural, sino una caricatura de la verdad. Y debo confesar que hay algunas personas que parecen ser muy afectas a esta caricatura.—C. H. Spurgeon.

57. “EL HOGAR”
Ef. 6:1–4.
“El hogar: un mundo de sensación afuera, y un mundo de amor adentro.”
“El hogar: un sitio donde los pequeños son grandes, y los grandes son pequeños.”
“El hogar: el reino del padre, el mundo de la madre, y el paraíso del niño.”
“El hogar: el lugar donde nos quejamos más, y donde se nos trata mejor.”
“El hogar: el centro de nuestros afectos, alrededor del cual nacen los mejores deseos de nuestro corazón.”
“El hogar: el lugar donde nuestro estómago recibe tres comidas al día, y nuestro corazón amor y estímulo.”
“El hogar: el único lugar en la tierra donde las falias y las flaquezas de la humanidad quedan cubiertas bajo el dulce manto del amor.”—Mensajero Pentecostal.

58. BIENAVENTURANZAS DE LOS MATRIMONIOS CRISTIANOS
1 Ped. 3:1–7.
Bienaventurados son el esposo y la esposa que continúan afectuosos, considerados y amantes después que las campanas nupciales han dejado de sonar.
Bienaventurados son el esposo y la esposa que son tan condescendientes y corteses el uno con el otro como son con sus amigos.
Bienaventurados son aquellos que tienen un sentido de humor, porque este atributo será un medio disponible para absorber el impacto de los embates de la vida.
Bienaventurados son los matrimonios que se abstienen del uso de bebidas alcohólicas.
Bienaventurados son los que aman a su cónyuge más que a ninguna otra persona en el mundo y que alegremente cumplen su promesa matrimonial de fidelidad y de ayuda mutua por ambas partes.
Bienaventurados son los que llegan a ser padres, porque los hijos son la herencia del Señor.
Bienaventurados son aquellos que dan gracias a Dios por el alimento antes de participar de él y que separan algún tiempo cada día para la lectura de la Biblia y la oración.
Bienaventurados son aquellos cónyuges que nunca se hablan uno al otro en voz alta y que hacen de su hogar un sitio donde nunca se oye una palabra desalentadora.
Bienaventurados son el esposo y la esposa que fielmente asisten a los cultos de adoración de la iglesia y que trabajan juntos en la iglesia para el extendimiento del Reino de Cristo.
Bienaventurada es la pareja que tiene una comprensión completa de los asuntos financieros y que delinea un plan de sociedad con el dinero que recibe.—Heraldo Cristiano—Habana, Cuba.

59. HOGAR CRISTIANO
Luc. 10:38–42.
Donde el ruego al Señor se hace frecuente
Y la Biblia es leída reverente;
Do las obras expresan fe viviente,
¡Allí existe el hogar!
Do los padres, los hijos, los hermanos
En estrecha amistad unen sus manos;
Do no existen querellas ni odios vanos,
¡Allí es puro el hogar!
Do la luz del amor brilla piadosa,
Donde esplende la Biblia luminosa,
Y la oscura maldad huye medrosa,
¡Es glorioso el hogar!
Do nunca se escuchan voces crueles,
Ni destilan los odios negras hieles,
Pero oyen de amor, cánticos fieles,
¡Es glorioso el hogar!
Donde reinan la paz y la armonía,
Donde no hay más tinieblas, sino día;
Y se escucha una alegre melodía,
¡Es precioso el hogar!
Donde Cristo es el huésped amoroso
Y se escucha su voz plena de gozo;
Do no viste el orgullo desdeñoso
¡Es cristiano el hogar!
—Heraldo Cristiano.

60. ESPOSOS QUE SE CONVIERTEN POR LEER LA BIBLIA
Sal. 119:109.
Oí hablar en cierta ocasión de un matrimonio que llegó a tener una Biblia. Ninguno de los dos esposos la había conocido antes. El marido empezó a leerla en su hogar.
Unos días después se dirigió a su esposa y le dijo: “Amada, si este libro es verdad, estamos equivocados”. Continuó la lectura de la Biblia y al cabo de unos días más habló nuevamente a su esposa en estos términos: “Si este libro es la verdad, estamos perdidos.” Con más avidez que nunca prosiguió estudiando el libro hasta que, una noche, exclamó: “Amada esposa, si este libro es la verdad, ¡podemos ser salvos!”
El mismo libro que le había revelado que estaban condenados le reveló el medio de ser salvos por Jesucristo. Esta es la gloria de la Biblia.
Confíe usted en Cristo ahora mismo, sólo y plenamente en él para siempre, y será salvo.
No hay situación de la vida humana en que la Biblia no traiga fuerza y consolación.—La Voz Bautista.

61. LUCIO QUINCIO CINCINATO BUEN AGRICULTOR, GOBERNANTE Y MILITAR
1 Sam. 9:1–5, 20; 10:2b, 14; 11:1–13.
Puede decirse que esto era Lucio Quincio Cincinato, quien vivió por los años 519 a 439 a. de J. C., y era un rico patricio. Por un delito que cometió su hijo Caeso, tuvo que pagar una multa y quedó en la ruina. Entonces se dedicó a la agricultura: trabajo que fue su principal ocupación en el resto de su vida. En Roma se tenía un problema legislativo: se discutía la ley Terentilia Arsa, sostenida por los tribunos; y los patricios hicieron que a Cincinato se le nombrara cónsul.
El cónsul romano era un magistrado que durante un año sobrellevaba las responsabilidades que le imponía la primera magistratura de la república, y disfrutaba de los derechos que eran propios de ese puesto. Dos cónsules actuaban al mismo tiempo durante el mismo año.
Cincinato estaba trabajando en sus campos que tenía cerca del Tíber cuando unos lictores le notificaron el nombramiento, el cual aceptó aunque sintió tener que abandonar sus trabajos agrícolas. En el año de su consulado restableció la tranquilidad entre los tribunos y los plebeyos. Al terminar el año volvió a sus actividades del campo, aunque el Senado quería que continuara como cónsul, lo cual Cincínato no aceptó.
Cuando los volscos, los ecuos y los aqueos intentaron apoderarse de Roma, el Senado nombró dictador a Cincinato, le concedió poderes absolutos, y fue a notificarle tal designación: lo encontraron cuando estaba con la mano en el arado cultivando sus tierras. Aceptó el nombramiento, fue a Roma y el pueblo lo recibió con júbilo. Después se puso al frente de las legiones romanas, dirigió los combates, y derrotó, uno por uno, a todos los enemigos de su patria. Regresó a Roma victorioso, con un rico botín, habiendo asegurado para ella la paz internacional, a lo menos por lo pronto; y renunció al poder que se le había otorgado. El Senado y los cónsules quisieron nombrarlo dictador por segunda vez, aunque ya tenía ochenta años de edad; pero él no cedió a sus instancias, y regresó a su finca para seguir cultivando la tierra y vivir como un simple ciudadano.
En todos los cargos que desempeñó Cincinato, demostró que era un hombre de vida recta, honrado, íntegro, hábil como estratega militar y legislador, y poseedor de un patriotismo intenso y puro.—A. L.

62. ESTATURA DE ISAAC WATTS
1 Sam. 9:2; 10:23; 16:7.
Isaac Watts fue autor de muchos himnos que actualmente cantamos en el idioma español. Isaac, en su niñez, era de estatura muy baja; y cuando llegó a adulto no era alto, sino más bien bajo de estatura. En esta época de su vida, la de adulto, escribió en verso el siguiente pensamiento que, traducido en prosa española, dice: “Si yo fuera tan alto que con mi mano pudiera asirme del cielo mismo, esa no sería mi verdadera estatura: la estatura del hombre es el alma.”
La altura de una persona no se mide por su elevada estatura, o por su inteligencia sobresaliente, o por las riquezas que posee: se mide por sus cualidades y, al mismo tiempo, por el servicio que con ellas da a Dios y al género humano.
Dios mide así a todos los seres humanos, ya sean sus siervos o sus enemigos.—Adaptación.

63. LAS ESPIGAS Y EL TRIGO
Jn. 15:8; Stg. 4:6.
Iba un labrador a visitar sus campos para ver si estaba en sazón la cosecha. Había llevado consigo a su pequeña hija, Luisita.
—Mira, papá —dijo la niña sin experiencia—, cómo algunas de las cañas de trigo tienen la cabeza erguida y altiva; sin duda serán las mejores y las más distinguidas: esas otras de su alrededor, que la bajan casi hasta la tierra, serán seguramente las peores.
El padre cogió algunas espigas y dijo: —Mira bien, hija mía: ¿ves estas espigas que con tanta altivez levantan la cabeza? Pues están enteramente vacías. Al contrario, estas otras que la doblan con tanta modestia, están llenas de hermosos granos.
El sabio y el bueno son humildes: la soberbia es propia del ignorante y del malo.

64. COMO MATAR A TU IGLESIA
Sal. 11:4; 27:4; 65:4; 84:10; 93:5; 122:1; Ecl. 5:1; Hab. 2:20; Mat. 21:13; Mar. 11:17; Jn. 3:1; Hch. 2:46, 47; 1 Cor. 5:1–7; 6:1–11; 11:16; 14:33; Heb. 10:25; Jd. 19; Apoc. 2:20–23.
En primer lugar; ¡No vengas!
Si vienes, ¡ven tarde¡
Al venir, ¡ven de mal humor¡
Al salir de la iglesia, pregúntate: ¿Qué valía todo esto?
¡No aceptes nunca un cargo en la iglesia! Vale más seguir criticando a los demás.
¡Visita a las otras iglesias a cada rato para enseñarle al pastor que él no es quien te manda! Hay que guardar la independencia.
¡Haz que el pastor gane su dinero! ¡Deja que él haga todo el trabajo!
Al acudir al templo, siéntate muy atrás, cerca de la puerta. ¡No cantes! O si cantas, ¡canta bien destemplado¡
¡No des tus contribuciones por adelantado! ¡Espera por lo menos hasta haber recibido lo que tu dinero vale!
¡No animes al pastor! Si te gusta el sermón, ¡cállatel pues muchos pastores se perjudican por causa de la adulación. ¡No permitas que la sangre de él esté sobre tus manos!
¡Cuenta las faltas de tu pastor a todos los que te visiten! ¿Quién sabe si de otra manera ellos lo descubrirán?
¡No traigas nunca a nadie contigo a la iglesia! No hagas nada para ganar a otros miembros nuevos; por lo menos mientras la congregación tenga tal pastor!
Si hay algunos miembros animados que sirven a su iglesia y que trabajan por ella, ¡no dejes de protestar contra esa asociación exclusivista!
Si tu iglesia por mala fortuna es una iglesia feliz y armoniosa, condénala por su tibieza, indiferencia y falta de celo.
Cooperando como se sugiere arriba, tú matarás por seguro a tu iglesia.—Noticiero de la Fe.

65. MI AUSENCIA DE LA IGLESIA
Sal. 93:5; Ecl. 5:1; Heb. 10:25.
Hizo que algunos dudaran de que el cristianismo sea real.
Hizo que otros pensaran que yo soy un hipócrita.
Hizo que muchos consideraran mi bienestar espiritual y el de los demás como asunto sin importancia.
Hizo que se debilitara la eficacia del culto en la iglesia.
Hizo que el predicador encontrara más difícil presentar el mensaje.
Hizo que los hermanos se desalentaran y, por ende, no alcanzaran una bendición de Dios.
Hizo que muchos dejaran de asistir a la iglesia.
Hizo que me fuera más difícil enfrentarme a las tentaciones del maligno.
Hizo que el diablo tuviera más poder sobre las almas perdidas.
Hizo que se propagara más el hábito de no asistir a la iglesia.—Noticiero de la Fe.

66. EL SUEÑO DE UN PASTOR
1 Cor. 15:58.
Se dice que un pastor soñó una noche que él tiraba, en lugar del caballo, de un gran carretón cubierto con toldo. El trabajo era muy difícil y avanzaba lentamente, sobre todo cuando llegó a una parte barrosa del camino. Por fin sólo pudo hacer que el carretón avanzara unos pocos centímetros. Esto le parecía bastante raro, puesto que la última vez que había mirado hacia atrás, creía haber visto a toda la congregación que ayudaba a empujar. Finalmente, cuando él estaba casi agotado, miró hacia atrás para examinar las causas de la dificultad. Ahí se dio cuenta de que los miembros de la iglesia, no sólo habían dejado de empujar sino que se habían subido al carretón, y ahí estaban sentados, ocupados en criticar al pastor porque no tiraba del carretón con mayor rapidez.
Bueno … ¿y es solamente un sueño …?

67. JERUSALEN EN RUINAS
Is. 4:8–15; Jer. 15:5–9; Lam. 1:1; 5:18; Miq. 3:12; Jer. 26:18.
Al aproximarse a Jerusalén dos rabinos vieron una zorra que corría en el monte Sión. Uno de los rabinos, llamado Josué, se puso a llorar; pero el otro llamado Eleazar, se rió. —¿Por qué te ríes? —preguntó el que lloraba.
—¿Y por qué lloras? —preguntó el que reía.
—Lloro —dijo el primero—, porque veo el cumplimiento de lo que dice el libro de las Lamentaciones, pues el monte Sión está desolado y las zorras corren por él.
—Pues por la misma causa estoy riéndome —contestó el rabino Eleazar—, pues cuando con mis propios ojos veo que Dios ha cumplido sus amenazas al pie de la letra, aumenta mi seguridad de que ninguna de sus promesas dejará de cumplirse: porque siempre está más dispuesto a manifestar su misericordia que a manifestar su severidad.—Del Diccionario Bíblico, W. W. Rand.

68. ALGUNAS CONQUISTAS DE JERUSALEN
2 Sam. 5:7, 9; 1 Rey. 2:10; 8:1.
La ciudad de Jerusalén fue la capital de todo el reino de Israel hasta que éste se dividió en Reino del Norte (o de Israel), y Reino del Sur (o de Judá). Desde entonces Jerusalén fue capital del reino de Judá solamente: hasta el año 586 a. de J. C., cuando las legiones de Nabucodonosor la atacaron y destruyeron. En el año 70 d. de J. C. Jerusalén fue asaltada y destruida por las tropas romanas de Tito; y en el año 637 d. de J. C. los mahometanos la conquistaron. Los cruzados se apoderaron de ella en 1099; y los turcos la tomaron en 1517, año en que la conquistó el general inglés Allenby. Pasados los años, los judíos procuraron ser los únicos poseedores de Jerusalén, constituirse en nación independiente y organizar su propio gobierno. Esto hizo que hubiera guerra entre ellos y los árabes que ya habían estado allí. Después de cruentas batallas y de arreglos diplomáticos, el 14 de mayo de 1948 se proclamó la independencia de Israel como Estado, en acatamiento a la decisión que la Asamblea de las Naciones Unidas hizo en este sentido el 29 de noviembre de 1947. Desde esta ocasión, lo que fue la antigua ciudad, o sea la Ciudad de David, quedó bajo la autoridad del rey Abdullah de Jordania; y la nueva ciudad —progresista, con industrias modernas, hospitales, escuelas, grandes edificios de apartamientos, hoteles, tiendas elegantes, etcétera, etcétera. Está al norte y al occidente de la antigua ciudad, y quedó bajo la autoridad de los judíos.—A. L.

69. JUEZ QUE SE MULTA
Deut. 16a, 19a; Rom. 13:1, 5.
El periódico Courier-Journal de Louisville, Kentucky, EE. UU. de N. A., informó en uno de sus números del año de 1956, que un juez se juzgó a sí mismo, se sentenció a pagar una multa, y la pagó. Hizo todo esto delante de su propio tribunal. Dicho juez procedió así porque sabía que la aplicación de la justicia debe ser imparcial, sin hacer “acepción de persona”. Por lo mismo los habitantes de aquel lugar pueden tener confianza en que ese juez es justo.—Broadman.

70. HECHOS PARA SER LIBRES
Jn. 8:32–36; Rom. 6:18; 8:2; 1 Cor. 8:9; 2 Cor. 3:17; Gál. 5:1, 13; 2:4; Stg. 2:12; 1 Ped. 2:16; 2 Ped. 2:19.
“Dadme la libertad, o dadme la muerte …”—Patrick Henry. —Del estado de Virginia.— Amante de la libertad en general. Defensor de los predicadores bautistas que estaban siendo perseguidos porque predicaban “sin licencia” oficial del gobierno.
“Más vale morir en pie, que vivir de rodillas”—José María Morelos y Pavón.

71. DIOS EN NUESTRO CORAZON
Is. 9:2; 42:6; 49:6; Luc. 1:79; 16:8; Jn. 1:4, 7–9; 8:12; Ef. 5:6.
Un día viajaba en Londres en un ómnibus que estaba a obscuras. Vino un hombre a examinar nuestros boletos y me dije a mí mismo: “Este hombre no podrá ver nunca si perfora los boletos en el lugar debido.” Observándolo con curiosidad noté que se tocó un resortito en el pecho y que brilló en un pequeño globo de cristal una hermosa luz eléctrica. Por supuesto que aquel hombre podía ver en todas partes porque llevaba la luz con él. De la misma manera, cuando el corazón está lleno de Dios, encontraremos a Dios en todas partes.—F. B. Meyer.

72. SI TIENES UNA MADRE TODAVIA
Prov. 31:15, 21, 28, 30b.
¡Si tienes una madre todavía,
Da gracias al Señor que te ama tanto,
Que no todo mortal contar podría
Dicha tan grande ni placer tan santo.
Si tienes una madre … sé tan bueno
Que ha de cuidar tu amor su paz sabrosa,
Pues la que un día te llevó en su seno
Siguió sufriendo y se quedó dichosa.
Ella puso en tu boca la dulzura
De la oración primera balbucida,
Y plegando tus manos con ternura,
Te enseñaba la ciencia de la vida.
Si acaso sigues por la senda aquella
Que va segura a tu feliz destino,
Herencia santa de la madre es ella,
Tu madre sola te enseñó el camino!
E. Neuman.

73. PROMOTORES DE MISIONES
1 Rey. 19:1–18; Jer. 38:1–13; Hch. 6:8–15; 7:54–60; Hch. 16:16–24.
Hubo una raza de padres que pudo haber levantado una raza de misioneros. Citaré el ejemplo de una anciana morava. Una amiga la visitó con la tristeza reflejándose en sus miradas. “Su hijo —le dijo la amiga—, se ha ido.
—¿Se ha ido Tomás al cielo? ¿Cayó ocupando su puesto en las actividades misioneras? ¡Cuánto quisiera que Dios llamara ahora a mi hijo Juan a la obra! Poco después Juan era también misionero y también cayó. En esta ocasión, la comisión que vino a participarle la noticia a la madre, se manifestaba muy triste; pero antes de que alguna de las personas que la formaban hubiese abierto sus labios, la anciana exclamó: ¡Ojalá que él llamara ahora a la obra a mi último hijo, a Guillermo!” Y Guillermo también fue y cayó, y esta vez la noble mujer dijo: “¡Cuánto quisiera tener mil hijos que darle a Dios!”—Gray.

74. DE PINTOR A MISIONERO
Mat. 4:18–22.
Un joven artista pintor, cierto día, hizo un precioso cuadro en el que representaba a una mujer y a un niño perdidos en la noche, batallando con la tempestad.
Cuando se hallaba dándole los últimos toques su inspiración se había cambiado en una profunda emoción, porque, siendo cristiano, sus pensamientos eran: “Yo estoy pintando unas personas aquí perdidas, para alcanzar yo la gloria terrenal … Mejor sería que fuese en pos de ellos para conducirlos a su único Salvador, al cual desconocen.”
Dejando su estudio se ofreció como misionero para ir al Africa, pensando en el espantoso estado de los pobres hijos del Continente atormentado por cien enemigos.
Y aquel joven pintor se volvió el abnegado Misionero Obispo Tucker, de Uganda, cuya historia es fuente de inspiración de amor a los perdidos.—El Faro.

75. LAS BIENAVENTURANZAS DEL PASTOR
Rom. 11:13; 1 Cor. 4:1–4; 2 Cor. 6:3; Col. 4:17; 1 Tim. 4:6, 12–16; 2 Tim. 2:1, 15, 16; 4:5.
Bienaventurado el pastor que no se deja llevar por los chismes de la semana hasta el grado de introducirlos en su sermón el día domingo: porque él tendrá un mensaje de Dios.
Bienaventurado el pastor que no se ofende cuando alguien habla encomiásticamente de su predecesor, y guarda su lengua de menguar las obras del pastor anterior: porque a todos impresionará bien.
Bienaventurado el pastor que no es muy dado a tratar a las personas del sexo opuesto: porque permanecerá muchos años en la obra del Señor.
Bienaventurado el pastor que tiene bien disciplinado su hogar, cuya esposa se porta con decoro, y se viste y habla con propiedad: porque recibirá bendiciones sin cuento.
Bienaventurado el pastor que no culpa a todos los demás por sus errores y fracasos: porque será un gran director.
Bienaventurado el pastor que no se descuida a sí mismo, ni a su familia, ni el edificio en que predica: porque será respetado de todos.
Bienaventurado el pastor que posee una visión; que, con los ojos bien abiertos, echa mano a todas las oportunidades para impulsar el avance del reino de Dios: porque será deseado por todo el pueblo de Dios.
Bienaventurado el pastor que está enteramente santificado: porque será feliz siempre.—O. N. Robinson.

76. ALGUNOS “NO”
Rom. 11:3; 2 Tim. 2:1, 15, 16.
No hables entre dientes. Mastica el alimento, pero no la lengua.
No prediques largo. Más vale que la gente se vaya con ganas de oirte más, que de escucharte menos.
No prediques sermones viejos sin revisarlos antes. Los hombres grandes se ven ridículos en ropas de adolescente.
No hagas muchos ademanes. La simplicidad es muy deseable en los lugares elevados, especialmente en el púlpito.
No tengas un tono de voz monótono. Las cuerdas vo cales contienen muchas notas, usa todas las que puedas.
No hagas restallar el púlpito con tus gritos. Habla a los hombres en un volumen tan natural como el que usas cuando hablas con ellos.
No hagas oraciones largas. Recuerda siempre al visitante.
No mezcles la política con la predicación.
No descuides la oración privada. Los mejores tubos de tu órgano no pueden producir música a menos que estén llenos con el hálito divino.
No regañes a tu congregación. Dale duro a la gente sólo cuando se interponga entre ti y el diablo.
No toques mucho en una sola cuerda. La variedad es agradable, y la Palabra de Dios contiene una gran cantidad de temas distintos.
No dejes caer la voz al terminar una frase. La gente necesita oir tanto el final como el principio de tus pensamientos.—El Heraldo de Santidad.

77. GIPSY SMITH ORO POR SU TIO
Rom. 9:1–3.
Una vez había un niño gitano que más tarde llegó a ser el gran evangelista Gipsy Smith. En aquellos tiempos era prohibido que los niños, especialmente entre los gitanos, hablaran a sus mayores cuando éstos no les hablaban. Pues bien, Gipsy se había convertido al evangelio y tenía muchos deseos de que su tío también se convirtiera; pero no sabía cómo hablarle. Por fin el niño decidió orar y pedir a Dios que le ayudara a hablarle a su tío. Pasó el tiempo, Gipsy seguía orando, por fin, un día su tío se fijó en que los pantalones de su sobrino estaban muy gastados, y le dijo: “Gipsy, ¿por qué tus pantalones están casi agujerados de las rodillas y el resto de ellos está en buenas condiciones?” A lo que Gipsy respondió: “Están gastados de las rodillas porque he estado orando mucho tiempo por ti, tío; pues deseo con todo mi corazón que Dios te haga cristiano.”
El tío miró con cariño a su sobrino, y poniendo su brazo en los hombros de Gipsy cayó de rodillas aceptando a Cristo como su Salvador.—El Expositor Bíblico.

78. PREDICADOR VANIDOSO
1 Tim. 3:1, 2, 6, 7; 4:7, 12, 15, 16; 6:3, 4, 11, 14; 2 Tim. 2:15, 23, 24, 25; 3:2–5; Tito 1:7–9; 3:8, 9.
El sermón fue una obra maestra. Los comentarios de los feligreses confirmaron lo que yo ya sabía: había estado estupendo. La última persona en salir fue una dama de edad muy avanzada.
—¿Le han dicho a usted alguna vez que es una maravilla? —me preguntó con suavidad.
En el “no” con que le contesté no había el menor vestigio de convicción.
—Pues entonces —me dijo— ¿de dónde sacó usted la idea de que lo es?—Selecciones del Reader’s Digest.

79. LO QUE SOÑO UN PREDICADOR, POR LO CUAL YA NO QUISO MORIR
Marcos 1:16–20.
Un hombre soñó que repentinamente había muerto y había sido transportado al cielo. Estando en aquel mundo glorioso pensaba que estaba en él porque lo merecía. De pronto alguien vino a verlo, lo llevó a las almenas, y comenzó el diálogo siguiente:
—Ven. Voy a mostrarte una cosa—: Mira allá abajo. ¿Qué ves?
—Veo un mundo muy obscuro.
—Fíjate: a ver si lo conoces.
—Por supuesto; es el mundo de donde vine.
—¿Qué ves?
—Que los hombres allá están vendados, y muchos se dirigen a un precipicio.
—Bien: ¿Te quedarás aquí, a gozar del cielo, o volverás a la tierra con el objeto de dedicar un poco más de tiempo a hablarles a esos hombres acerca de este mundo?
El hombre que tuvo este sueño era un predicador que había estado desalentado; y, al despertar, dijo: “Ya no quiero morir; sino trabajar.”—Dwight L. Moody.

80. LOS MISIONEROS
Mat. 9:37; 13:3; 28:18–20; Mar. 16; Rom. 11:13; 2 Tim. 2:15; 4:5; Apoc. 2:10.
Procedentes del Norte llegaron
Los hermanos en noble misión,
Ya que un día su ser dedicaron
Al maestro de gran corazón.
De Jesús el ejemplo siguiendo
Hoy están con presteza y valor;
Por el mundo el mensaje exponiendo
Marcharán imitando su amor.
Adalides del Dios Soberano:
Sin cesar trabajad, combatid,
Que es deber del soldado cristiano
Mantenerse constante en la lid.
De la Biblia su santa doctrina
Predicad con ferviente oración,
El Buen Dios vuestra senda ilumina
Y os dará su especial bendición.
Ya los campos se muestran dorados
Y las mieses maduras también;
Los trabajos serán compensados
A los fieles que esperan y creen.
Un hermoso recuerdo tendremos
De constancia y feliz devoción,
Por vosotros con gozo oraremos
Y de Dios obtendréis protección.
Las iglesias querrán recordaros
En la lucha tenaz contra el mal,
Y el Señor ya sabrá confirmaros
Para el Reino Glorioso, Eternal.
Mensajeros del Cristo sublime,
Portadores de luz y verdad,
Exaltad al Señor que redime,
Por el tiempo y la eternidad.
Teodoro E. Quiros V.

81. OBRA MISIONERA
Is. 55:11; Ecl. 11:1; Mat. 24:35; 28:18–20; Mar. 13:31; Luc. 21:33; Hch. 1:8; 1 Ped. 1:25a.
Un misionero moravo, llamado Jorge Smith, se embarcó y fue al Africa. Poco tiempo después había conquistado a un pecador para Cristo: una humilde mujer. No mucho tiempo después fue obligado a salir de allí. Pasados unos meses, moría orando a Dios por los pobres negros. Le parecía que su empresa había llegado al fracaso.
Pero un grupo de hombres llegó más tarde hasta el lugar donde él había orado: encontraron allí una Biblia, y luego, cerca, a la mujer convertida.
Cien años después de empezada esa obra cristiana en Africa, esa empresa misionera tiene más de 12.000 convertidos, como resultado, o como grande efecto de una causa pequeña, si ésta es considerada humanamente.—El Faro.
82. EL CRISTIANISMO ES MUNDIAL
Hch. 17:6.
Uno de los primeros cristianos de la ciudad de Neesima, Japón, era un ciudadano de mucha influencia social y por lo mismo era muy conocido. Cuando las autoridades eclesiásticas de la ciudad supieron que ese señor se había convertido al cristianismo aceptando a Cristo como su Salvador, lo citaron para que compareciera ante ellas y les informara si era verdad o no que se había convertido. Dicho señor se presentó ante esas autoridades, y en el curso de la conversación uno de los oficiales dijo: “Japón tiene suficientes religiones y no necesita ni una más.” El nuevo convertido, sin vacilar contestó: “Si la religión de Confucio es suficiente, ¿por qué no se ha extendido fuera de Japón y de China, siendo que Confucio vivió miles de años antes de Cristo? Y si usted dice que el budismo es suficiente, ¿por qué tampoco ha ido más allá de estos países? Además, si la religión de Cristo es mala, ¿puede usted decirme por qué se ha extendido por casi todo el mundo, no obstante que su fundador la predicó únicamente tres años?—Exp. Bíbl.

83. MINISTRO SIN EXITO: PORQUE PREDICO LA PUREZA
Gén. 37:2d; Amós 1:3–15; 2:1–16; 3:1–6; 5:1–27; 5:21–24; 6:1–14; 7:10–17; 8:1–14; 8:4–8.
Conocí a un ministro que no tuvo buen éxito en una iglesia porque sus opositores procedieron de tal manera que él tuvo que renunciar. Y no se trataba de un caso en que faltara una táctica sabia de parte del ministro; sino de una impía dirección de parte de un grupo de oficiales de la iglesia que deseaban determinar los procedimientos que la misma debía seguir. En el alma de los componentes de ese grupo no existían las cualidades de carácter necesarias para apoyar una predicación intrépida, valiente y pura. Pero este mal no abatió ni acobardó a ese joven ministro, pues era como Daniel: estaba decidido a ser sincero, puro, y leal a la verdad, ya fuera que Dios lo librara o no del peligro. Tal valor es raro; y tales profetas son muy necesarios en la actualidad. Quiera el Señor levantar a muchos ministros que sean como ese joven y como el profeta Amós.—W. R. White.

84. “PASTOR”
Hch. 20:18, 20, 31.
Pastor, tú que día y noche te entregas a buscar
Al pecador perdido que en el abismo está,
Tú que sufres desvelos sin nunca descansar
Tras esa oveja infiel que descarriada va.
Tú, Pastor, tú que siembras en cada corazón,
Del bendito evangelio la simiente más pura:
¿Qué recibes en cambio de tu constante acción?—;
Tristezas, desencantos, desdenes y amargura …
Mas, ¡ah!, pastor, es cierto que recibes centenas (de dolores,
Y es cierto que tú viertes el llanto sobre el llanto.
Pero también es cierto que encuentras muchas flores
Cuyo perfume rico apaga tu quebranto.
Pastor: Sigue escribiendo el libro de tu historia
Y deja en cada página una sagrada huella:
Que el premio lo tendrás allá en la gloria
Y en cada oveja salva tendrás allá una estrella.
Marcos Rodríguez Hernández
85. HOMBRES BUENOS EN TIEMPOS MALOS
Amós 5:21–24; 7:10–17; 8:4–8.
De éstos ha habido muchos: Elías, Eliseo, Jeremías, y muchos otros héroes del Antiguo Testamento; Pedro, Pablo, Jacobo y otros del Nuevo Testamento. En los tiempos malos, si nos sentimos impulsados por el Espíritu Santo a hablar, no debemos apagar el Espíritu: hablemos con valor, dejando a un lado los dictados de la falsamente llamada prudencia. El arrojo de Lutero, Calvino, Knox, Huss, Hubmeier y muchos otros, contribuyó al éxito de la Reforma. El valor de hombres como Spurgeon y Parker en Inglaterra; Finney, Moody y muchos otros en Estados Unidos; Cabrera en España, Li en China, Cova y Cabrera en Cuba, Teófilo Barocio y Pablo Rodríguez y otros muchos en México; y un sinnúmero más en todos los países, que no podemos nombrar aquí, que “instaban a tiempo y fuera de tiempo”, constituyen la explicación del éxito que ha alcanzado en estos tiempos el evangelio de Jesús. Seamos prudentes hasta donde sea posible; pero sigamos la dirección del Espíritu Santo, cueste lo que cueste, para la honra y gloria divinas.—J. E. Davis.

86. NO ESTABA LLAMADO
Gén. 12:1–5; Jos. 1:1–9; 1 Sam. 3:4–10; Is. 6:1–10; Jer. 1:4–19; Amós 7:14, 15; Jon. 1:1–3; Mat. 4:18–22; 9:9–13; Mar. 1:16–20; 2:13–17; Luc. 5:2–11; 27–32; Jn. 1:40–42; Hch. 9:1–19.
En cierta ocasión colaboré en un servicio de ordenación. Al candidato se le hizo la siguiente pregunta: “¿Ha sido usted llamado por Dios?” el interrogado se ruborizó, tartamudeó, miró como si un oficial del tránsito le hubiera entregado una boleta por haber cometido una infracción, tragó saliva, y dijo: “Dispense usted: ¿Qué me decía? El interrogador escogido por la asamblea pro curó ser bondadoso, y le preguntó: “¿Por qué desea usted entrar en el ministerio? A esto respondió el candidato al ministerio: “Bien …, pues …, este …, es una posición respetable; y yo creo que puedo hacer algo bucno.” El interrogador le dirigió una sonrisa para animarlo a que continuara; y prosiguió el candidato: “Mi pastor me asegura que uno tiene una vida protegida por Dios, muy agradable, de cultura, de asociación con la mejor clase de gente y con los mejores libros. Yo siempre he deseado una vida de incesantes variedades … con un sueldo asegurado …”—A. M. Bailey.

87. MI PREDICADOR
Heb. 13:7, 17.
A mi predicador le debo bastante de mi tiempo para ayudarlo en su trabajo dondequiera que él me necesite.
Debo tener confianza en él, de manera que él pueda sentirse libre para servir a la iglesia sin estorbos, sin críticas y sin buscarle los defectos.
Debo respetarlo como embajador que Dios ha enviado para enseñarme una manera de vivir mejor que la manera egoísta y la existencia sórdida que podría yo vivir si no tuviera yo su dirección.
Debo orar para que Dios haga que el servicio de mi predicador sea una bendición para todos los que se ponen en relación con él.—Un Boletín de Iglesia.

88. ?QUE ES UN MINISTRO?
1 Tim. 4:12.
I.     Un ministro del evangelio debe ser un hombre de gran sentido común.
II.     Debe tener una mente bien cultivada y una profunda experiencia.
III.     Uno que recibe su instrucción directamente de Dios, y que estudia detenidamente al hombre.
IV.     Un hombre que ora mucho, lee mucho y estudia mucho.
V.     Un hombre que cree que Dios le dio su trabajo, y lo hace como si Dios estuviera vigilándolo, y da toda la gloria a Dios.
VI.     Un hombre que permanece bajo la inspiración del Todopoderoso y ha atesorado la Palabra Divina en su corazón para no pecar contra él.—Adam Clark.

89. NO HAY EXCEPCIONES
1 Cor. 15:55.
Fui a una fábrica a examinar el registro de los muertos y encontré que Elisabeth X murió de este modo y de este otro. Tomé luego un volumen de la Historia de Inglaterra y encontré que la Reina Elizabeth murió así y así. Una misma palabra describía el fin de ambas Elizabeths, la pobre y la reina. El mendigo murió; Guillermo el Conquistador murió; el rey Uzzías murió. Qué universalmente se aplica una misma palabra a todas las clases y condiciones de los hombres.—Rev. J. H. Jowett, D. D.

90. LA INFLUENCIA DE LA MUJER
Gén. 1:27–30; 2:18–25; 3:1–21; 4:17–25; 1 Rey. 21:5–10, 16–20; Prov. 5:3–23; 6:26–35; 7:1–27; 9:13–18; 11:22; 12:4; 14:1; 19:14b; 21:9, 19; 27:15, 16; 31:10–31; Jn. 4:5–42; Rom. 16:1–15; 1 Cor. 7:34b; Ef. 5:22–33; Col. 3:18–21; 1 Tim. 2:9–15; 3:11; 5:9–16; Tito, 2:3–5; 1 Ped. 3:1–7.
La mujer ejerce una tremenda influencia sobre el hombre: esto es un hecho indubitable. En cada acontecimiento importante de la historia de la humanidad o de los individuos encontramos, cuando estudiamos desapasionadamente, a la mujer ejerciendo su influencia sobre el hombre. La historia y la experiencia se dan la mano en su testimonio a este respecto. De Agripina, la madre de Nerón, se ha dicho que acostumbraba asistir a las reuniones del senado romano oculta tras espeso continaje; y un poeta, presentando una hermosa paradoja a este respecto, ha dicho que “Agripina estaba presente aunque ausente, en el senado.” Nosotros, usando esta figura, podemos decir que la mujer ejerce tal influencia en la humanidad que en cada uno de sus hechos está presente aunque esté ausente. Es decir, podremos no verla a primera vista; pero si estudiamos bien el asunto la encontraremos ejerciendo su influencia en cada uno de esos acontecimientos.—El Expositor Bíblico.

91. LA INFLUENCIA DE LA MADRE
Prov. 14:1.
Es la mujer madre la que mayor influencia ejerce en el mundo. A ella ha sido dado por Dios el bendito privilegio de moldear el corazón de sus hijos, educar su carácter, guiar su vida, haciendo de él lo que ella quiere que sea. La madre de Lamartine fue una mujer de profundo espíritu religioso, de gran ternura, que continuamente se ocupaba y preocupaba del porvenir de sus hijos; y el gran poeta francés fue, por la influencia de su madre, hombre religioso, de gran ternura, un hombre eminente tanto por su carácter como por su brillante inteligencia. La madre de Lord Byron fue una mujer frívola, de poco espíritu religioso, que se burlaba de todo, hasta de la cojera de su propio hijo; y el poeta inglés fue, por la influencia de su madre, un hombre incrédulo y burlón, de brillante inteligencia, pero de un carácter brusco y de corazón empedernido. ¡Oh, lo que las madres pueden hacer de sus hijos! ¡Cómo pueden hacerlos hombres nobles, dignos y grandes, u hombres bajos e indignos!—El Expositor Biblico.

92. LA MUJER
1 Ped. 3:7.
Dice el proverbio persa: “No hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa”. Mas yo te digo: “No la hieras ni con el pensamiento.”—Amado Nervo.

93. LUCHANDO EN ORACION POR UN AVIVAMIENTO
1 Sam. 7:5–17.
Durante diez días antes del día de Pentecostés los apóstoles permanecieron en oración.
Cuando Jonatán Edwards predicó su famoso sermón sobre el tema: “Los pecadores en manos de un Dios airado”, había pasado toda la noche anterior en oración.
Los avivamientos más notables de Carlos G. Finney eran aquellos en que Amós Clary y otros hombres humildes lucharon en oración con Dios por el éxito de las reuniones.
Es un hecho histórico que antes de algunas batallas de la guerra civil de los Estados Unidos de la América del Norte, que el Presidente Abraham Lincoln pasó horas enteras en angustiosa oración.
Dios vive y todavía puede oir y contestar la oración del creyente fiel.—Practical Commentary.

94. DESARREGLO CON LOS PUÑOS Y ARREGLO CON ORACION
Sal. 34:15; 85:10; Prov. 3:1–2; 3:17; 17:1; Is. 48:22; 57:21; Zac. 8:12; 8:16; 8:19; Mal. 2:6; Mar. 9:50; Luc. 2:14; 14:32; Jn. 14:27; Rom. 1:7; 2:10, 8:6; 14:17; 14:19; 15:33; 16:20; 1 Cor. 7:15; 2 Cor. 13:11; Gál. 5:22; Ef. 4:13; Col. 3:15; 1 Tes. 5:13; 2 Tim. 2:22; Heb. 12:14.
Cuatro campesinos se encontraron fuera de una ciudad cuando iban de viaje. Los llamaremos los señores A, B, C y D.
El señor A y el señor B durante mucho tiempo habían estado fuertemente enojados, el uno contra el otro por causa de ciertos límites de sus propiedades, pues eran vecinos, y dichos límites no estaban claramente definidos. Cuando A y B se vieron no se saludaron, se hicieronreclamaciones recíprocamente, comenzaron a usar un vocabulario insolente y a ofenderse de palabra. Entonces A desafió a B para que pelearan a puñetazos: A comenzó, y B devolvió los golpes … Al fin A fue derrotado, y cayó al suelo.
Mientras, los señores C y D estuvieron observando el desarrollo de los acontecimientos; y aunque tenían un problema como el de A y B, y los niños de uno habían peleado con los niños del otro, el señor C dijo a D: “Señor D, yo creo que debemos orar. Vamos a orar.” Después de la oración dijo el señor D: “Vamos a ponernos de acuerdo; para arreglar nuestro problema yo haré mi parte y usted hará la suya. Cada uno de nosotros tiene algo de razón y ha cometido unos errores en este asunto.” El señor C estuvo de acuerdo en esto, y después de haber orado otra vez resolvieron su problema; y el domingo siguiente se sentaron juntos en el templo y juntos adoraron a Dios.—Adaptado de Higley.

95. REMENDABA ZAPATOS PARA HACER OBRA MISIONERA
Mat. 22:34–40; 28:18–20; Mar. 12:28–34; 16:15; Hech. 1:8; 20:34; 2 Cor. 8:3; 9:7.
Guillermo Carey era un zapatero remendón antes de ser misionero. Era cristiano, conocía “La Gran Comisión” y la sentía: por lo mismo anhelaba vehementemente que alguien llevara el evangelio a los paganos que vivían en lejanas tierras donde no se había predicado. Tanto era su interés misionero a favor de esos países, que enfrente de su banco de trabajo puso un mapa en el cual los veía con frecuencia, y con tristeza pensaba que en ellos no se habían predicado “Las Buenas Nuevas de Salvación”. Después de haber estado durante algún tiempo en comunión con Dios, y de comprender que Dios quería que él fuera, decidió ir, y fue. Pero siguió componiendo zapatos para sostenerse y al mismo tiempo predicar el evangelio; y solía decir a algunas personas: “Mi negocio es servir a Dios; y compongo zapatos para pagar los gastos que se originan en ese negocio.”

96. ORAR ES TRABAJAR
Ef. 6:18, 19.
Un pastor visitaba a una anciana que era miembro de su congregación. Dicha anciana había estado inválida durante mucho tiempo.
—Lamento mucho haber llegado a esta hora —le dijo—; pero he tenido que recorrer todo el pueblo antes de venir.
—Yo también, señor pastor, acabo de recorrer todo el pueblo.
—¿Cómo es posible? Usted no puede moverse de la cama.
¡Ah! —contestó la viejecita—; mi alma no está atada a la cama, y así todos los días recorro el pueblo con mis oraciones, sin moverme de aquí.—Tribuna Evangélica.

97. MUCHAS CLASES DE SABIOS
Job. 28:28; Prov. 2; 3; 4; Stg. 1:15.
Existen los sabios según ellos mismos, a los cuales la Biblia llama necios.
Existen los sabios según los demás, a los cuales la Biblia alaba.
Existen los sabios según los conocimientos, de los cuales la Biblia dice que han de perder toda su ciencia cuando mueran.
Existen los sabios según Dios, a los cuales los hombres llaman locos, y la Biblia llama nacidos de nuevo.
Esta última es la sabiduría verdadera y real porque durará para siempre en el cielo.—Diccionario de Anécdotas y de Ilustraciones Bíblicas, por Antonio Almudévar.
Para ser sabio según el cielo,
has de ser loco para este suelo.
Para ser sabio en el Señor
debo aceptar todo su amor.

98. EXAMEN PROPIO PARA SER SANTO
Sal. 139:23, 24.
Juan Wesley dijo que Juan Fletcher era el hombre más santo que había conocido en Europa y en América; y que lo era porque diariamente se examinaba para saber si su proceder estaba de acuerdo con los planes de Dios, para lo cual se hacía las siguientes preguntas:
1.     ¿Desperté espiritualmente y tuve cuidado de guardar mi mente de pensamientos errantes, cuando me levanté esta mañana?
2.     ¿Me he acercado a Dios en oración o he dado lugar a la pereza y a la desidia espiritual?
3.     ¿Se ha debilitado mi fe por no haber velado, o ha sido avivada por haberla puesto en actividad hoy?
4.     ¿He andado hoy por fe, y he procurado ver a Dios en todas las cosas?
5.     ¿Me he negado a mí mismo al usar palabras y al expresar pensamientos poco bondadosos? ¿Me he debilitado espiritualmente al ver que prefieren a otros en mi lugar?
6.     ¿He aprovechado mi tiempo precioso, mis fuerzas y mis oportunidades según la luz que Dios me ha dado?
7.     ¿He guardado mi corazón en un ambiente de gracia, de modo que haya sacado provecho?
8.     ¿Qué he hecho hoy por los cuerpos y por las almas de los santos?
9.     ¿He derrochado cualquier cosa por agradarme a mí mismo, cuando podía haber guardado el dinero para la casa de Dios?
10.     ¿He gobernado bien mi lengua, recordando que en la multitud de palabras no falta pecado?
11.     ¿En cuántas ocasiones me he negado a mí mismo hoy?
12.     ¿Mi vida y mis palabras han honrado el evangelio de Cristo?—Ilustraciones Selectas.—A. Espinoza.

99. CUESTION DE ALTURA
1 Cor. 3:16, 17, 6:19, 20; 2 Cor. 6:16–18 Ef. 2:20–22; Heb. 12:14 Apoc. 22:11.
En alguna parte oí la siguiente charla entre un eminente cristiano y uno de esos jóvenes indecisos y preguntones que abundan por estos rumbos.
—Dígame, pastor, —preguntó el joven— ¿es malo el cigarrillo?
—¿Es usted creyente?
—Yo sí; pero todavía fumo cigarrillo.
—Oiga esta historia —respondió el pastor—: En la Segunda Guerra Mundial, un aviador salió de su base a fin de atacar en determinado sitio. Ya lejos de la tierra, notó que una rata roía las cuerdas del paracaídas. El aviador en vez de volver a tierra, conocedor como era de la poca resistencia de las ratas a las alturas, elevó su aparato, hasta que la rata murió a consecuencia de la elevación. Así pasa con nosotros, amigo mío. Si las ratas del vicio están cortando los hilos de nuestra comunión con Dios, esto implica que volamos bajo, muy bajo, tan bajo que el ambiente es propicio para las actividades del vicio. Pero si volamos a considerable altura, como cosa muy natural, las ratas de los vicios dejarán de perjudicarnos porque estallarán a causa de la altura.
Amigo lector, si usted todavía es víctima del vicio, elévese, elévese, hasta que sus vicios pierdan todo su poder.—El Testigo.

100. SPURGEON Y LOS ERRORES GRAMATICALES DE MOODY
Luc. 9:59–62.
Moody era un hombre que no sólo cometía errores gramaticales, sino de pronunciación. Alguien, que estaba celoso de su éxito, preguntó a Spurgeon qué pensaba de un hombre que era capaz de pronunciar la palabra “Jerusalén” en dos sílabas. El “príncipe de los predicadores” comprendió a quién se refería y rápidamente repuso: “Que me alegra saber que hay gente con tanta premura para predicar el evangelio que no tenga tiempo de pronunciar todas las sílabas.”



ANECDOTAS DESDE 101-200

101. MOODY, EL CIGARRO, Y LA BIBLIA
1 Cor. 6:20.
Le preguntaron a Moody si había en la Biblia algún versículo que prohibiera fumar. —No —dijo él—, pero conozco uno que ordena fumar. —¡Cómo! —exclamó el interrogador. Y repuso Moody: —sí, en Apocalipsis 22:11: “El que es inmundo, sea inmundo todavía.”
102. EL TONTO
Prov. 12:16.
Juan Wesley iba una vez manejando su coche, cuando un incrédulo que lo conocía y hostigaba apareció en su propio coche, del otro lado del camino, e intencionalmente ocupó el centro de la calzada obligando al predicador a pasar peligrosamente junto a la cuneta. —¡Yo no dejo el lugar a los tontos! —exclamó el incrédulo—. Pues yo sí —repuso tranquilamente Wesley, y siguió su camino.

103. HENRY W. BEECHER Y EL “TONTO”
Prov. 15:21.
Henry Ward Beecher recibió en un sobre un pedazo de papel en el cual estaba escrita únicamente la palabra: “TONTO”. Seguramente la intención era ofender al señor Beecher; pero el gran predicador se dirigió a la congregación y le dijo: “He recibido muchas cartas en las cuales ha habido algún mensaje, aunque quienes me las han enviado no han firmado con su nombre; pero esta es la primera ocasión en que recibo una carta con firma y sin mensaje; la firma dice: “Tonto”.

104. MATEO HENRY ASALTADO
Rom. 12:21.
Mateo Henry, el famoso autor del comentario que lleva su nombre, fue asaltado por unos ladrones que le robaron su cartera. Entonces él escribió lo siguiente en su diario: “Señor, ayúdame a estar agradecido; primero, porque nunca antes he sido robado; segundo, porque aunque se llevaron la cartera, no me quitaron la vida; tercero, porque aunque se llevaron todo lo que tenía yo, no era mucho; y cuarto, porque fui yo quien fue robado y no quien robó.”—Tribuna Evangélica.

105. OYO EL SERMON Y QUERIA VIVIRLO
Luc. 6:46; Rom. 2:13; Stg. 1:22, 23, 25.
Cuando una anciana salía de la iglesia, una amiga la encontró y le preguntó: —¿Ya terminó el sermón?
—No —respondió la anciana—, ya lo predicaron, perono se ha terminado. Ahora voy a hacer mi parte del sermón, a vivirlo.
Cuando una congregación, por pequeña que sea, reacciona de manera tal por causa de los sermones de su pastor, el beneficio es incalculable.—El Heraldo de Santidad.

106. PARA NIÑOS Y JOVENCITOS A DONDE NO PODIAN IR LOS QUE SUBIAN LOS ALPES
Is. 55:9; 49:15.
Era la mañana de un festival. A una hora temprana los aldeanos se habían congregado en el campo. Sobre ellos las cumbres de los Alpes se elevaban en grandiosa majestad. Los alegres niños estaban jugando en grupos, cuando un fuerte grito llamó la atención de todos. Un águila de la montaña se había precipitado repentinamente y, para horror de los que allí estaban, se elevó con un niño que luchaba por soltarse de sus garras.
En medio del terror y confusión, transcurrió algún tiempo sin saberse quién era, y un profundo gemido se escuchó de la multitud cuando se supo que era un hermoso niño—el único consuelo de una viuda. “¡Mi hijo! ¡mi hermoso niño!” exclamaba, mientras se retorcía las manos en agonía, y con los ojos llenos de lágrimas observaba el vuelo del ave poderosa, mientras que el pastor procuraba en vano consolarla.
Algunos montañeses instantáneamente se lanzaron hacia los peñascos, y todo ojo los siguió mientras ascendían lentamente. Al fin, al desaparecer el águila más allá del abrupto precipicio, se vio que se detuvieron y todos con excepción de dos abandonaron la tentativa. Al fin, como se elevaban peñasco sobre peñasco, dejaron la lucha desesperada, y un gemido de los espectadores manifestaba que toda esperanza había desaparecido.
Con el rostro lívido por la desesperación, la mirada sobre el precipicio, la madre había yacido inmóvil hasta entonces; pero cuando vio que los perseguidores se detenían, con un grito de agonía se lanzó por el ascenso que era casi perpendicular. Arriba, aún hacia arriba, siguió por su peligroso camino, hasta ganar el punto que parecía desafiar ya el avance, y allí los peñascos se elevaban mucho, y amenazadores ante ella; pero donde el esfuerzo fracasó en otros, ella, impulsada por el amor, invocó toda su fuerza, y sin detenerse ante el peligro, sus pies descalzos y tiernos se cogían del liquen, y prosiguió hacia arriba con la admiración y terror de los espectadores. Una y nada más una vez, se detuvo a mirar hacia abajo. A medio camino hacia la cumbre, ¡qué vista tan sorprendente y hermosa contemplaron sus ojos! Allá abajo del valle tortuoso había una densa masa de seres humanos. Ninguno estaba en pie, ni una cabeza cubierta, sino que los señores, jóvenes y niños estaban arrodillados en férvida súplica, a la vez que de la aldea el repique de la campana resonaba en su oído, llamando a los habitantes vecinos a unirse en la oración. Al fin llegó a la cumbre y para su gozo indecible vio a su niño aún con vida en el nido. En ala rápida el águila giraba alrededor en círculo más arriba que ella. Coger al niño, asegurarlo en su seno y atarlo a ella con su chal fue cuestión de un momento.
Encomendándose al Padre amoroso, tornó a descender. Temerario había sido el ascenso, pero más temible y peligroso parecía el descenso. Al llegar al lugar dificultoso, con el cerebro aturdido y con el corazón desvanecido, se detuvo, estrechando a su niño a su seno con estremecimiento. En ese momento su oído escuchó el balido débil de una cabra, guiando a sus cabritos por otro lado. Con una gratitud indecible hacia Dios, cruzó para descender por ese camino antes desconocido, y escuchó los gritos distantes de gozo de los aldeanos allá abajo. Pronto estuvieron a su lado fuertes brazos y estaba salva con su hijo.
El amor le había llevado a la altura donde los escaladores de los Alpes no habían podido subir. Sin embargo, se nos dice que el amor de Dios va más allá.

107. BEECHER, SU SERMON, Y UN PREDICADOR JOVEN
1 Tim. 3:6.
En los Estados Unidos un joven predicó un día un muy elocuente sermón. A la salida se le acercó alguien de la concurrencia y le preguntó cuánto había tardado en prepararlo. “Varios días”, respondió el predicador satisfecho. “Pues a mí”, contestó el visitante, “me llevó varios años”. Y agregó: “Yo soy Henry Ward Beecher.”
Beecher, el gran predicador antiesclavista y pastor de Lincoln, había tenido el privilegio de oir predicar uno de sus sermones impresos. Luego escribió una carta al joven exhortándole con todo aprecio a dejar esa costumbre, y años más tarde aquel reconocía su deuda de gratitud al gran hombre de Dios.

108. SPURGEON, SU CORBATA, Y UNA LENGUA
Stg. 3:5, 8–10.
Spurgeon lucía en cierta ocasión una larga y vistosa corbata de aquellas que estaban muy de moda en la época en que “el príncipe de los predicadores” llenaba los templos y salones de espectáculos más grandes de Londres.
Después de la predicación, se le acercó una señora que era conocida de él: de esas que son muy devotas; pero cuya mayor preocupación es descubrir los defectos del prójimo.
—Señor Spurgeon —le dijo—, he traído mis tijeras; pues deseo acortarle esa corbata que es muy mundana y demasiado larga para un predicador del evangelio.
—Corte como quiera, señora —fue la respuesta—. Pero antes permítame usar sus tijeras para cortar algo que usted lleva, una cosa que es demasiado larga, y que produce grave daño a su testimonio cristiano.
La mujer sorprendida, no se opuso en absoluto. Y entonces Spurgeon, sonriendo, le dijo:
—Saque la lengua, señora.—Tribuna Evangélica.

109. J. WHITEFIELD Y EL NUEVO NACIMIENTO
Jn. 3:3.
El renombrado Jorge Whitefield predicó tantas veces sobre el texto que dice:“Os es necesario nacer otra vez”, que una persona de su auditorio le preguntó: “¿Por qué predica usted tanto sobre el mismo texto?” La respuesta fue la siguiente: “Porque os es necesario nacer otra vez.”

110. MOODY Y EL DINERO PARA UNA CAMPAÑA
2 Cor. 8:7.
En una ocasión Moody reunió a un grupo de industriales y comerciantes cristianos para hablarles de los problemas financieros de una campaña de evangelización. “Vamos a hacer una reunión de oración ahora mismo”, dijo uno de ellos piadosamente, “para pedir al Señor que mande los medios”. “No”, dijo Moody sin circunloquios; “lo que hay que hacer es levantar una ofrenda ahora mismo”.—Tribuna Evangélica.

111. AFIRMADO EN EL LODO
Fil. 3:12–14.
Había un hermano que cada vez que testificaba en el culto de oración, decía: “No hago muchos avances en lo que toca a mi experiencia cristiana; pero al menos me siento afirmado y fortalecido.”
Un día, al acarrear madera desde su campo de trabajo, su carreta quedó completamente atorada en el cieno de un riachuelo que él tenía que atravesar. Por más que hacía esfuerzos por salir, la carreta se hundía más.
En eso, uno de los miembros de la iglesia, viendo su problema y acordándose del testimonio que su amigo daba ante la congregación, le dijo: “Hermano mío, ahora sí que no ha hecho mucho progreso; pero al menos está usted afirmado.”—El Heraldo de Santidad.

112. AMONESTACION OPORTUNA A NUESTRO PROJIMO
Gén. 31:42.
Una vez un artista estaba pintando la bóveda de un templo, y con frecuencia daba unos pasos hacia atrás en el andamio, para contemplar su obra. Se encontraba tan absorto contemplando su trabajo, que no se había dado cuenta de que iba a caer en el pavimento que estaba a gran distancia del andamio.
Otro pintor, hermano de aquel, viéndolo en peligro y comprendiendo que una palabra podría apresurar su caída, arrojó una brocha sobre el cuadro que contemplaba el artista que estaba en peligro. Este pintor, sorprendido y enojado, violentamente se dirigió hacia adelante: así se salvó de una caída que hubiera sido mortal. Así también, Dios algunas veces destruye las halagadoras esperanzas de nuestro corazón, para advertirnos el grave peligro en que estamos por causa del pecado, y para salvar nuestras almas.—Peloubet.

113. SUEÑO CURIOSO
Prov. 20:1; 23:20, 21.
Un trabajador cierta mañana contó a su esposa el siguiente sueño que él había tenido la noche anterior: “Soñé que se me acercaron cuatro ratas: la primera era muy gorda, las dos siguientes estaban muy flacas, y la cuarta estaba ciega.”
El hombre aquel estaba muy preocupado porque, según le habían dicho, era un presagio malo eso de soñar algo acerca de tales animales. La mujer de este trabajador, tan supersticiosa como su marido, tuvo miedo y no sabía cómo interpretar aquel sueño funesto. El hijo de ellos, que era muy inteligente y nada supersticioso, y que no tenía para su padre mucho respeto filial, sirvió de “José” a aquel moderno “Faraón”, e interpretó el sueño:
“La rata gorda”, dijo el joven, “es el tabernero de la esquina, que se come todo lo que ganas; las dos ratas flacas, somos mamá y yo, que no tenemos qué comer; y la ciega eres tú …” Dicho esto, se escapó rápidamente por temor a una buena paliza que hubiera recibido como premio a su franqueza.—J. R. C.

114. POR QUE PUDO LOGRAR TANTO
Rom. 16:9.
Uno de los más destacados ministros de este siglo fue el doctor Jorge W Truett, pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, Texas, EE. UU. de A. por más de cuarenta años. Los servicios del doctor Truett eran solicitados en todas partes del mundo. Viajaba mucho, dirigía campañas de evangelización en las grandes ciudades, actuaba como presidente de la Convención Bautista del Sur, era miembro del consejo de varias organizaciones denominacionales, etcétera. ¿Cómo pudo atender tantasactividades, y a la vez pastorear una iglesia que llegó a tener cerca de diez mil miembros?
Hubo un diácono, miembro de la iglesia, que tenía grandes capacidades, dueño de un negocio lucrativo, y este varón de Dios decidió dedicar casi todo su tiempo a ayudar a su pastor. Durante la ausencia del doctor Truett, el señor Roberto Coleman atendía todos los negocios urgentes de la iglesia, visitaba a los enfermos, y hasta dirigía los cultos fúnebres. Cuando el doctor Truett estaba en la ciudad el señor Coleman también atendía a muchos de los detalles de la obra para que Truett tuviera tiempo para hacer los preparativos espirituales que requería ese pastorado. Roberto Coleman era altamente estimado y amado por sus hermanos en la fe. Cuando pasó a mejor vida, la iglesia lamentó su muerte tanto como se lamentó cuando falleció su amado pastor doctor Truett.

115. EI LIBRO QUE BARUCH ESCRIBIO
Jer. 36:4.
No era fácil producir un libro en los tiempos de Baruch. No existía el papel fino que tenemos hoy día, ni siquiera el papiro que usaban en los tiempos de Cristo y poco antes. El libro de Baruch consistía en pedazos de pieles de animales, especialmente preparadas y cosidas para formar una tira larga, atada a un palo en cada extremo para que se enrollara en uno u otro de los dos palos. La escritura se hacía con tinta, a mano, en columnas paralelas a los palos. En el hebreo, idioma en que Baruch escribía, las líneas corrían de derecha a izquierda. Para escribir las palabras sólo se usaban consonantes, y el lector tenía que suplir las vocales. Sin duda, el libro que Jeremías dictó a Baruch, le costó a éste muchas horas de arduos trabajos, y para que hubiera otro ejemplar del libro fue necesario que algún escriba hiciera una copia a mano.

116. EXPERIENCIA AMARGA
Dan. 4:29–37.
Un hombre impío se jactaba de que no había nada que pudiese sujetar su voluntad a Dios y que le impidiera proceder como él quisiera.
Un domingo, mientras sus vecinos iban al culto, él se quedó en casa trabajando, para demostrar así que él hacía lo que quería.
Pero durante su trabajo le ocurrió un accidente que le ocasionó la pérdida total de un ojo y le dañó gravemente el otro. Durante el tiempo que tuvo que permanecer en casa para atenderse, reflexionó sobre su estado físico y reconoció lo peligroso de él. Por el peligro en que había estado su cuerpo, comprendió el peligro en que se hallaba su alma, si no se humillaba y arrepentía de sus pecados delante del Señor. Así lo hizo, y desde entonces pudo dar alabanza al Señor por su gracia y misericordia, y por haberle hecho reconocer su impiedad por medio de aquel accidente.—El Atalaya Bautista.

117. UNA OVEJA DESOBEDIENTE
Heb. 12:5–13.
Se relata la historia de una oveja que siempre desoía a su pastor y se descarriaba con mucha frecuencia. El pastor por fin se vio obligado a tomar medidas fuertes para que la oveja aprendiera a obedecer.
En una de estas muchas ocasiones en que el pastor tuvo que buscar a la oveja descarriada, al hallarla le pegó en una de las piernas con tanta fuerza, que el animalito quedó perniquebrado. Después el pastor recogió tiernamente a la oveja y la llevó al redil, donde le dio a ese miembro afectado la atención médica que le correspondía. Durante varios días el pastor, con sus propias manos, dio de comer a la oveja, la acariciaba y la trataba con mucho cariño. Cuando la oveja pudo andar otra vez, cojeaba un poco; pero no volvió a extraviarse. Se dice que siempre andaba muy cerca de su pastor y que lo obedecía en todo lo que le indicaba.

118. EL MIEMBRO NEGLIGENTE
Heb. 10:25.
Era la pena del pastor. En vano le hablaba con amor para ayudarlo a ser más fiel a los cultos. Pero todo parecía en vano.
Un día, al visitarlo, lo halló sentado ante el fuego del hogar, calentándose. El pastor, después de saludarlo, se sentó junto a él; y tomando las tenazas se dedicó a tomar todas las ascuas de la hoguera para ponerlas todas separadas unas de otras. El miembro de la iglesia dejó que el pasto hiciera eso y no le dijo nada.
El pastor preguntó: —¿Qué les sucederá ahora, separadas como están? —Se apagarán, —contestó el miembro.
Siguió un momento de silencio. Al fin el hombre habló: —Soy una de estas ascuas, ¿verdad, pastor?
—Exactamente —respondió el pastor.
Entonces aquel hermano dijo: —Vamos a orar a Dios, pastor, para que no lo sea más desde este día. Y desde aquel día este miembro negligente se mostró más fiel a su pastor, a su iglesia, y a su Señor.

119. LA DESESPERACION DEL PECADOR
Dan. 5:6.
El artista Washington Alson gastó más de doce años intentando pintar la escena de la fiesta de Belsasar, y después dejó el trabajo sin terminar. Se dice que la dificultad principal que el genio del artista no pudo vencer, fue la desesperación del rey condenado. Muy bien pudo ser así, porque fue la desesperación de un espíritu perdido, que repentinamente estaba cara a cara don el juicio retributivo de Dios escrito por una mano misteriosa de otro mundo. ¿Cuál artista puede retratar esto en la expresión de un rostro humano?—Phelps.

120. LA MANO DE LA ADVERTENCIA
Prov. 14:34.
Hay un escrito de advertencias y destruccíón en la pared de cada pecador. Por algún tiempo, este escrito puede ser invisible, como la escritura llamada “simpática”, que no se puede ver hasta poner el papel en contacto con el fuego o con ciertas substancias químicas; pero ese escrito está grabado en donde los ojos del pecador lo verán algún día, y está allí como otra amonestación para el arrepentimiento. Las leyes eternas de Dios, y su providencia, son como una mano gigante que escribe el desastre de cada nación que no quiere ser justa. Sería muy bueno que esas naciones pudieran ver el manuscrito antes que estuviera terminado.—Peloubet.

121. UN PATRIOTA QUE MURIO POR SU PAIS
Mat. 16:24, 25.
“Lamento tener solamente una vida qué ofrecer por mi país.” Estas fueron las últimas palabras de Nathan Hale. Este joven patriota había sido graduado en la Universidad de Yale, había sido maestro de escuela, y capitán en el ejército del general Jorge Washington. Cuando el general Washington necesitó a alguien para consequir informaciones en cuanto al enemigo, Nathan Hale se ofreció para la peligrosa misión. Logró penetrar en las líneas de los ingleses, haciéndose pasar como maestro de escuela, y recogiendo poco a poco la valiosa información que los americanos necesitaban. Cuando trató de volver al campo militar americano fue capturado y condenado a muerte por ser espía. El joven Nathan Hale lamentó el fracaso de su misión, pero no el sacrificio de su vida: verdaderamente amaba a su patria.

122. EL PATRIOTISMO HEBREO EN EL DIA DE HOY
Deut. 28:11–13.
El Israel moderno, surgió como estado judío en una porción de la Palestina, el 15 de mayo de 1948. Esta nueva nación es un monumento al patriotismo de los judíos de los Estados Unidos, Europa, y de otras partes del mundo. Muchos judíos han enviado su sostén económico. La razón principal por la cual algunos judíos dieron principio al plan para establecer una nación hebrea, fue la persecución de los judíos en Europa. Estos pobres no tenían ningún lugar al que pudieran irse para obtener refugio. Los hebreos de los Estados Unidos organizaron un movimiento para recoger los fondos necesarios a fin de comprar y desarrollar grandes secciones de Palestina. Ahora, después de pocos años, tienen su gobierno bien organizado, tienen ejército, marina y una Universidad. Esta Universidad recientemente consiguió los famosos rollos de las Escrituras que fueron descubiertos en el Mar Muerto.

123. EL NOBLE Y LAS DEUDAS
Is. 52:3; Sal. 103:3.
Al llegar a una ciudad, cierto noble que andaba viajando, mandó fijar el siguiente anuncio: “Pagaré las deudas de cualquiera que venga a verme mañana entre las ocho y las doce de la mañana.”
Dieron las once del día sin que nadie hubiese acudido; poco tiempo después fue llegando un pobre hombre que con mucha timidez y como con vergüenza le dijo: —Señor, ¿es cierto que usted ha prometido pagar las deudas de cualquier persona que venga a verle?
—Sí, efectivamente así es. ¿Cuánto debe usted?
El hombre dijo cuánto era y el caballero extendió un cheque por valor de la cantidad que debía, y le mandó que se sentase hasta que dieran las doce. Media hora más tarde llegó otro y fue tratado de la misma manera. Al dar las doce el noble despachó a los dos.
Al salir a la calle se hallaron con muchos, dispuestos a burlarse de ellos por haber sido tan crédulos y haberse dejado engañar, según ellos creían; pero grande fue su sorpresa al ver los cheques que tenían en la mano.
Entonces corrieron a la puerta de la casa, mas ¡ay! ya era tarde, ya había pasado la hora y la puerta estaba cerrada, Tuvieron que volverse entristecidos por no haber creído.
Esta es una ilustración de las condiciones para obtener el perdón de pecados que es el don gratuito de Dios. Hay un tiempo especificado durante el cual se halla abierta la puerta de gracia. No siempre será así.
Llegará un tiempo cuando será demasiado tarde para poder alcanzar la salvación de Dios. El único tiempo que podemos considerar como nuestro es el de “Ahora”, el de “Hoy”. La exhortación bíblica es: “Si oyereis HOY su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:15).

124. DIAMANTE FAMOSO
1 Ped. 2:9.
Ha despertado interés mundial el diamante conocido con el nombre de “presidente Vargas”, que acaba de ser vendido en Nueva York. El diamante, el mayor del mundo, pesa 726.60 quilates, y está valorado en cerca de un millón de dólares. Este valor ascenderá a muchos millones más cuando sea transformado en 14 lujosas joyas.

125. EL CRISTIANO ES UN HIJO DEL REY
Apoc. 1:6.
Se dice que en cierta ocasión el Emperador Napoleón I se encontraba delante de un grupo de soldados, cuando de repente su caballo se desbocó; entonces un soldado raso se lanzó hacia el caballo, y, cogiendo el freno del caballo, pudo pronto detenerlo. Se dice que Napoleón saludó al soldado raso y le dijo: “Gracias, mi capitán”. El soldado se sorprendió al oir a Napoleón decirle “capitán”, pues él era un simple soldado raso, pero inmediatamente pensó que se encontraba delante de Napoleón, y que si él quería, podía hacerlo capitán. Así que, saludó a su Emperador y le preguntó: “¿De qué regimiento, mi Emperador?” El emperador le contestó: “De mi guardia personal.” Aquel soldado raso se presentó como capitán ante el jefe de la guardia personal de Napoleón; el oficial, viéndolo con uniforme de soldado raso, le preguntó: “¿Capitán, por órdenes de quién” — “Por órdenes de mi Emperador, Napoleón I.”
En ese momento dejó de ser soldado raso y llegó a ser capitán. Si este soldado raso no hubiese tenido fe, hubiera dicho: “Mi Emperador me dice capitán, pero yo no soy más que un soldado raso. Por el susto que le dio el caballo, se equivocó y me dijo capitán”, y se hubiera ido a tomar su lugar y habría permanecido soldado raso toda su vida.
Todos nosotros por naturaleza somos “hijos de ira”, hijos de desobediencia; pero Dios en su infinito amor e infinita misericordia quiere hacernos sus hijos. En el evangelio de nuestro Señor Jesucristo según Juan 1:12, encontramos estas preciosas palabras: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”
Hoy, este día, por la fe puedes ser hecho hijo de Dios, pidiendo a Dios perdón de tus pecados, aceptando a Cristo Jesús como tu Salvador personal, y dejando que el Espíritu Santo haga su obra regeneradora en tu ser.
“Ven a Cristo con fe viva,
Piensa mucho en su amor;
No dudes reciba
Al más vil pecador.”
“Cree y fija tu confianza
En su muerte por ti;
El gozo alcanza
Quien lo hiciere así.”

126. EL INCORRUPTIBLE FABRICIO
Jn. 18:22, 23.
El nombre de Fabricio Lucio, célebre general romano de los tiempos primitivos de expansión de la República, ha quedado en la historia como emblema de probidad, sencillez, desinterés e integridad ciudadanas. Se dice que “hallándose el famoso general en la más completa pobreza fue nombrado embajador por la República, para ir a tratar con Pirro, rey de Epiro, sobre asuntos de la mayor importancia concernientes a su patria. Pirro lo recibió en su corte con las mayores distinciones y trató de inducirlo para que secundara sus proyectos, contrarios a Roma, ofreciéndole honores elevados y grandes riquezas.”
Pirro conocía las valías morales de Fabricio, con quien había luchado en acciones bélicas sin que hubiera logrado vencerlo. Conocía la entereza de carácter del noble patricio y creyó que si lograba inclinarlo a su favor habría hecho una trascendente adquisición. En efecto, Pirro, haciendo uso de su habilidad, de su talento y sus riquezas, y aprovechando la pobreza de Fabricio, le hizo insinuaciones morbosas, indignas de la elevada moral del ciudadano íntegro.
La contestación de Fabricio fue la siguiente: “Si aún me crees honrado; ¿por qué pretendes corromperme? Y si me crees capaz de dejarme sobornar, ¿de qué puedo servirte?” Tan elocuente contestación hizo retroceder a Pirro y le proporcionó una visión de un hombre cabal, digno de la más alta consideración.—El Embajador.

127. VIBORAS EN SU SEPULCRO
Hch. 12:21–23.
En cierta ciudad de los Estados Unidos vivió hace tiempo un hombre rico, bien conocido, llamado Zet Pedil, quien no creía en la existencia de Dios; se burlaba de los cultos evangélicos y de los que creían en Dios, con tal vehemencia lo hacía y con un vocabulario tan soez que cuando los creyentes lo veían, temblaban de terror. Un día, este ateo dijo delante de muchos testigos lo siguiente: “Si Dios existe y es verdad lo que dice la Biblia, que mi cuerpo habite entre víboras cuando yo esté en el sepulcro.”
No mucho después, en 1908, este ateo murió a la edad de 82 años, y cuando bajaban su cadáver al sepulcro, había en él una enorme víbora. Después de esto siempre se han encontrado víboras alrededor del sepulcro del ateo. El sepulturero dijo que una vez mató cuatro víboras en esta tumba, mientras que en otras no se encuentra ninguna. Otro escribió: “El sepulcro de este hombre está siempre lleno de víboras. En cualquier tiempo que lo visitéis, encontraréis estos animales; el año pasado visitamos ese lugar veinte personas y encontramos veinte víboras.” Y se asienta que mientras más víboras matan, más abundan.
En 1931, el director de un periódico escribió lo siguiente: “En abril visité la tumba del ateo Zet Pedil y vimos en él seis víboras negras; mi compañero mató una de ellas a la que fotografiamos. El sepulturero nos dijo que esa mañana él había matado cuatro. Y que hacía algún tiempo habían abierto el sepulcro y lo habían limpiado para extinguir los animales, pero no habían tenido éxito. Y otro hombre dijo: “Es notable que en los sepulcros adjuntos no haya ni una sola víbora, mientras que éste está infestado.”
Este hecho, raro y notable, a la vez que verdadero, se ha esparcido por medio de los periódicos y folletos, acompañado por fotografías. Con esto, muchos hombres juiciosos e inteligentes se han convencido de su error; pero otros, desgraciadamente, han seguido en su pecado. Dios contestó el dicho del ateo e hizo que su cuerpo habitara entre víboras. Cuánta razón tenía el Apóstol al decir: “No os engañéis, Dios no puede ser burlado” (Gálatas 6:7).—Julio Petridis, en El Heraldo de Santidad.

128. TODAVIA NO
Ecl. 12:1; Mat. 19:16–24; Mar. 10:17–23; Luc. 10:25–28; 12:15–21.
“Todavía no”, dijo un niño entretenido en sus juegos. “Cuando crezca yo un poco pensaré en las cosas de Dios.” Llegó a ser un joven muy robusto.
“Todavía no”, dijo el joven. “Cuando vea yo prosperar mi negocio tendré más tiempo para asuntos espirituales.” El negocio prosperó.
“Todavía no”, dijo el hombre de negocios. “Mis hijos me necesitan ahora. Cuando ellos crezcan y estén bien colocados entonces tendré más oportunidad para pensar en eso.” Envejeció.
“Todavía no”, siguió diciendo. “Pronto voy a retirarme de mis negocios para que tenga yo bastante tiempo para leer y reflexionar.” Así murió.
Dejó para más tarde lo que debía haber hecho cuando era joven. Vivió sin Dios y a consecuencia de esto murió sin esperanza.—El Sembrador.

129. ¿A CUAL DE ESTOS DOS HOMBRES TE PARECES?
Luc. 10:25–37.
La noche cuando el vapor “Princes Alice” chocó con el “Bywell Castel”, a causa de una densa niebla, y seiscientos excursionistas perecieron de los novecientos o más que iban a bordo, dos barqueros estaban amarrando sus barcos. Al oir el estallido y los gritos uno de ellos dijo: “Estoy cansado, me voy a casa; nadie me verá en la niebla.”
Los dos tuvieron que comparecer en la investigación del caso. Interrogado el primero si había oído los gritos contestó que sí. Vuelto a ser interrogado qué había hecho contestó: —Nada señor. —¿No está avergonzado? a lo que contestó: —Señor, la vergüenza nunca me dejará hasta que muera.
Interrogado el otro qué había hecho contestó: —Salté al barco y remé con todas mis fuerzas hacia el barco náufrago. Atesté mi bote de mujeres y niños, y cuando ya era peligroso tomar otra más, me fui remando con este grito: ¡Oh, Señor, quién tuviera un barco más grande! ¡OH, SEÑOR, QUIEN TUVIERA UN BARCO MAS GRANDE!”
Podemos imaginar las palabras dirigidas a estos dos hombres, cuán distintas habrán sido. ¡Oh, que cada lector pueda hacerse un examen delante de Dios y a la luz de su presencia pueda darse cuenta de cómo está aprovechando el tiempo tan precioso que él nos da! Y una santa compasión por las almas perdidas inunde todo nuestro ser, y desde hoy resuelva ponerse a entera disposición del Señor para un servicio más eficiente que honre a nuestro Dios y nos produzca más gozo.—Adaptado.

130. VOZ ALTA
Un joven en EE. UU. tenía por costumbre “gritar” mucho cuando predicaba. Varias veces fue aconsejado para que lo evitara; pero el consejo no tuvo éxito.
Cierto día, estando predicando nuevamente, comenzó a gritar; hasta que unos amigos que estaban sentados en el fondo del local levantaron un cartel de tamaño apreciable, en el cual estaba escrito: “No te hagas ningún mal; que todos estamos aquí” Hechos 16:20.—El Despertar.

131. LOS DESIGNIOS DEL SEÑOR
2 Cor. 6:4–10
Un soldado anónimo escribió lo siguiente hace casi un siglo:
Pedí a Dios que me hiciera fuerte para sobresalir … me hizo débil para que aprendiera a obedecer humildemente.
Pedí ayuda para hacer obras más grandes … se me dieron dolencias para hacer obras mejores.
Pedí riquezas para obtener la felicidad … se me dio pobreza para que fuera prudente.
Pedí de todo para poder gozar de la vida … se me concedió la vida para que gozara de todo.
No recibí nada de lo que pedí … pero sí todo lo que podía esperar.
A despecho de mí mismo, fueron oídas mis oraciones. Soy entre todos el hombre más bienaventurado.—Campo Misionero.

132. EL RABINO Y LA PLATA
Job 31:24–28.
“Un día, el rabino Eglón recibió la visita de un hombre muy religioso, muy rico y muy avaro. El rabino lo llevó a una ventana. ¿Qué ves? —le preguntó. Veo gente —le respondió el rico. Entonces el rabino lo llevó ante el espejo. ¿Y ahora qué ves? —volvió a preguntarle. Me veo a mí mismo —le contestó el otro. El rabino entonces le dijo: Pues, en la ventana como en el espejo, hay un cristal; sólo que el del espejo se halla recubierto por una capa de plata y, a causa de la plata, no se ve al prójimo, sino se ve uno a sí mismo.”—Autor Desconocido.

133. JUAN WESLEY TRABAJADOR
2 Cor. 11:23a, b.
Juan Wesley viajó más de 400.000 kilómetros a lomo de caballo, haciendo un promedio de 32 kilómetros diarios, durante cuarenta años. Predicó 40.000 sermones; son más de 200 obras las que escribió o para cuya edición ayudó, (entre libros, folletos, himnos, sermones, etcétera), aprendió bien 10 idiomas. A los 83 años se sintió molesto porque no podía escribir más de una hora por día sin perjudicar su vista, y a los 86 se avergonzó de no predicar diariamente más de dos veces. Poco después se quejó, en su diario, de que sentía cada vez mayormente la tendencia a quedarse acostado en su cama hasta las 5:30 a. m.

134. LA MUERTE DE MAZARINO
Mat. 16:26.
Cuando Mazarino, señor de Francia un tiempo, se sintió llegar a las puertas de la muerte, mandó le trajesen todos sus tesoros para verlos por última vez.
Su cámara se convirtió en un joyelero de riquezas y en un museo de arte.
Mirándolo todo con ojos desencajados, crispaba sus manos sobre la ropa de su cama, y gemía: —¡Y pensar que lo pierdo todo! ¡Y pensar que lo he de dejar todo!
Y así murió Mazarino, el avaro.

135. HACED MAS
Stg. 1:22.
Haced más que oir: atended.
Haced más que atender: comprended.
Haced más que pensar: ponderad.
Haced más que hablar: decid algo.
Haced más que existir: vivid.
Haced más que sentir: socorred.
Haced más que mirar: observad.
Haced más que leer: asimilad.
—J. H. Rhoades

136. RESOLUCIONES DIARIAS
2 Ped. 3:18.
1.     HOY conversaré acerca de Cristo con alguna persona, ya sea creyente, simpatizante o inconversa.
2.     HOY compartiré la comunión con Dios por medio de la oración con otro, sobre los asuntos de mutuo interés y para el bien de la obra de Cristo.
3.     HOY procuraré sobrellevar las cargas espirituales de otro.
4.     HOY manifestaré el amor de Cristo que es el cumplimiento de la ley.
5.     HOY buscaré la manera de auxiliar a un hermano menos privilegiado y menos capacitado que yo.
6.     HOY trataré de servir a otros en vez de exigir su servicio para mí.
7.     HOY permaneceré con la Palabra de Dios hasta que el Espíritu Santo me revele un nuevo manjar para el alma.

137. EL LABRADOR Y LA CIGÜEÑA
1 Cor. 15:33; Sal. 1:1.
Quería el labrador coger ciertas grullas, para lo cual tendió sus redes en el campo, pero habiendo caído en ellas una cigüeña, ésta le decía que la soltase, porque era inofensiva y no causaba daños como las otras aves.
—No quiero, dijo el labrador riéndose, —porque tú ibas en compañía de las grullas, que ocasionan graves perjuicios a los campos, y por lo mismo, ya que te juntabas con los malos, sufre la muerte con ellos.
Debemos buscar la compañía de los buenos, porque la de los malos siempre nos será perjudicial.

138. LA DISCRECION
Prov. 8:12.
León y Jorge eran dos muchachos que estaban de aprendices en casa de un cerrajero. El maestro acababa de salir y ellos se encontraron solos en la tienda.
—Nuestro maestro —dijo León—, se ha olvidado de cerrar con llave su armario. Ven y miraremos lo que hay dentro; yo he visto una carta abierta y la leeremos.
—No —respondió Jorge—, que haya una llave en el armario o que no, es una misma cosa para los que son honrados.
—Yo no hablo de tocar nada, quiero solamente mirar.
—Pero, León, querer conocer lo que otro quería guardar para sí, es ser indiscreto. El indiscreto que roba los pensamientos y los secretos, es como el ladrón que roba dinero; los dos roban, cada uno a su manera, y los dos se deshonran. Yo no quiero ser indiscreto.”
León se ruborizó, comprendiendo que su compañero tenía razón.
El que es honrado lo es con todo lo que pertenece a otro, tanto los secretos como el dinero.

139. PREOCUPACIONES DE UN RICO
1 Tim. 6:6–10.
Pheraulas, un persa que de la pobreza se levantó hasta llegar a ser un hombre riquísimo, procuró persuadir a Saciano, joven amigo suyo, de que las riquezas no le habían dado más felicidad ni le habían proporcionado más contento que los que tenía antes de ser rico.
“Tú sabes”, le decía, “que ahora no como, ni bebo, ni duermo con más gusto que cuando era pobre. Al tener esta abundancia, lo que he ganado es lo siguiente: tengo más que guardar, que distribuir más entre otros, y que son muchas mis preocupaciones para cuidar lo que tengo. Ahora muchos sirvientes me piden alimento, bebidas, vestidos; algunos necesitan al doctor; otros vienen y me traen una oveja destrozada por los lobos, o un buey que se mató porque cayó en un precipicio, o me informan de una plaga que está afectando al ganado. Así pues, parece que ahora tengo más molestias que cuando era pobre.”
Es obligatorio para el que posee mucho gastar mucho en sus negocios, en sus amigos y en los extraños; y cualquiera que se agrada con la posesión de muchas riquezas, puede estar seguro de que sufrirá muchas molestias por tener que gastarlas.—Pulp. Comm.

140. LA PLEGARIA DEL ARBOL
Sal. 1:3; Núm. 24:6.
Tú que pasas y levantas contra mí tu brazo, antes de hacerme mal, mira mi bien.
Yo soy el calor de tu hogar en las noches frías de invierno.
Yo soy la sombra amiga que te protege contra el sol estival. Mis frutos sacian tu hambre y calman tu sed.
Yo soy la viga que soporta el techo de tu casa, la cama en que descansas.
Yo soy el mango de tus herramientas, la puerta de tu casa.
Cuando naces, tengo madera para tu cuna; cuando mueres, en forma de ataúd yo te acompaño al seno de la tierra.
Yo soy pan de bondad y flor de belleza.
Si me amas, como merezco, defiéndeme contra los insensatos.

141. SE DICE DE LA SERPIENTE
Sal. 51:7.
Que su mordedura no es tan mala si hace poco que ha bebido, porque antes de beber se vacía de su veneno.
Sería bueno que arrojásemos toda nuestra malicia antes de elevar nuestras oraciones a Dios, para que él pueda contestarlas, que en ocasiones él no puede hacerlo porque el pecado limita su bondad, quizá este pecado sea el enfado contra alguien a quien no hemos todavía perdonado.—Spencer.
142. SOBRE LA ROCA
Sal. 27:5; 40:2.
Después de un naufragio en una terrible tempestad, un marino pudo llegar a una pequeña roca y escalarla, y allí permaneció durante muchos horas.
Cuando al fin pudo ser rescatado, un amigo suyo le preguntó:
—¿No temblabas de espanto por estar tantas horas en tan precaria situación, amigo mío?
—Sí —contestó el náufrago—, la verdad es que temblaba mucho; pero … ¡la roca no …! Y esto fue lo que me salvó.—Entre Nosotros.

143. SALVO PARA SERVIR A DIOS
Gén. 37:13–28; 39:21a; 41:38–46; 45:4–13. Ex. 2:1–10; 3:1–12; 12:29–38, 51; 1 Sam. 18:10–16; 19:9–12; 20:30–33; 21:10; 22:1–4; 24:3, 12–16; 2 Sam. 2:4; 5:1–5; Dan. 1:3–7; 3; 6; Jon. 1; 2:1, 2, 11; 3; Mat. 2:1–8, 13; 27:29, 37, 54; 28:6, 18; Apoc. 1:4–7; 6:1; 7:9–17; 14:1–3; 19:1–16; 21:21–27; 22:1–3; Luc. 22:31; Mat. 26:69–75; Mar. 14:66–72; Hch. 2:14–42; Hch. 9:3–6, 13–15; 25:10, 11; 26:27; 28:16–31.
Un niño de siete años de edad quería saber para qué había nacido, y se lo preguntó a su papá. El papá le dijo que él y su mamá habían orado pidiendo a Dios un niño. El pequeño interrogador no quedó muy satisfecho e hizo otra pregunta: “¿Eso es todo?” Entonces el padre explicó lo mejor que pudo a su hijito que Dios tiene un propósito para cada persona y por lo mismo le conserva la vida; y que tal vez Dios quería usarlo de alguna manera. No mucho tiempo después el niño trepó a un árbol y accidentalmente se cayó y quedó herido de gravedad. Todas las personas que lo veían creían que no viviría; pero Dios hizo el milagro de conservarle la vida. Cuando el niño pudo pensar normalmente, dijo: —Papá, tú me dijiste que tal vez Dios quería usarme, ¿te acuerdas? El padre contestó: —Sí, hijito. Y el niño agregó: —Tal vez por esto Dios no quiso que yo muriera en este accidente. —En seguida, con lágrimas en sus ojos, agregó—: Espero poder hacer aquello para lo cual Dios me devolvió la vída.—Adaptación.

144. REY QUE HUMILDEMENTE ACEPTA LA REPRENSION
1 Sam. 13:8–14; 15:10–26; 18:6–25; Sal. 1; 33:12–22; 40:1–8; Is. 42:18–25.
Se dice que Enrique el Grande de Francia hallaba mucho placer al conversar con cierto hombre honesto y religioso, del pueblo humilde, quien trataba con mucha confianza a su majestad. Ese hombre dijo cierto día al rey: “Señor, cuando oigo a alguien hablar mal de vos, siempre os defiendo. Sé que sois muy justo y generoso, y que habéis hecho muchas cosas nobles y dignas de alabanza. Pero tenéis un vicio por el cual Dios os condenará, si no os arrepentís: me refiero a vuestro amor ilícito para con algunas mujeres.” El rey, según se dice, era demasiado magnánimo para resentirse por esta reprensión; pero por mucho tiempo la sintió en su corazón clavada como una saeta. Después decía a sus amigos íntimos que los discursos más elocuentes de los doctores de la Sorbona nunca le habían impresionado como esta reprensión sincera de su humilde amigo.—Copiado.

145. OBEDIENCIA, MEJOR QUE SACRIFICIO CONTRIBUYENTE; PERO INSATISFECHA
1 Ped. 1:18–19.
El escritor de esta ilustración, cuando era joven, conoció a una mujer que había estado ocupando una posición importante durante mucho tiempo y manejando mucho dinero en una empresa que administraba grandes negocios. Esa dama simpatizaba con la verdadera religión, la cristiana; pero por muchos años se había rehusado a rendirse completamente a Dios. Sin embargo, ella se sacrificaba financieramente para ayudar en la obra del Señor, y con frecuencia prometía que daría a algún predicador necesitado, al cual ella indicaría, una cantidad de dinero igual a la que recibiera en la primera carta de negocios en ese día. Esa dama siempre cumplía sus promesas, aunque el hacerlo le costara mucho. Sin embargo, todo eso no le dio la salvación ni le proporcionó gozo en su corazón. Finalmente, cuando ya estaba avanzada en edad, se rindió al Señor. No podemos ser redimidos cuando desobedecemos a Dios y hacemos otra cosa para encubrir tal desobediencia. “El obedecer es mejor que los sacrificios” (1 Samuel 15:22).—Arnold’s.

146. DESOBEDIENCIA QUE PRODUJO TERRIBLE CATASTROFE
Rom. 5:12.
El 16 de abril de 1947 en Texas City, Texas, EE. UU. de N. A., ocurrió una violenta explosión, la cual fue considerada como la más grande que se ha producido, aparte de las explosiones atómicas que se han efectuado. Tres barcos que contenían explosivos volaron por los aires, y la población de Texas City fue inundada con flameantes desechos que destruyeron casi instantáneamente una fábrica de productos químicos valuada en diecinueve millones de dólares y produjo cientos de incendios. Hubo 551 muertos, 3.000 heridos graves, y una pérdida de cincuenta millones de dólares por los daños producidos en los edificios. Todos estos perjuicios fueron causados por la desobediencia de un marinero o de un estibador que, violando la prohibición expresa de fumar, fumó, y arrojó la colilla del cigarro sobre alguna cosa inflamable; entonces se produjo un pequeño incendio que se comunicó a los depósitos de municiones, y después vino lo peor … la catástrofe. Todo, por la desobediencia de un solo hombre.—A. L.

147. DETENGASE Y MEDITE
Sal. 46:10.
Por fantástico que parezca, acaso sería una buena idea que, en determinado día, se desconectasen todos los teléfonos, cesasen de funcionar todos los motores, y se suspendiese toda actividad por espacio de una hora; para darle de este modo a la gente ocasión de reflexionar, por unos minutos, en lo que es la vida, y para qué viven, y a qué aspiran verdaderamente.
En momentos difíciles, cuando la ansiedad asedia al corazón, o algún otro pesar nos lo oprime, ningún medio tan seguro como la meditación para lograr una calma relativa. No se sabe de algo que pida menos gasto de tiempo y energía, cuando quiera se trate de recobrar el dominio de nosotros mismos y de sujetar la voluntad al imperio de la razón. A todos, sean cuales fueren nuestra edad y nuestra experiencia, ha de sernos dable emplear en la meditación parte de nuestras horas libres, y el hacerlo así, es condición indispensable para vivir juiciosamente.—A. F. R.

148. CON SU PUEBLO
Ex. 17:8–16; 1:29; 7:1; 9:3; Deut. 31:8; Jos. 1:9; Mat. 28:20.
Se dice que en una batalla que dirigía el Duque de Wellington, una parte de su ejército estaba cediendo ante el enemigo, cuando de pronto un soldado vio al Duque entre sus propios combatientes, y el soldado gritó con voz estentórea y jubilosa: “¡Aquí está el Duque! ¡Dios lo bendiga!” Y el mismo soldado, dirigiendo la palabra a uno de sus compañeros, le gritó a éste: “¡Más me gusta ver la cara del Duque, que a toda una brigada!” Los demás soldados, al oir todo esto, volvieron sus rostros hacia el lugar donde estaba el Duque de Wellington: al verlo se reanimaron, recobraron la serenidad y el valor, y decían: “¡El que nunca ha sido derrotado ni lo será está con nosotros!” Y pronto derrotaron al enemigo.
Jesucristo, nuestro General, siempre está con su pueblo: Siempre está con nosotros: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, dijo él (Mat. 28:20). ¡Sigamos luchando por conquistar al mundo: el Señor Jesús está con nosotros!—Autor desconocido.

149. EL SEÑOR JUDSON: HUMILDE COMO CRISTO
Job 22:29; Sal. 18:27; Prov. 3:34; 15:33; 22:4; Is. 57:15; 66:2; Miq. 6:8; Sof. 2:3; Mat. 11:29; Mat. 20:20–28; Mar. 10:35–45; Luc. 1:52; 14:11; 18:14; Hch. 20:19; Rom. 12:16; 2 Cor. 7:6; Ef. 4:2; Fil. 2:3, Col. 3:12; Stg. 4:6; 1 Ped. 5:5.
Se relata que en una ocasión la esposa del señor Adoniram Judson, le leyó, con el fin de divertirlo, algunas noticias de los periódicos en las cuales lo comparaban con algunos de los apóstoles. El señor Judson estaba sobremanera turbado, y dijo: “No quiero ser como ellos. No quiero ser como Pablo, ni como Apolos, ni como Cefas, ni como cualquier otro hombre. Sólo tenemos un ejemplo supremo, quien tentado en todo como nosotros, nunca cometió pecado. Deseo seguirlo en todo, imitarlo en todo, practicar sus enseñanzas, beber de su Espíritu, andar en sus sendas, y conocer mis debilidades porque él me las indique y sólo él.”
¡Oh, que seamos más semejantes a Cristo!— Autor desconocido.

150. ALUSIONES DEMASIADO PERSONALES
Ex. 20:1–17; Deut. 5:6–21; Para cada mandamiento en el Decálogo búsquense los pasajes indicados por las referencias.
El editor de un periódico semanario necesitaba material para llenar unas columnas y, como no tenía otro por el momento, mandó que sin comentario alguno insertaran el Decálogo. Tres días después el editor recibió una carta de uno de los lectores de dicho semanario, y en ella decía: “Favor de cancelar mi subscripción porque su editorial es demasiado personal en contra mía.— El Expositor Bíblico.

151. RICO DESCUIDADO POR SU PASTOR
Sal. 45:12; Prov. 13:7; Jer. 5:23–28; Miq. 6:9–15; Mat. 6:19–34; 19:16–26; 19:27–31; Mar. 10:17–27; 10:28–31; 12:41; Luc. 1:53; 6:24; 12:15–21; 12:22–31; 18:18–27; 18:28–30; 21:1–4; 1 Cor. 4:8; 1 Tim. 6:10; 6:17–19; Stg. 2:5–7; 5:1–6; Apoc. 5:15–17.
Cierto pastor dijo que en su congregación había un hombre muy rico; que si éste hubiera sido pobre él le habría hablado acerca de la salvación de su alma; pero que él como pastor creía que sería presuntuoso hablarle de eso a dicho rico. Un día uno de los miembros le preguntó al hombre rico: —Señor X, ¿ha aceptado usted al Salvador? Este hombre, conmovido, y con lágrimas en los ojos, respondió: —Agradezco a usted que me haya hecho esta pregunta. Durante mucho tiempo he estado muy preocupado por esto, y siempre pensé que el ministro algún día me hablaría de este importante asunto. ¡Oh, cuánto he deseado que me hable de mi Salvador! Si me hubiera hablado, ¡yo podría haber tenido tranquilidad!
Sigamos el ejemplo del Señor, quien a ricos y a pobres les anunció las buenas nuevas de salvación; imitemos al apóstol Pablo, quien dijo: “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio…” (Rom. 1:14–16).

152. LOS RICOS ESTAN EXPUESTOS A GRAN PELIGRO
Prov. 30:8–9.
Cierta persona relata lo siguiente: El señor X me conoció porque yo iba al templo de la iglesia a la cual él pertenecía, y en una ocasión le pedí un consejo, y me lo dio. Después transcurrieron algunos años sin que tuviera yo la oportunidad de verlo. Un día ese señor vino a mi casa: nos dimos los saludos de costumbre, y después me preguntó si podría hablarme en lo privado, y le dije que sí. Entramos en un cuarto donde nadie pudiera interrumpirnos. Cuando ya estábamos a solas me dijo: “He sabido que usted está expuesto a un gran peligro.” Le dije que yo no lo sabía. En seguida agregó: “Así lo pensaba yo; que no lo sabía usted: por esta razón he venido a verlo. Me dicen que usted se está enriqueciendo…: ¡Cuidado! ¡Está usted en el camino por el cual el diablo algunas veces conduce a millares de personas a la ruina espiritual y las aleja de Dios para siempre!” Siguió hablándome sobre este asunto con tanta solemnidad y sinceridad que me impresionó profundamente. Cuando mi buen visitante y consejero se despidió de mí, me quedé pensando en lo que habíamos conversado y decidí que haría yo lo posible para que el aumento de mis riquezas no me alejara de Dios, sino más bien para que éstas me acercaran a él y para que con ellas ayudara yo a extender su reino en la tierra.—Anónimo.

153. ORACION IMPROPIA DE UN PADRE
Mat. 20:22; Rom. 8:26; Stg. 4:3.
Cierto niño, muy pequeño, estaba agonizando y su padre, que lo amaba mucho, se afligía en gran manera y no quería conformarse con que su hijo muriera, aunque con palabras de consuelo se lo aconsejaban sus amigos. Elpastor de la iglesia a la cual pertenecía ese padre atribulado le daba iguales consejos y le decía que aceptara la voluntad divina y entregara la vida de su hijo a Dios, principalmente porque no había probabilidades de que el niño sanara. El padre contestaba: “No puedo conformarme. Estoy orando para que Dios me conceda la vida de mi hijo, cualesquiera que sean las consecuencias.” Se realizó el anhelo del padre: el niño sanó, se desarrolló, y su padre lo mimaba con exceso. El hijo llegó a ser un perverso: una espina que siempre estaba hiriendo el corazón del padre. Cuando el hijo fue grande se hizo ladrón, robó cosas de valor a uno de sus maestros, y cometió otros muchos delitos; fue llevado a la cárcel y sentenciado a muerte. Tuvo una muerte ignominiosa, y sin que se arrepintiera de sus muchos pecados. Cuando el hijo fue ejecutado, el padre se acordó de lo que le pidió a Dios, y con tristeza, lágrimas y vergüenza confesó su insensatez y su pecado al no haber estado conforme con que se hiciera la voluntad de Dios.—El Expositor Bíblico.

154. ENDEMONIADOS EN NUESTROS TIEMPOS
Gén. 3; Lev. 17:7, 17; Deut. 32:17; 1 Crón. 21:1; 2 Crón. 11:15; Job 1:6, 9, 12; 2; 1–7; Sal. 106:37; Mat. 4:1–11; 13:38; 17:14–18; 5:1–17; Mar. 1:12, 13, 23–27; 5:1–17; 7:24–30; 8:33; 9:14–29; Luc. 4:1–13; 4:33–36; 8:26–39; 9:37–43; 22:3–6; 22:31; Jn. 6:70; 13:2, 27; 8:44; Hch. 5:16; 8:7; 10:38; 13:10; 16:16–18; 19:13–18; 1 Tim. 4:1–4; 1 Jn. 3:8, 10; 4:1; 1 Ped. 5:8, 9; Stg. 4:7; Apoc. 12:7–10.
El señor Hugh White, misionero presbiteriano en China durante muchos años, dice lo siguiente: “La demonología, como se observa en los tiempos presentes, es la misma del tiempo de Cristo. La terminología que se oye en relación con eso es tan idéntica que uno siente que está andando en las calles de Nazaret o de Capernaum. Es muy común experimentar las vejaciones que los demonios le hacen a alguna persona, pues los demonios hablan, van y vienen, derriban al paciente y tratan de matarlo.”
El Señor White relata el caso de un hombre endemoniado: “Tenía desmayos, dormía en las cuevas, comía inmundicias, hablaba con sonsonete y maldecía a la gente. La víctima iba a los mercados, se desnudaba, y con todas sus fuerzas gritaba maldiciones. Ahora esa persona está bien, está sana, y es afectuosa: gracias al poder de Cristo.” Casos como éste se repiten con frecuencia.—Christian Life.

155. TODA ES PARA TI…
Is. 55:1; 58:6–22; Mat. 25:40; Mar. 10:46; Luc. 6:31; Hch. 3:1–6, 11; 1 Jn. 3:17, 18.
Cuando la península de Corea estaba en sus “buenos tiempos” la vida era extremadamente difícil; tanto así que en una familia un vaso de leche tenía que ser compartido por todos los niños que hubiera en ella, y eso era considerado como un lujo en la alimentación. Cada niño estaba acostumbrado a la escasez de leche, y ya sabía qué tanto debía beber cuando la tenían.
Durante la guerra que hubo en Corea (de junio de 1950 a junio de 1953), muchos niños se extraviaron, y se dio el siguiente caso: Una enfermera de la Cruz Roja encontró a uno de tales niños, y al verlo perdido lo recogió, y dándose cuenta de que estaba hambriento, le dio un vaso de leche. El niño ansiosamente comenzó a beber; de repente dejó de hacerlo, y preguntó a la enfermera cuántos “traguitos” podía beber. La enfermera, conmovida y con lágrimas en los ojos, le dijo. “Toda es para ti; bébela toda.”—Duke K. McCall.

156. PRISIONERO; PERO CONFIANDO EN DIOS
1 Rey. 17:1–16; 2 Rey. 6:16, 17; Sal. 23:4; 27:1–3; 32:6, 7; 34:4–8, 17: 42:5, 11; 43:5; 46:1, 2, 7, 11; Is. 63:9; Hch. 8:1–17; Rom. 8:28–39.
En los primeros días de la Segunda Guerra Mundial los japoneses tomaron prisionero al doctor Theron Rankin, que era misionero bautista en China. Entonces quedó separado de todos sus seres amados: familiares y amigos, y fue despojado de todas las cosas que eran de su propiedad personal. No tenía esperanzas de que alguien lo protegiera, ni siquiera un gobierno amigo del de su país: los Estados Unidos de la América del Norte. Todo lo que podía hacer era confiar en Dios, en Cristo y en el Espíritu Santo; lo único que tenía eran las promesas de las tres Divinas Personas. Muchos meses después un barco neutral sueco, el Chripsholm, llevó al doctor Rankin a su patria. Más tarde dijo que cuando no tenía más en quien confiar, sino en Dios, en Cristo y en el Espíritu Santo, su actitud hacia sus captores japoneses cambió, y desapareció el temor que antes había tenido.—Duke K. McCall.

157. EL ASIENTO VACIO
Ecl. 5:1; Heb. 10:25.
“Tú serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío.” 1 Samuel 20:18.
El asiento vacío habla con elocuencia. A pesar de que su mensaje no es agradable, todos lo pueden oir.
Al predicador el asiento vacío le dice: “Tu sermón no vale.”
Al que visita la iglesia, le advierte: “Ya ves, vamos perdiendo terreno.”
Al nuevo que busca una iglesia donde asistir: “Vale más esperar a ver lo que pasa aquí.”
Al tesorero de la iglesia: “¡Cuidado! ¡Habrá un déficit!”
A los miembros presentes les aconseja: “Ustedes también pueden ausentarse el domingo próximo.”
A los verdaderos fieles les aconseja: “Trabajad, invitad, orad, orad, llenad esos asientos vacíos.”
El asiento vacío testifica contra los cultos. Mata la inspiración, ahoga la esperanza. Aleja el celo y es un peso desanimador para toda iglesia.
Por otro lado, el asiento ocupado es un ala, es un estímulo, es un incentivo y una inspiración al predicador y a toda persona que ama al Señor Jesús.—Traducido y aumentado del Moody Monthly, en La Luz Apostólica.

158. ORACION DE UN HEROE DE LA LIBERTAD
Rom. 13:1–7.
Jorge Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, envió una circular a los gobernadores de todos los estados, en junio de 1873. En el final de su carta decía: “Mi oración más sincera a Dios es que os bendiga y que tenga vuestro estado bajo su protección. Que él se digne inclinar el espíritu de los ciudadanos a la subordinación y obediencia al gobierno, y despertar un sentimiento de amor fraternal de los unos hacia los otros y, en particular para sus hermanos que han peleado en los campos de batalla; y finalmente, que su gracia nos mueva a todos a hacer justicia, a amar la misericordia y a conducimos con esa claridad, mansedumbre y templanza que caracterizan al Divino Autor de nuestra bendita religión, pues sin imitarlo con humildad nunca podremos esperar que la nación sea feliz.”—El Exégeta.

159. LIBRES DE CUATRO TEMORES
Amós 7:10–17; Jn. 8:31–36; Hch. 4:13–20; 5:25–32; Gál. 5:1, 13, 14; 2:4; 4:31; Rom. 6:18; 8:2; 2 Cor. 3:17.
El 6 de enero de 1941 el Presidente Franklin D. Roosevelt pronunció un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos de la América del Norte, y entre otras cosas dijo que los Estados Unidos esperaban un mundo fundado sobre cuatro libertades esenciales: I. Libertad de palabra; II. Libertad de cultos; III. Libertad de trabajo; IV. Libertad de eludir el temor. (I. Libertad para expresar sus ideas; II. Libertad para adorar a Dios en la forma preferida; III. Libertad para elegir la forma de trabajar a fin de no padecer necesidad; IV. Libertad de evitar todo aquello que haga que la gente sufra algún temor.)

160. COMUNICACION INCOMPRENSIBLE
Luc. 2:25–35.
En un culto de oración el predicador W. K. Gilliam dio el siguiente testimonio: Volábamos en un aeroplano de la ciudad de Denver, Estado de Colorado, a la de Chicago, estado de Illinois. Por radio se le dijo al piloto que al llegar a esta ciudad no podría aterrizar porque había muchas nubes y las condiciones atmosféricas en general no eran favorables. Cuando llegamos sobre Chicago no veíamos nada, sino únicamente nubes blancas, y permanecimos media hora volando en círculos sobre la ciudad. Repentinamente el aeroplano descendió en línea recta y aterrizamos con precisión en la pista que nos correspondía. La constante comunicación entre el operador de radio del aeropuerto y el piloto, por ese medio que no veíamos ni entendíamos, hizo que pudiéramos descender en el momento y en el lugar más convenientes. Esto puede ilustrar cómo Dios se comunica con el hombre por medio del Espíritu Santo, y también puede ilustrar que podemos tener éxito en nuestra vida espiritual si obedecemos a Dios y al Espíritu Santo, como Simeón los obedeció.—Arnold’s.

161. ¿TE HABLA A TI EL PASTOR?
Ecl. 12:11.
Después de mucho tiempo una señora volvió a ir al culto con su hijita. Por causa de su trabajo no podía asistir a los cultos matinales; por eso fue en la noche. El pastor habló en esa ocasión acerca de la negligencia de muchos en cuánto al cumplimiento de sus deberes cristianos: No leen la Biblia, descuidan la asistencia a los cultos, etcétera.
La niñita escuchaba atentamente el sermón y, cuando oyó que el pastor hablaba de la incuria de muchos padres, se volvió a su madre y, confiada, le dijo: “¡Mamital ¿Te habla a ti el pastor?” Estas palabras fueron un flechazo para el corazón de la madre que permaneció callada. Esa ingenua pregunta de su propia hijita fue para ella un sermón vivo y eficaz.
Sería conveniente que también nosotros tuviésemos a alguien que nos formulara esta pregunta mientras escuchamos el sermón de nuestro pastor. Sin embargo, tantas veces escuchamos el sermón de un pastor con el fin de criticar, o para oir al orador tras el sermón, o para oir por oir porque estamos con el reloj en la mano calculando el tiempo que tarda. Sí, es conveniente que nos preguntemos, a veces, durante el culto: “¿Te habla a ti el pastor?” O para ser más exactos preguntémonos así: “¿No te está hablando Dios a ti por medio del pastor?”—L. Gross.

162. HIMNOS A LOS PAJAROS
Deut. 22:7.
Dios te guarde, pajarillo,
flor del bosque, plumas de oro,
nadie mate tus pichones,
nadie toque tu tesoro.
La tormenta no te asuste
en las noches despiadadas,
el viento no te castigue,
no te maten las heladas.
El cazador no te encuentre
cuando te busca en la selva,
la sombra por defenderte
en sus repliegues te envuelva.
Vuela siempre por los aires,
picotea en los jardines,
cuelga el nido en las retamas.
Dios te guarde, pajarillo,
flor del bosque, plumas de oro,
nadie mate tus pichones,
nadie toque tu tesoro.
—Alfonsina Storni.

163. DIVINO OASIS
Apoc. 22:17.
Voy cruzando por árido desierto,
De la vida en su rudo batallar;
Fervoroso prosigo con acierto
Hacia el Reino de gozo singular.
Espejismo falaz ya se levanta
Excitando mi sed abrasadora,
Mas de Dios el Oasis se abrillanta
Con el Agua que anima y corrobora,
De la Fuente que salta eternamente,
La que imparte la vida verdadera
Produciendo ese gozo inigualable.
Con su alcance eficaz y permanente,
La que hace la existencia placentera
En el viaje a la patria perdurable.
—Teodoro E. Quirós V.

164. CUANDO SEA GRANDE
Ex. 20:12; Mat. 15:4; Mar. 7:10; Luc. 18:20; Ef. 6:2, 3.
Mamá, cuando yo sea grande,
voy a hacer una escalera
tan alta que llegue al cielo
para ir a coger estrellas.
Me llenaré los bolsillos
de estrellas y de cometas,
y bajaré a repartirlas
a los chicos de la escuela.
Pero a ti voy a traerte,
mamita, la luna llena,
para que alumbres la casa
sin gastar en luz eléctrica.
—Alvaro Yunke.

165. CONFESION
Sal. 51; Luc. 15:18; Sal. 32.
Pequé, Señor, y debo revelarte
con amargura de alma, mi osadía,
Me abruma mi pecado noche y día,
y pruebas de pesar quisiera darte.
Ninguna excusa puedo presentarte
pues por demás tu Ley yo conocía,
y en lo íntimo del alma bien sabía
que mi pecar habría de enojarte.
Mas, ¡oh, Señor! mi natural humano
a veces, por el mal, ganado advierto:
y al espíritu vence la materia.
Que siempre, Padre, sobre mí tu mano,
al conducirme por camino cierto,
muéstreme del pecado la miseria.
—R. Taibo Sienes, España

166. LA CARIDAD
Rom. 12:9.
¡Feliz el que sembró en su corazón
las semillas del bien y la indulgencia
inundando con ellas su conciencia
de ternura, de amor y compasión!
¡Feliz el que ofreció su protección
y derramó su gran benevolencia,
y le brindó su fe y beneficencia
al pobre en su mayor tribulación!
Si olvidó las injurias recibidas,
si no ha devuelto un mal por otro mal
ni la venganza ha sido concebida;
Si la bondad, cual rico manantial,
en su alma vive y con amor se anida
para hallar la paz espiritual.
Andrea Ferry Lugo

167. LEY DE AMOR
Sal. 103:8–13; Luc. 15:1–32; 1 Juan 4:8, 10, 16, 19–21.
Dios quiere llevar su mundo
por un camino de amor;
si eres mezquino, egoísta,
le estás estorbando a Dios.
Dios le ha trazado a su mundo
suerte y destino de amor;
si tienes rencor o envidia,
te estás oponiendo a Dios.
Si eres duro, si no amas,
estás combatiendo a Dios.
Dios ama, sirve y perdona:
¡Dios es infinito amor!
Gonzalo Baez-Camargo

168. UNA VISITA DE DIOS
La lectura de la Biblia, durante veinte días, mientras que componía la música para el oratorio, “El Mesías”, produjo un cambio maravilloso en la vida de Jorge Federico Handel.
El gran compositor había llegado a un fatal momento de su vida cuando todo le parecía inútil; ya nadie se complacía en escuchar sus composiciones musicales; la inspiración había huido de él, y estaba, digámoslo así, en bancarrota. Una noche, profundamente desanimado, regresó a su casa obsesionado por una sola idea: descansar, dormir, olvidarlo todo.
Subió con lentitud las gradas de su humilde estudio, mecánicamente encendió las velas sobre su mesa de trabajo, y en seguida frunció el seño. ¿Qué contendría aquel paquete que descansaba sobre el escritorio? Lo abrió, y al ver la palabra, “Oratorio”, lo tiró a un lado. ¿Quién se estaba burlando de él? Todos sus últimos esfuerzos en componer oratorios habían fracasado. Rompió en mil pedazos la carta, pisoteó con cólera el suelo, y luego cayó sobre su cama deseoso de dormir.
Pero el insomnio se apoderó de él; una tempestad agitaba su pecho. Al fin, se levantó, encendió nuevamente las velas y llevó el manuscrito hacia la luz. Leyó el título, “El Mesías”, y en seguida las palabras, “¡Consolaos! ¡Consolaos!” Estas le llamaron la atención: era el maravilloso principio de la poesía y, a la vez, un desafío celestial al ánimo apagado del compositor. Apenas había leído las primeras palabras cuando éstas empezaron a traducirse en un lenguaje musical que dilataba, elevándose triunfalmente hacia el cielo. Una vez más Handel oyó tonos musicales después de una larga sequía de inspiración.
Con los dedos temblorosos pasaba las páginas. Se sentía llamado a elevar su voz con gran fuerza en un numeroso coro. Ya oía vibrar los instrumentos al soplo poderoso de las tubas, sostenido por los acordes fulminantes del órgano. Desapareció el cansancio; fue bañado en un mar de tonos musicales que corrían como olas sobre su alma, agitando la inspiración dormida.
Tomó su Biblia y empezó a leer las profecías del Mesías prometido, su advenimiento, y al fin, su ascensión al Padre. El fuego divino ardía nuevamente en su ser; las lágrimas inundaban sus ojos. Tomando la pluma, comenzó a traducir sobre el pentagrama lo que resonaba en su mente y en su corazón. Sus dedos corrían incansablemente y pronto se vieron las hojas de papel cubiertas de extraños signos musicales. La ciudad dormía bajo el manto de una densa oscuridad, pero el espíritu de Handel estaba iluminado por una luz celestial, y su cuarto vibraba de música.
Día y noche estuvo entregado a su tarea, viviendo y respirando una atmósfera de ritmo y tono. Cuanto más se acercaba el fin de su composición, con mayor violencia le azotaba el temporal de esta furiosa inspiración. Ya pulsaba las cuerdas del clavicordio, ya cantaba, ya escribía con ligereza hasta agotar la fuerza de sus dedos. Nunca antes había vivido una similar batalla musical.
Quedaba sólo una palabra para ser ungida de la iluminación —el amén— dos sílabas, pero esas dos sílabas debían ser construidas sobre un monumento que alcanzara los cielos. El compositor dilató la primera sílaba hasta sentir que llenaba no solamente una catedral, sino también la misma cúpula del cielo.
Al fin, después de veinticuatro días, un milagro en el mundo de la música, fue terminado el oratorio. La pluma cayó al suelo y Handel durmió por diecisiete horas. Al levantarse, se sentó al clavicordio y tocó con desbordante alegría la última parte de “El Mesias”. Una vez que hubo terminado, un amigo le dijo, “¡Nunca en mi vida he escuchado cosa parecida!”
Handel, con la cabeza inclinada, respondió: “Dios me ha visitado.”—El Mensajero Pentecostés.

169. DIONISIO, DAMOCLES Y LA ESPADA
Dan. 5:22–31; Stg. 4:13–16; 5:1, 2; Luc. 12:15–21; 1 Cor. 5:6; 6:10; Gál. 5:19–21.
Reinaba en Siracusa Dionisio, quien tenía un vasallo y cortesano adulador que se llamaba Damocles.
Se dedicaba particularmente Damocles a pronunciar delante de Dionisio largos discursos acerca de la felicidad de los monarcas. Cansado ya Dionisio, y deseando corregir a su cortesano, hizo un gran banquete y ordenó a Damocles que ocupara el lugar del rey, vestido con ropas reales como si fuese el verdadero rey. Damocles estaba orgulloso de tanto honor.
Pero en lo mejor del banquete, el rey lo interrumpió ordenándole que levantara la vista sobre su cabeza. ¡Y lo que vio Damocles! Una espada filosa y aguda pendíaprecisamente sobre su cabeza, sostenida apenas por un hilo bastante débil que de un momento a otro podía reventarse. Damocles se llenó de terror, y suplicó al rey que lo librara de semejante peligro. El rey lo hizo con la condición de que Damocles de allí en adelante no volviera a importunarlo con sus adulaciones.

170. “TUMBAS FAMOSAS”
1 Cor. 15:20.
Son famosas las pirámides egipcias porque contienen los cuerpos momificados de los antiguos potentados egipcios. La Abadía de Westminster, en la ciudad de Londres, Inglaterra, es renombrada porque en ella descansan los restos de los nobles y notabilidades inglesas. El Cementerio de Arlington en la ciudad de Washington, Distrito de Columbia, EE. UU. es reverenciado porque es el honroso lugar donde descansan los restos de muchos americanos prominentes. Entre la tumba de Cristo y estos lugares que se acaban de mencionar existe una diferencia tan grande como la que existe entre la noche y el día. Estos lugares son famosos y atraen visitantes de cerca y de lejos por lo que contienen; mientras que la tumba de Cristo es famosa por lo que NO CONTIENE.—Revista Evangélica.

171. EL PRECIO DE LA ACTIVIDAD
1 Cor. 3:13, 14.
La historia nos relata acerca de un anciano soldado romano que sirvió a su patria cuarenta años: diez como soldado raso y treinta como oficial. Había tomado parte en ciento veinte combates y había sido herido gravemente cuarenta y cinco veces. Había recibido catorce coronas cívicas por haber salvado la vida de varios ciudadanos, tres murales por haber sido el primero en entrar en la brecha, y ocho áureas por haber rescatado el estandarte de una legión romana de manos del enemigo. Tenía en su casa como botín de guerra ochenta y tres cadenas de oro, sesenta brazaletes, dieciocho lanzas de oro, y veintitrés jaeces.
Que el cristiano sea igualmente fiel a su Salvador y luche en favor de él, y la gloria y el valor de su premio excederán en mucho al de este anciano soldado romano.—El Expositor Bíblico.

172. ¡PERDONADO!
Rom. 3:25.
Un cierto rico escocés había prestado en vida mucho dinero a varias personas. Siendo que era muy considerado, trataba con cariño a sus deudores y cuando se daba cuenta de que era imposible que le pagaran, ponía debajo de la cuenta su firma junto con la palabra: “Perdonado”.
Después de su muerte, su esposa se dio cuenta que era mucho el dinero que amparaban las notas perdonadas y se dio a la tarea de cobrarlas. Tuvo que principiar juicios legales hasta que el juez, al examinar uno de estos casos le preguntó:
—Señora, ¿es esta la firma de su esposo?
—Sí —contestó ella—, de eso no hay duda.
—Entonces —dijo el Juez— no hay nada que obligue a estas gentes a pagar cuando el mismo esposo de usied ha escrito la palabra “Perdonado”.
Si Cristo nos ha perdonado nuestros pecados, en vano se ufana el diablo por traérnoslos a la memoria. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. (Rom. 8–1.)—Corazón y Vida.

173. EL HIJO DESOBEDIENTE
En una selva sombría
Un nido en un árbol vi,
Y desde el nido, píi, píi,
Un pajarillo decía.
Su buen padre que lo oía,
—Voy, le dijo cariñoso;
Voy a volar presuroso
Ricos granos a traerte,
Espérame sin moverte
Y procura ser juicioso.
Al ver el nido dejar,
Dijo el cándido polluelo:
—¡Cuánto lo envidio! ¡Cuánto anhelo
El viento también cruzar!
Quiso en el acto volar
Y el ala tendió imprudente,
Mas descendió de repente
Y horrible muerte encontró.
Siempre el cielo castigó
Al hijo desobediente.
José Rosas.

174. LA VEJEZ
Lev. 19:32.
Cuando la vejez ingrata
arranca nuestros cabellos
o va colocando en ellos
débiles hilos de plata;
Cuando la vista perdida
vaga en vano por doquiera,
buscando la primavera
venturosa de la vida;
Cuando el hombre, en fin, su inciertorumbo
sigue, y triste ve
que tiene bajo su pie
un hondo sepulcro abierto.
Hay un instante, hija mía,
en que se pierde la calma,
y brota dentro del alma
la negra melancolía.
¿Has visto en la tarde hermosa,
cuando el sol se va ocultando,
cómo la sombra luchando
está con la luz dudosa,
Y al moribundo destello
del astro que desaparece,
el mundo entero parece
más bello, mucho más bello?
Pues así el hombre distingue
su sol, su luz, su esperanza,
entre una muerte que avanza
y una vida que se extingue.
Si algún anciano doliente
cruza por tu lado un día,
y descubres, hija mía,
las arrugas de su frente,
Nunca con frases livianas
muevas el labio indiscreto,
nunca faltes al respeto
que se merecen sus canas.
Crepúsculo de la vida
es la cándida niñez;
y puesta de sol, la vejez
que va a la existencia unida.
Obediencia al destino
que en empujarle se empeña,
cada anciano nos enseña
nuestro inseguro camino.
Camino que sólo Dios
nos traza, pues ignoramos
si de esos viejos marchamos
al par, delante o en pos.
La mundanal arrogancia
fácilmente se derrumba,
y de la cuna a la tumba
es muy breve la distancia.
El viejo tiene su pie
junto a esta tumba sombría:
préstale amparo, hija mía,
mira cuán débil se ve.
Si hoy con intento siniestro
apoyo al viejo negamos,
cuando en su edad nos veamos,
¿Quién será báculo nuestro?
Copiado

175. LAS COSAS PEQUEÑAS
Prov. 4:23; Rom. 12:11a.
El gran artista Miguel Angel tardó mucho tiempo en dar los últimos toques a una de sus obras más famosas. Cierto amigo que lo visitaba casi todos los días le preguntaba siempre:
—¿Qué has hecho hoy?
A lo cual el maestro contestaba:
—Hoy he perfeccionado ese detalle en la mano, he mejorado la sombra en aquella arruga, he arreglado la luz en aquella parte del vestido, etcétera.
—Pero esas son bagatelas, dijo un día el visitante.
—Ciertamente, contestó Miguel Angel; pero la perfección se hace de bagatelas; y la perfección no es una bagatela.
La vida del cristiano está hecha de pequeños detalles, las pequeñas cosas de cada día. No hay cosa tan pequeña que no merezca nuestra atención. Puede parecer una bagatela, pero no olvidemos que de esas bagatelas está hecha la vida, y la vida no es una bagatela.—Avivamiento.

176. PACIENCIA
Heb. 12:1.
Como la gota que la peña horada,
cayendo levemente noche y día,
así consigue ver con alegría
la paciencia, su obra terminada.
Nadie le estorba ni arrebata nada,
al perseguir su objeto con porfía;
prosigue su labor, y en Dios confía
hasta llegar al fin de la jornada.
Con gotas de agua formáronse los mares,
con menudas arenas, el desierto,
con minutos, períodos seculares.
Con la paciencia y derrotero cierto,
el peregrino llega a sus hogares
y el navegante al suspirado puerto.
Autor Desconocido.

177. UN BUEN AYUDANTE DE JESUS
Sal. 1:3; Prov. 4:18; Mat. 5:14; Ef. 5:19; Col. 3:16.
Hace más de doscientos años que los cristianos no tenianbonitos himnos como los tenemos ahora. Todo lo que existía, en cuanto a canto se refiere, eran algunas malas versiones de los Salmos e himnos mal arreglados.
Un muchacho que siempre asistía a los cultos, salía disgustado de los himnos, hasta que un día fue y le dijo a su padre:
—Padre, ¿por qué cantan himnos tan feos en el templo?
—Si no te gustan —le contestó duramente el padre—, escribe otros mejores.
Isaac Watts, que así se llamaba el muchacho, no se disgustó sino que ese mismo día escribió un himno y lo llevó para que lo cantaran en la iglesia. El himno gustó tanto, que rogaron al muchacho que escribiera otros, a lo cual él accedió gustoso. Escribía himnos cada vez que sentía deseos de hacerlo, y continuó escribiendo durante toda su vida. Uno de los himnos más hermosos que escribió y que se ha traducido a muchos idiomas es: “Al Contemplar la Excelsa Cruz”. Otro de sus hermosos himnos es: “Dominará Jesús el Rey”.
Este muchacho, a los siete años estudiaba gramática y latín; a los nueve aprendió el griego; a los diez el francés; y a los trece el hebreo. A los quince aceptó a Cristo como su Salvador y a los veinticuatro predicó el primer sermón y continuó predicando y escribiendo himnos hasta una edad avanzada, pues murió a los setenta y cuatro años de edad.
Que la vida de este gran siervo de Dios pueda servir de ejemplo a todos los niños, y que entreguen su vida al Señor ahora que están en la flor de la vida, pues quién sabe cuántos irán a ser personajes distinguidos en la obra del Señor como lo fue Isaac Watts.

178. OPORTUNIDAD DE LA MADRE
Prov. 31:28.
Hace algunos años visité un famoso cementerio especialmente con el objeto de observar los monumentos y entre ellos vi un monumento humilde que me llamó la atención. Me fijé en él por su peculiaridad. En el mármol estaba grabada una mano, cuyo dedo índice señalaba hacia el cielo y tenía esta palabra grabada en la mano: “Madre”.
Esta palabra fue suficiente para relatar la historia de amor, de sacrificio, de obra y fidelidad cristiana. La vida de esta madre había sido una señal que indicó el camino hacia Dios y hacia el cielo.—L. G. Brougthon.

179. TODO EL CORAZON Y LAS DOS MANOS
Mat. 18:1–5; 19:13–15; Mar. 10:13–16; Luc. 18:15–17; 1 Cor. 13:4–7, 13.
Meditaba en su cuarto de estudio un predicador, buscando una ilustración sobre el amor.
De pronto entró en el cuarto su hijita pequeña, diciendo:
—Papá, siéntame un poco sobre tus rodillas.
—No, hijita, no puedo ahora; estoy muy ocupado —contestó el padre.
—Quisiera sentarme un momento en tus rodillas, súbeme, papá —dijo ella.
El padre no pudo negarse a una súplica tan tierna, y tomó a la niña y la subió a sus rodillas, y dijo:
—Hijita mía, ¿quieres mucho a papá?
—Sí que te quiero —contesta la niña—, te quiero mucho, papá.
—¿Cuánto me quieres, pues? —preguntó el padre.
La niña colocó sus manecitas en las mejillas de su padre, y apretándolas suavemente, contestó con afecto:
—Te quiero con todo mi corazón y con mis dos manos.
Esta respuesta encerraba en pocas palabras lo que debe entenderse por una dedicación completa, y dio al predicador el ejemplo que buscaba.

180. EL MARTIRIO DE JACOBO
Hechos 12:2.
Dice el historiador Eusebio: “En cuanto a este Jacobo, Clemente, en el séptimo libro de sus Hipotiposis, relata una historieta digna de referirse; la menciona tal como la recibió de sus antecesores. Dice que el hombre que llevaba a Jacobo al suplicio, cuando le vio dar su testimonio se conmovió tanto que confesó ser cristiano también. Luego los dos fueron llevados juntos. En el camino al cadalso suplicó a Jacobo que lo perdonara; y después de meditar un momento Jacobo, le dijo: ‘Paz sea contigo’, y lo besó. Así fueron decapitados juntos.” (Historia Eclesíástica, libro II, Cap. 9).—EL EXPOSITOR BIBLICO,

181. A SALVO DE INCENDIO POR SER “PUEBLO ESPECIAL”
Deut. 7:6–8.
La mañana del viernes 30 de noviembre de 1956 los periódicos de Hsinchu, Formosa, tenían un titular con grandes letras negras, el cual decía: “EL INCENDIO MAS GRANDE EN LOS ULTIMOS SESENTA AÑOS”. Lo que más nos interesa de esta noticia es que por donde tenía que propagarse el incendio había cinco hogares cristianos. Cuando la alarma sonó, el cielo estaba enrojecido por el reflejo de las llamaradas y las calles estaban llenas de negro humo. Mientras los bomberos combatían el fuego, uno de los cristianos estaba telefoneando a los otros miembros de la iglesia, y pronto un grupo de éstos se reunió en el lugar del incendio. La situación parecía desesperada. Entonces de todo corazón y a una voz todos ellos clamaron: “Señor, haz que tu santo nombre no sea deshonrado.”
Repentinamente, ante los asombrados ojos de miles de espectadores, el fuerte viento que había estado soplando cambió de dirección. Las llamas, que ya habían alcanzado una de las cinco casas de esos cristianos, súbitamente se alejaron de ella y comenzaron a devorar, una por una, ocho de las otras casas que se creía que estaban a salvo. Los cristianos vieron, precisamente delante de ellos, contestadas sus oraciones, y en coro gritaron: “¡Aleluya!”
Cuando se acabó el incendio en esa calle que antes había sido muy transitada, solamente quedaban montones de escombros y de cenizas. Solamente las casas y los talleres de trabajo de cinco familias cristianas permanecían intactos. Muchas de las personas que no eran cristianas únicamente dijeron: “¡Su Padre celestial los protegió!” Pero otras personas criticaron y dijeron: “Los cristianos gritaron ¡Aleluya! cuando se estaban quemando las casas de las gentes que no son cristianas.”
Pero el Magistrado de Distrito se encargó de callar a los que murmuraban, con estas palabras: “Yo os diré una cosa. Cuando los cristianos estaban orando a su Dios, vosotros los budistas estabais orando a vuestros ídolos. Pero el Dios de los cristianos contestó, y vuestros dioses no contestaron. ¿Qué tenéis que decir por esto? No puedo creer que ellos hayan orado pidiendo que sus casas quedaran a salvo y las vuestras fueran destruidas. Esas cosas sucedieron como tenían que suceder; y, ¿quién es capaz de predecirlas?” El pueblo aceptó la explicación del magistrado y se fue conforme.—The Missionary Standard, Julio de 1957; en Arnold’s Commmentary, 1959, p. 153.

182. LA INTERPRETACION DEL BAUTISMO
Mateo 3:16; Juan 3:23.
Un ejemplar de Los Hechos de los Apóstoles llegó a poder de un coreano, quien quedó muy impresionado al leer dicho libro. Ese coreano llamó a los campesinos de la villa donde vivía y comenzó a enseñarles lo que decía el libro. Entonces enviaron a unos mensajeros para que, mientras duraba el estudio, fueran a traer a unos misioneros. Como éstos no pudieron ir les enviaron unos ejemplares del Nuevo Testamento. Cuando los campesinos coreanos recibieron esos libros se pusieron a estudiarlos a conciencia, y notando que se hacía alusión a un “rito lavatorio”, como decían ellos, al cual se sometían los creyentes en Cristo Jesús, se reunieron para discutir y decidir cómo debían practicar ese “rito” o ceremonia. Oraron mucho sobre este particular, y al fin decidieron que cada uno se fuera a su casa y reverentemente se sumergiera simbólicamente en el agua, en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.—Exp. Bíbl.

183. CONSAGRANDOSE EN EL AGUA BAUTISMAL
Mat. 3:13–17; Mar. 1:9–11; Luc. 3:21, 22.
En Cuba las iglesias bautistas casi siempre requieren que el candidato al bautismo conteste ciertas preguntas frente a la congregación y a veces mientras está en el agua esperando la inmersión. El pastor de la iglesia, antes de administrar el bautismo, pregunta al candidato qué hará en el futuro como mayordomo de la gracia de Dios. ¿Permitirá a Jesús que sea el Señor en todos los asuntos de su vida? El candidato responde: “Sí, señor.” El pastor y la congregación oyen la respuesta como si hubiera sido dirigida a Jesús mismo: “Sí, Señor.” Ya sea que digamos esto con palabras habladas o en silencio, nuestro bautismo significa “Sí, Señor: Yo haré todas las cosas que tú me mandes.”—Duke K. McCall.

184. LA TENTACION SIGUE A LAS BENDICIONES
Jn. 6:14, 15.
Como un pirata acomete a un buque cargado de riquezas, así Satanás asalta a un alma que ha sido cargada de bendiciones espirituales, para robárselas. El diablo siente envidia cuando ve que un alma está gozando de las bendiciones de Dios. El traje de colores de José despertó la envidia de sus hermanos, y éstos conspiraron contra él.—T. Watson.

185. ATAQUE FINAL DE SATANAS
1 Ped. 5:8, 9.
Pocas horas antes de su muerte, Juan Knox despertó y cuando se le preguntó la causa de un suspiro muy profundo que se le oyó, dijo: “Durante mi frágil vida sostuve muchos altercados y luchas con Satanás; pero ahora ese león rugiente me ha atacado de una manera furiosa y ha usado toda su habilidad para devorarme. Antes, con frecuencia, él había puesto mis pecados ante mis ojos tentándome a desesperar y a ofuscarme con las fascinaciones del mundo; pero con la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, no pudo prevalecer. Ahora me ha atacado de otra manera: esta serpiente astuta se ha esforzado para convencerme de que no merezco el cielo ni las bendiciones eternas por el fiel desempeño de mi ministerio. Pero doy gracias a Dios porque Dios mismo me ha capacitado para vencer y ahuyentar a este enemigo tan fiero.”—McCrie.

186. VIUDA TRABAJADORA QUE LLEGA A SER GANADORA DE ALMAS
Mar. 1:16–20.
El ministro había predicado un sermón muy impresionanteacerca del trabajo de ganar almas. Después de esto una mujer se le acercó y le dijo: “Yo soy una pobre viuda, tengo varios niños, y tengo que trabajar tejiendo desde muy temprano por la mañana hasta muy noche. ¿Qué tiempo me queda para ganar almas?”
El pastor la miró bondadosamente, y le dijo: “¿Quién le trae la leche?” Ella contestó: “El lechero.” El pastor preguntó: “¿Quién le trae el pan?” Ella respondió: “El panadero.” El pastor, sonriente, la miró y le dijo: “Hermana, que Dios la ayude.”
La mujer se fue a su casa, y como ya era de noche se acostó; pero no pudo dormir ni olvidar las palabras de su pastor, y estuvo pensando en su deber de ganar almas. La mañana siguiente se levantó más temprano que de costumbre, y no sacó la botella vacía. Cuando el lechero llegó y no vio dicha botella tocó en la puerta, salió la señora y con voz temblorosa le dijo al lechero: —Escúcheme usted un momento por favor. Quiero hacerle una pregunta: ¿Alguna vez ha pensado en el lugar a donde irá cuando muera?
El lechero la miró con ansiosa mirada, y le dijo: —Esta pregunta ha estado molestándome durante las dos últimas semanas. La señora le dijo: —Entre usted, y le diré algo sobre este asunto. En ese lugar y en ese momento aquella señora condujo a su lechero a Cristo, y él lo aceptó como su Salvador. En el corto espacio de un año aquella señora ayudó a veintiséis personas a que aceptaran al Señor Jesús como su Salvador personal.—The Flame, Inglaterra.

187. LA CEGUERA: UNA BENDICION
Rom. 8:28.
El célebre doctor Moon, espantado, supo por boca de su buen amigo, famoso como oculista, que antes de dos semanas iba a quedar totalmente ciego.
Para colmo de su pena, la joven que él amaba de corazón le confesó que no podía avenirse a unir su destino a una pobre vida de ciego, y le devolvió su palabra. Durante unas semanas, ciego ya, su pena fue inmensa. Pero, siendo un creyente, al fin aceptó la dolorosa voluntad de su Dios. Algún tiempo después ideó la escritura para ciegos, la que más tarde Braille perfeccionó.—Dic. Anéc. Ilustr.

188. HACIENDO AMIGOS DE LOS ENEMIGOS
Rom. 12:21.
Algunos cortesanos reprocharon al emperador Segismundo, porque en lugar de destruir a sus enemigos conquistados, los favorecía. “¿No destruyo efectivamente a mis enemigos”, contestó el ilustre monarca, “cuando los hago mis amigos?”
Cuando se le preguntó a Alejandro el Grande cómo había podido en tan poco tiempo conquistar tan vastas regiones y ganar un nombre tan grande, contestó: “Usé tan bien a mis enemigos que los obligué a ser mis amígos con una consideración tan constante que están unidos para siempre a mí.”—Gray.

189. DONDE ESTA EL TESORO ESTA EL CORAZON
Mat. 6:21; 7:6.
Una vez se le contó a Lutero de cierto hidalgo que estaba enteramente sumergido en las tinieblas de la avaricia, tanto que cuando sus amigos le suplicaron que pensara en la Palabra de Dios contestó: “El evangelio no paga intereses.” Luego dijo Lutero: “¿No tiene grano?” Y les contó esta fábula:
En cierta ocasión el león hizo un banquete e invitó a todas las bestias del campo a que asistiesen. Entre los invitados había algunos puercos. El banquete consistía en platos delicados y deliciosos, pero los puercos preguntaron: “¿No hay grano?” “De la misma manera”, continuó Lutero, “en nuestros días hay hombres carnales. En el banquete del Señor les ofrecemos los platos más exquisitos, la salvación eterna, la remisión de los pecados y la gracia de Dios, pero semejantes a los puercos nos preguntan: ‘¿No hay dinero?’—Spurgeon.

190. LA FE DE UN NIÑO
Sal. 37:5.
Un pobre muchacho alemán, que deseaba ser recibido en una escuela morava, escribió una carta, la cual dejó en el correo, dirigida al “Señor Jesús en el cielo.” La carta decía más o menos como sigue: “Mi Señor y Salvador Jesucristo: he perdido a mi padre. Somos muy pobres, pero yo sé que tú dices en tu palabra que lo que pidiéramos a Dios en tu nombre, él nos lo dará. Yo creo lo que tú dices, Señor. Ruego pues, a Dios, en tu nombre Señor Jesús, que dé a mi madre los medios necesarios para colocarme en la escuela morava: ¡Me gustaría mucho seguir estudiando! Te lo ruego; y te amaré aun más.”
El administrador de correos, viendo la dirección tan extraña, abrió la carta. Fue leída en una reunión de la Sociedad Morava, y la baronesa de Leppe aceptó la responsabilidad de ser la protectora del muchacho y lo envió a la escuela como él deseaba.

191. LA FE ILUSTRADA
Jn. 6:37b.
Estaba ardiendo una casa. Todos se habían salvado, excepto un niño, en el segundo piso. La escalera estaba llena de llamas y humo y no había salida sino por la ventana.
—¡Papá, papá! ¿Cómo escaparé? —gritaba el niño.
—Aquí estoy —gritaba el padre—: déjate caer, te recibiré en mis brazos; tírate, Carlitos, yo te recibiré.
Carlos salió a gatas por la ventana, pero allí quedó agarrado, porque tenía miedo, sabiendo que era muy largo el trecho hasta la calle.
—Suéltate, déjate caer —gritaba el padre.
—No puedo verte, papá.
—Pero yo sí te veo: aquí estoy; ten confianza, suéltate, que yo te salvaré.
—Tengo miedo de caer.
—Suéltate, tírate —gritaban otras voces—, tu padre te recibirá con toda seguridad; no tengas miedo.
Acordándose de la fuerza y del amor de su padre, el niño recobró la confianza y se dejó caer. A los pocos instantes se halló salvo en los brazos de su padre.

192. LA RELIGION ESPIRITUAL SUPRIMIDA
2 Tes. 2:4.
Con el deseo de ser perfecto, Pedro de Valdo siguió el consejo de un sacerdote: Fue y vendió sus posesiones, y después de dar una porción a su esposa y a su hija, repartió lo demás entre los pobres. En el año 1179 Pedro de Valdo pidió permiso al Papa para predicar y tuvo que someterse a un examen. Una de las preguntas que tuvo que contestar, fue si creía en la madre de Cristo. Contestó, que creía los datos históricos con respecto a ella; pero que no creía en ella como objeto de la fe para la salvación. El papa le rehusó el permiso para predicar. Sin embargo, Pedro de Valdo salió a predicar y reunió un buen grupo de creyentes que llegó a ser el blanco de la persecución de parte de la Iglesia Católica Romana.

193. HONRANDO EL DIA DEL SEÑOR
Ex. 20:8–11.
Se cuenta de Eric Liddell, quien ganó la carrera de cuatrocientos metros en los juegos olímpicos celebrados en París, que cuando supo que su carrera iba a correrse en el día del Señor rehusó competir. diciendo: “Me opongo a los deportes en domingo”, y así se eliminaba a sí mismo.
La prensa deportiva de Europa lo criticó, y recibió el escarnio y la crítica de todas partes, aun de los periódicos de su propio país. Pero la actitud de tan notable atleta tuvo su efecto y la carrera se corrió días después, entre semana.
El dice: “Recuerdo que cuando me disponía yo a correr en las pruebas finales, el instructor me dio una notita. La abrí y leí las palabras: ‘Yo honraré a los que me honran.’ Esta fue la promesa de Dios. El me ayudó y yo gané.” Y el público que lo había condenado cambió su opinión y le dio un gran aplauso.—Youth’s Companion.

194. MAGNIFICA SIEMBRA
Heb. 4:12.
Un médico curó a un indostano de una severa enfermedad; y cuando lo envió del hospital a su casa le dio una Biblia. Tres años más tarde el misionero visitó la aldea en que vivía aquel que había estado enfermo, y encontró a todos los habitantes adorando al verdadero Dios. Aquella Biblia había sido la única instructora que habían tenido. Muchos casos semejantes han ocurrido en los campos misioneros.

195. NUNCA OYO UN SERMON
Deut. 5:1.
Un hombre agonizante dijo una vez, desesperado, al ministro de la iglesia a cuyos cultos había asistido por veinte años: “nunca oí un sermón.” Y explicó que durante la predicación había estado haciendo planes para sus negocios.
Hay oídos muy delicados que pueden oir sonidos como los que producen ciertos insectos y que son casi inaudibles para la mayor parte de los hombres. El ojo educado de un astrónomo puede distinguir una estrella doble en donde un novicio no puede ver sino una o ninguna. De igual manera, para cualquiera que eduque su alma es posible la percepción de las verdades más altas.

196. UN HEREJE
Rom. 7:21.
En el tiempo de Mario el perseguidor, llegó uno de sus agentes a la casa de una mujer cristiana que había ocultado a uno de los siervos de Cristo, y le preguntó: —¿En dónde está ese hereje? La mujer cristiana dijo: —Abra aquella petaca y verá usted al hereje. El perseguidor abrió la petaca y sobre la ropa vio un espejo. —¡No hay aquí ningún hereje! —respondió encolerizado. —Ah —le dijo ella—, ¡observe usted el espejo y verá allí al hereje!
Cuando tomamos nosotros el espejo de la Palabra de Dios, puede ser que en lugar de ver a otros que hayan desobedecido las leyes divinas, veamos a nosotros mismos culpables de no haber puesto atención a las enseñanzas de nuestro Señor.

197. LA ELECCION DE UN PUEBLO
Jn. 5:40.
A pesar de que Jesús demostró su gran poder al transformar a un endemoniado en un ciudadano sano y útil, los gadarenos “comenzaron a rogarle que se fuese”. Así son muchos hoy día: en luqar de recibirlo, le suplican que se vaya de sus términos. Prefieren vivir en el pecado. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.”

198. FE VICTORIOSA
1 Jn. 5:4.
En la historia antigua, hay el relato de un valiente capitán cuya bandera estaba casi siempre en la primera línea de batalla; su espada era temida por sus enemigos, porque era el heraldo de la matanza y de la victoria. Su rey le pidió una vez que le mostrara su espada. La tomó, con cuidado la examinó, y la devolvió con el siguiente mensaje: “No veo nada maravilloso en esta espada. No puedo entender por qué un hombre le puede tener tanto miedo.” El capitán envió la respuesta: “Vuestra Majestad se ha dignado examinar la espada; pero no le envié el brazo que la maneja. Si hubiera examinado ese brazo, y el corazón que dirige al brazo, habría entendido el misterio.”

199. REMEDIO PARA EL TEMOR
Jn. 16:33.
En el año 1735 Juan Wesley viajó desde Inglaterra a la Colonia de Georgia en las Américas. En medio del Atlántico el buque encontró una tempestad que puso en peligro la vida de los tripulantes y de los pasajeros. Juan Wesley se encerró en su cuarto; pero allí pudo oir el canto de un grupo de moravos que, no teniendo recursos para pagar la comodidad de unos camarotes, tuvieron que quedarse en la cubierta y sufrir la furia de la tempestad. Después el señor Wesley preguntó a uno de los moravos cómo ellos y sus niños podían cantar en circunstancias tan terribles. El moravo le contestó con una pregunta: “Señor Wesley, ¿conoce usted a Jesucristo? Para el creyente, Jesús echa fuera el temor.”

200. ALUMBREMOS
Mat. 5:14–16.
Supóngase que voy a arreglar mi casa, que pido al almacén tres cajas de velas, y digo: “Quiero tener mi casa muy bien iluminada y voy a mandar estas velas a la despensa y no voy a encenderlas nunca.” ¿Para qué sirven las velas si no es para encenderlas y que den luz? Así Cristo les mandó a sus discípulos que no pusieran sus luces debajo de un almud, sino que las pusieran en el sitio en que pudieran alumbrar más.—Henry Ward Beecher.